miércoles, 27 de febrero de 2013

ARISTODEMO

    
Soldado espartano del siglo V a. C.

      Los libros de Herodoto están llenos de anécdotas individuales, que dotan a sus narraciones de interés haciéndolas más humanas, no mermando por eso su credibilidad, más bien al contrario. Una de estas historias personales se refiere al hoplita (soldado) espartano que luchó en las Termópilas  bajo el mando de su Rey Leónidas, se llamaba Aristodemo, y tuvo la mala suerte de no morir allí con el resto de sus compañeros en su heroico enfrentamiento con el ejército persa. Sobre esta batalla y su significado ya hay escrita una entrada en este blog en diciembre de 2011, si el lector lo desea, puede consultarla y tener una visión más amplia de lo que aquí se dice.

     De los 300 espartanos que acudieron al famoso paso no murieron todos, lo hicieron 298, dos se libraron, entre los que estaba nuestro hombre que no participó en la batalla final por encontrarse herido. Un problema ocular que le hizo perder mucha visión impidió que pudiese poner todo su empeño en el campo de batalla, y prefirió reservase para otra ocasión, cuando ya estuviese recuperado de sus heridas y listo para entrar en combate, ya que, tal y como estaba la situación en esos momentos en Grecia, con los persas allí, no tardaría en presentársele otra oportunidad en donde demostrar su valentía y su disposición a dar la vida por su patria.

     Aristodemo nació entre los años 520 y 515 antes de C. en Esparta. Su nombre era el idóneo para ser un buen soldado. Significa “el mejor de la gente”. Recién nacido ya tuvo que superar el reconocimiento que le hacían a todos los niños al nacer, si le hubiesen encontrado algún defecto lo habrían liquidado, dejándolo abandonado en un barranco de un monte cercano a Esparta llamado Taigeto. Cuando cumplió la temprana edad de cinco años fue apartado de sus padres para empezar con la agogé, el duro sistema de educación al que eran sometidos todos los niños considerados aptos para servir al estado lacedemonio (como se conocía Esparta en griego) como soldados. Su nuevo hogar era un barracón que compartía con otros niños de su edad, a los que se le sometía a una férrea disciplina, y a malas penas se le alimentaba; incluso tenían la necesidad de robar comida para poder sobrevivir. Sus jefes no veían mal esta situación, pues eso les hacía “espabilar” y ganar en autonomía, pero siempre y cuando no fuesen sorprendidos cogiendo comida; si esto ocurría, eran sometidos a un duro castigo. Se cuenta la anécdota de un niño espartano que fue retenido por un hombre, con un zorro que no era de su propiedad para poder comer. Al verse descubierto lo escondió bajo su capa y el animal royó su estómago, pero el valiente niño ni gritó ni derramó una sola lágrima por miedo a revelar su presa, incluso llegó a morir de las heridas antes que ser descubierto. Aunque es una leyenda sin confirmar, nos indica la severidad y dureza del sistema educativo espartano. Cuando cumpliese 20 años abandonaría este grupo inicial, y siempre con el visto bueno de sus superiores, entraría a formar parte de los Iguales, los ciudadanos libres de su patria.

     Pero antes, con tan sólo diez años tenía que participar en duras competiciones contra el resto de sus compañeros. Siguiendo al autor Philip de Souza, debía realizar pruebas continuas de lucha, atletismo, canto y baile, donde se premiaba a los mejores y se decidía quién podía pasar al siguiente estadio de la agogé. En su formación también era muy importante recitar de memoria a Tirteo, al que podríamos considerar poeta nacional de Esparta, que no era Gustavo Adolfo Béquer precisamente, ya que su poesía trataba de infundir ánimo, valentía y amor a la patria. Un poema suyo muy conocido dice como sigue: “Que cada hombre se plante firme, arraigado al terreno con ambos pies, se muerda los labios y aguante”, como vemos, romanticismo hay poco. Para endurecerlos aún más, los jóvenes iban descalzos y con poca ropa para protegerse de las inclemencias del tiempo.

     El sistema de educación trataba de conseguir hombres fuertes y sanos, dispuestos a dar su vida sin vacilar por un compañero, o lo que es más importante: por la patria. Así fue educado Aristodemo, superando todas las etapas de este duro sistema, cuya última tarea consistía en matar con tus propias manos a un ilota (esclavos-criados del Estado, y que éste cedía a los ciudadanos libres: los Iguales). Así pues, nuestro protagonista pasó con éxito todas las pruebas y se integró en el “grupo de ciudadanos”, que le permitía formar parte del glorioso ejército espartano, cuyos componentes tenían una edad de veinte a cuarenta años.

     Cuando contaba con unos 25 años Aristodemo se casó, probablemente, con una mujer cinco años más joven que él. Si siguió la costumbre, más o menos arraigada, con el objetivo de tener hijos para continuar con la estirpe, ya que, continuó  viviendo en los barracones con sus camaradas, y hasta los 30 años no se fue a vivir con su mujer y su familia, pues ya era un ciudadano de pleno derecho; después de haber cumplido un servicio militar obligatorio de veinticinco años. Con la invasión de Grecia por parte de los persas en el 480 antes de C., le llegó la oportunidad de demostrar su valía, cuando fue seleccionado por Leónidas junto con 299 hombres más como integrantes de su guardia personal, para ir a enfrentarse a los invasores en el estrecho de las Termópilas, unos 300 kilómetros al norte. Es lógico suponer, que para  Aristodemo fue un gran honor ser elegido para esta misión, por cierto, con pocas posibilidades de éxito.

     Una vez en la Termópilas y siguiendo el libro séptimo de Herodoto, la mejor fuente que tenemos para saber lo que ocurrió en su enfrentamiento con los persas, los espartiatas no murieron todos. Sucumbieron en los enfrentamientos y bajo las flechas enemigas 298, se libraron dos, uno de ellos  Aristodemo que se encontraba malherido como ya sabemos, con un problema ocular que, prácticamente, le impedía ver. Recibió la orden de Leónidas, junto con otro compañero que padecía el mismo problema, que abandonara el campo de batalla. Aristodemo tuvo  mala suerte, porque otro compatriota, Eurito, al tener noticias de la maniobra envolvente del enemigo, pidió a su ilota que lo llevase al campo de batalla para morir junto a sus compañeros, cosa que no hizo Aristodemo, prefiriendo reservarse para otra ocasión regresando a su patria, junto con otro compañero que se encontraba en una misión diplomática en Tesalia, encomendada por Leónidas y que también se perdió la hazaña.

     Una vez de regreso a Esparta, ambos combatientes fueron acusados de no querer entrar en combate, que Pantites retrasó a posta su regreso a las Termópilas, una vez cumplida la misión que le alejó de sus compañeros. No pudo soportar la presión a la que fue sometido en su tierra y terminó ahorcándose. Aristodemo tuvo en su contra que otro soldado en su misma situación si entró en combate y, por lo tanto, él también podía haber hecho igual, y si no lo hizo, dedujeron que fue por cobardía y no por cumplir una orden de Leónidas, que le mandó abandonar. Tembloroso le llamaron en Esparta, lo peor que le podían decir a un soldado, que cuando salían a combatir lo hacían con el siguiente mandato: vuelve con tu escudo con la victoria, o sobre él en la derrota, es decir, la muerte antes que la rendición. Así que, al pobre Aristodemo nadie le dirigía la palabra, nadie le daba fuego, nadie le miraba, el vacío era total, y menos aún, nadie hubiera querido tener un hijo de él, aunque probablemente ya tenía uno antes de ser reclutado por Leónidas, pues previniendo que iban a morir, los eligió con un descendiente varón, para que no se terminase la descendencia de esos valerosos hombres.

     Por fin llegó el momento que Aristodemo tanto deseaba para poder limpiar su honor y el de su familia, y demostrar que era tan valiente como el que más. Ahora, bajo el mando del regente espartano Pausanias, pues el hijo de Leónidas, Plistarco, era un niño todavía. Pidió que le pusiesen en primera fila, para enfrentarse a los persas en la próxima batalla que estaba a punto de darse en la llanura de Platea, en el 478 a. de J.C. Tan deseoso estaba de probar su valentía delante de sus compañeros, que cuando estuvo cerca del enemigo abandonó la formación de falange, pues los espartanos avanzaban todos juntos como una pared que se movía, y así se protegían mejor unos a otros, pero se volvió loco por toda la presión que había soportado. Se lanzó contra ellos él solo y murió luchando, no sin antes, matar a unos cuantos enemigos.

     Pero este proceder no fue valorado por sus compañeros, por haber abandonado la formación sin autorización, por lo tanto, desobedeciendo, y en el fondo, suicidándose, ya que lo que hizo fue un suicidio enfrentándose aislado contra todo el contingente persa. En esta batalla ganada por los griegos, y que fue prácticamente definitiva en la derrota del Imperio Persa, en este, su segundo intento de conquistar Grecia, nos cuenta Herodoto en su libro noveno de historia, que los combatientes espartanos fueron los mejores de entre los griegos. Y con mucho, en opinión de Herodoto, el mejor de todos había sido Aristodemo. Sin embargo, los espartanos no lo consideraron así, para ellos fueron otros los que sobresalieron en esta crucial batalla como: Posidonio, Filoción y Amonfáreto. No obstante, cuando se abrió la discusión sobre cuál había sido el más bravo, los espartanos presentes reconocieron que Aristodemo, que quería morir por la imputación que le perseguía había ejecutado grandes proezas, y que Posidonio, que no quería morir, se había mostrado valiente: por lo cual, éste último era el mejor. Todos recibieron honores menos Aristodemo, en palabras de Herodoto, por culpa de la anterior imputación, y los que decían que Posidonio fue mejor, quizá lo hicieron por envidia.
     ¿Héroe, o villano? Ustedes mismos.
           R.R.C.

La torre de Babel

     
     En una tablilla cuneiforme encontrada en la ciudad de Uruk en la antigua Mesopotamia y datada en el año 229 antes de J.C., conservada en la actualidad en el Museo del Louvre de Paris, y que recoge un texto más antiguo. Define la existencia de una torre de 91 metro de alto por 91 de lado en su base cuadrada, con una estructura de adobe. En las excavaciones  llevadas a cabo a partir de 1913 por R. Koldewey en la ciudad de Babilonia, se descubrieron restos que vendrían a confirmar la información de la tablilla. Concretando: Etemenanki (el templo de la creación del cielo y de la tierra), era el nombre de un zigurat dedicado a Marduk en la ciudad de Babilonia en el siglo VI a. J C. Originalmente de siete pisos de altura, siendo muy escasos los restos que quedan de él en la actualidad. El Etemenanki fue popularmente identificado con la Torre de Babel de la que habla la Biblia, pues hay que tener presente, que los judíos durante la cautividad de Babilonia, que tuvo lugar entre los años 586 hasta el 538 antes de nuestra era quedaron, probablemente, impresionados por las construcciones que allí contemplaron, y en esa época ya existía este zigurat que formaba parte del Esagila, el templo de Marduk, dios nacional de Babilonia. Así que, no resultaría extraño que identificaran este colosal monumento con la torre de Babel, de la que habían oído hablar a sus antepasados y que situaban entre los ríos Tigris y Eúfrates, igual que  otras historias bíblicas, como el episodio del famoso Paraíso Terrenal.
     Respecto a la etimología de Babel, en el lenguaje bíblico significa confusión, ya que Dios, siguiendo el génesis, ante el orgullo que manifestaron los hombres construyendo esta arquitectura, decidió confundir sus lenguas, para que no se entendieran entre sí y, de esta manera, evitar que lograran su objetivo de construir una torre tan alta que alcanzara el Cielo, y se dispersaran cautivos por el mundo. Sin embargo, en el lenguaje babilónico, este nombre significa “Puerta de Dios”, nada que ver con lo anterior.
     Probablemente, el Etemenanki ya existía a comienzos del segundo milenio antes de J.C., incluso antes del reino de Hammurabi, pero a principios de siglo VII antes de C. el rey asirio Senaquerib afirma haberlo destruido, con el resto de la ciudad de Babilonia. A pesar de ello, los reyes del Imperio neo-babilónico Nabopolasar, y especialmente su hijo Nabucodonosor, reconstruyeron de nuevo la ciudad en menos de cien años, incluida la famosa torre. Lo cual, fue presenciado por los judíos en cautividad cuando fueron sometidos por este segundo rey, hasta sus liberación por el rey persa Ciro I, que acaba con la dinastía de reyes neo-babilónica y permite al pueblo elegido regresar a su tierra en el 538 antes de C., y comenzar con la tarea de construir de nuevo el Templo de Jerusalén, que Nabucodonosor había arrasado. La torre fue destruida de nuevo por el Rey Jerjes en el año 479 a. de C. Cuando el gran historiador griego Heródoto la visitó, ya no pudo ver más que ruinas, como narra en su primer libro de Historia.
     Contaba con siete pisos de altura, que iban disminuyendo de tamaño conforme se ascendía. Sobre cómo estaba dispuesto el ascenso, los estudiosos plantean diversas hipótesis: una de ellas afirma que las rampas circundaban la construcción por el exterior de los pisos superiores, y escaleras situadas en un frente en las plantas inferiores.  Con una combinación de escaleras y rampas se accedía desde la base a la cumbre, en la que se encontraba un santuario dedicado a la divinidad, que no formaba parte de la construcción, sino que era como una especie de tienda montada a tal efecto, en la que no había estatua y a la que sólo tenían acceso los sacerdotes autorizados. Siguiendo a Heródoto, esta capilla se ubicaba sobre la séptima plataforma. Luego la altura de este zigurats estaba muy por encima de la media de otros, ya que estaba dedicado al dios Marduk, principal divinidad de Babilonia.
     R.R.C.

martes, 26 de febrero de 2013

El Templo de la reina Hatshepsut


     Construido en el siglo XV antes de J.C en Deir el-Bahari por Senmut, el arquitecto favorito de la reina Hatshepsut de la XVIII dinastía, su ejecución se prolongó durante más de quince años. El templo de armoniosas proporciones realizado con bloques de piedra caliza, se levanta junto a una imponente montaña rocosa, integrándose en ella por una serie de terrazas sostenidas por pilares, que sirven de pórtico a las capillas excavadas directamente en la roca. Es el único de su género en todo Egipto. Hay tres terrazas  de treinta metros de anchura; estas terrazas estaban conectadas mediante rampas, que a su vez, estaban rodeadas de zonas ajardinadas, de las que, por supuesto, ya no queda nada. El templo cuenta con una imagen de Hatshepsut representada con barba, es decir, como un faraón masculino donando ofrendas al dios Horus, aunque lo erigió como homenaje a Amón al que consideraba su padre.
     Una calzada de treinta y seis metros de ancho y flanqueada por esfinges conducía desde el templo hasta un gran patio de superior con columnas, al que se llegaba a través de dos rampas que atravesaban dos terrazas escalonadas.

     Por desgracia, una mala reconstrucción de principios del siglo XX ha modificado la fisonomía  original del templo.

P.D.         Jeroglíficos del templo de la reina Hatshepsut (Luxor)
     La escritura jeroglífica es la lengua más bonita del Mundo puesta por escrito, que sirvan como ejemplo estos jeroglíficos en bajo relieve y policromados que presentan una gran belleza del templo funerario de la reina Hatshepsut, en Deir el-Bahri  (Luxor). No es necesario conocer su significado para poder admirar su belleza. No obstante, he traducido el texto para el que pueda estar interesado en saber un poco más de la que podría ser la lengua más antigua de la humanidad, junto con la cuneiforme:
¡Qué viva Horus, toro poderoso que aparece resplandeciente en la ciudad de Tebas; gobernador  con grandeza de corazón!
¡Qué viva el rey del Alto y Bajo Egipto “La estable manifestación de Ra” (Tutmosis III), amado de Amón!
¡Qué viva el hijo de Ra “Engendrado por Tot de bella manifestación”  (Tutmosis III), qué sea dotado de vida eternamente!
       R.R.C.
Nota: fotos bajadas de Internet.

Los Colosos de Memnón

     Son dos enormes estatuas de quince metros de altura, o dieciocho si incluimos la base en donde se asientan, que representan al faraón Amenofis III (primera mitad del siglo XIV antes de J.C) y son lo único que queda del gran templo funerario dedicado él mismo que construyó el arquitecto Amenhotep, cerca de la ciudad de Tebas, capital de Egipto durante este período. Su función era presidir la entrada al recinto funerario. Los griegos fueron los que dieron nombre a estas dos maravillas del Egipto faraónico. Hay que destacar que ambas estatuas están talladas en un solo bloque de piedra, concretamente de cuarcita. Con las manos sobre sus rodillas y mirada al río Nilo y al Sol naciente.
     Es importante destacar, que desde hace poco, les ha salido un “hermano” descubierto en el 2002 unos cien metros detrás de ellos. Esta tercera estatua, del mismo material, también formaba parte del recinto funerario y cayó derrumbada junto con su pareja (los colosos iban de dos en dos) tras un fuerte terremoto que tuvo lugar en la zona. También se ha encontrado una tercera pareja de colosos, en este caso de alabastro y más pequeña que los anteriores, de unos once metros. Si al final, se colocan las seis estatuas en sus antiguos emplazamientos, el cambio de fisonomía de este lugar será muy notable. “La existencia de seis colosos se sospechaba porque la iconografía en los templos egipcios es muy similar”, señala el español especializado en conservación de la piedra López Marcos.
     R.R.C.
Nota: foto bajada de Internet.

El templo de Kom Ombo

     
     A orillas de rio Nilo, en su ribera oriental al norte de la ciudad egipcia de Asuán, se levanta imponente el gran templo de Kom Ombo. Su construcción data de época helenística, concretamente del reinado de Ptolomeo IV Filométor en el siglo II antes de J.C., aunque, posteriormente, cuando los romanos ocuparon Egipto, se hicieron algunas ampliaciones. Pero lo interesante de esta construcción es que se trata de un templo doble, el único del Antiguo Egipto, por lo tanto, cuenta con dos entradas, dos salas hipóstilas, dos patios y dos santuarios: el izquierdo consagrado al dios cocodrilo Sobek y el derecho al dios halcón Horus (hay que tener presenta que esta zona se encontraba plagada de cocodrilos); y como Sobek era la encarnación del mal, para contrarrestar, la otra mitad del edificio se dedicó a su más bondadoso hermano Horus. Dato curioso es, que fue utilizado como iglesia por los coptos (cristianos egipcios).
     El templo se encuentra en buen estado de conservación, no es muy antiguo si lo comparamos con otros monumentos del Egipto faraónico. No obstante, ha sufrido la acción del Nilo, terremotos, incluso que sus piedras sirvieran para la ejecución de otras obras posteriores su patio, por ejemplo, está en ruinas con los muros laterales y el pilono destruidos. En sus muros en los que hay muchas pinturas y grabados, aparecen representadas todas las fases de construcción que se llevaron a cabo, así como un grupo de instrumentos quirúrgicos, lo que indicaría que el templo acogía enfermos.  Cuenta, además, con dos nilómetros para medir el nivel de las aguas del río que tan cerca pasaba. Por último, fue excavado por Jacques de Morgan a finales del siglo XIX.
     R.R.C.
Nota: Foto del autor.

P.D. Añadido en agosto de 2016
                     Cartucho del emperador Tiberio en el templo egipcio de Kom Ombo
    
      Este cartucho pertenece a Tiberio, y es diferente al de los demás soberanos del Antiguo Egipto, ya que era de un emperador romano y no se trataba como a los faraones egipcios, pues el escriba se limitaba a transcribir su nombre fonéticamente con signos jeroglíficos, por ello, no puede ser traducido como el cartucho de un faraón. Es como si nuestro nombre lo escribiéramos utilizando los signos de esta bella escritura.

     En primer lugar, nos encontramos con un signo que representa una cuerda para atar y se transcribe por la letra t. Le siguen dos juncos en flor que los podríamos considerar tanto como una y, una doble i (ii), e incluso una sola i latina. El destacado mamífero que ocupa la parte central equivale al sonido ba. La boca entreabierta que observamos bajo sus patas es una r. De nuevo aparecen los dos juncos en flor con el significado que ya sabemos. El cartucho concluye con un trazo que simboliza un lazo, y es un signo bilítero que equivale a las vocales ua; no obstante, si tomamos como referencia los cartuchos de Ptolomeo o Cleopatra, por ejemplo, lo podríamos considerar simplemente como una o. Por último, aparece una pequeña corona que podría ser un determinativo no legible. Si juntamos todo lo anterior tenemos: T-i-ba-r-i-o, es decir, Tiberio en español. Por lo tanto, es un cartucho de carácter fonético.

     R.R.C.

Nota: Imagen bajada de Internet, e indicación en rojo del autor.

lunes, 25 de febrero de 2013

El templo de Isis


     Es también conocido como el templo de Filé, por encontrarse originariamente en esta isla del Nilo junto al lago Nasser, al sur de la ciudad egipcia de Asuán. Isis, esposa y hermana del dios del inframundo Osiris, era la diosa de la paz, el amor y la maternidad. Su construcción data de época Ptolemaica, concretamente del reinado de Ptolomeo II entre el 283 y el 246 antes de J.C., aunque se tardó dos siglos más en concluirlo. En la actualidad y como consecuencia de la construcción de la presa de Asuán, se trasladó a la pequeña isla de Agilkia, a un kilómetro escaso de la primera para salvarlo de la crecida de las aguas. Los más de cincuenta mil bloques de piedra de los que constaba el templo fueron trasladados uno a uno y colocados en su nueva ubicación.
     El culto a la diosa se mantuvo hasta el año 535 después de J.C., ya que fue prohibido por el emperador Justiniano que  era cristiano, convirtiéndose en el último lugar de culto pagano en la cultura mediterránea, y se utilizó como iglesia dedicada a la Virgen María, hasta que fue cerrada por la invasión musulmana de Egipto al siglo siguiente.

      No es un templo al uso, pues más que de un solo edificio, se debería hablar de una serie templos que forman una especie de museo al aire libre, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco; todos ellos en Filé, dedicados al culto o relacionados con él, de esta importante diosa. Precisamente en sus muros, se grabó el 24 de agosto del año 394 la última inscripción en lengua jeroglífica y, asimismo, se pintó en sus muros la última frase en egipcio demótico el 11 de diciembre del año 452.
      

     Para los visitantes de Egipto, el arribo en barca a este encantador lugar es una de las experiencias más hermosas que se recuerdan. El templo, con sus hileras de columnas en un excelente estado de conservación, y los impresionantes pilonos que dan acceso al interior con enormes  huecorrelieves en sus muros no dejan indiferente a nadie. Se tiene la sensación que hemos regresado al pasado cuando se encontraba  en pleno apogeo, su aspecto actual es tan sólido, impoluto y perfecto, que no cuesta ningún esfuerzo retrotraerse  a épocas ya desaparecidas.
       R.R.C.
Nota: fotos del autor

sábado, 23 de febrero de 2013

El obelisco

     
     En la plaza de la Concordia de París se levanta este impresionante y bello monolito de granito rosa de Asuán, apuntando al cielo de la capital francesa y protegiendo a ésta de conjuros y negatividades que pudiesen venir de él, tal y como creían los antiguos egipcios, constructores de estos impresionantes monumentos que situaban por parejas delante de las torres (Pilonos) de sus templos, para salvaguardarlos  de las malas energías que descendiesen de lo alto. Consagrado por el gran faraón Ramsés II formaba pareja con otro obelisco colocado delante del templo de la ciudad egipcia de Luxor, y tiene una antigüedad de unos de tres mil doscientos años, una altura de 23 metros y un peso de 230 000 kilos. No sólo es el único obelisco que se encuentra fuera de Egipto, pues otras muchas capitales de distintos países también cuentan con estos preciados y hermosos monumentos. Concretamente, Roma es la ciudad que más tiene, luce trece de ellos; también los podemos ver en Estambul, Londres y Nueva York. En la parte superior del obelisco, nos encontramos con el piramidión, su remate final, que en palabras de Cristian Jacq, simboliza la piedra de los orígenes que emergió del océano primordial en la primera mañana del universo. Estaba recubierto de oro, metal del que los egipcios afirmaban que era la “carne de los dioses”.
     En el obelisco de París, destacan los nombres con los que aparece Ramsés II, están escritos en cartuchos (shen, como los denominaban los egipcios), óvalos alargados que terminan en un nudo y que evocan el universo sobre el que el faraón ejercía su poder. Por otro lado, presenta inscripciones jeroglíficas en sus cuatro caras, traducidas todas ellas en el libro El enigma de la piedra del egiptólogo francés ya mencionado Cristian Jack,  doctorado en la Sorbona, y cuyo texto seguiré en adelante.
     Jean François Champollion, el hombre genial que descifró los jeroglíficos en el siglo XIX, tuvo noticias de que los ingleses andaban detrás de la compra de varios obeliscos. El científico, se transformó en hombre de negocios y propuso a las autoridades egipcias del momento, trasladar a París el monolito de Luxor por 300 000 francos de la época, un deseo con el que siempre había soñado Napoleón. En 1829 regresa Champollion a su país con la promesa de que el obelisco escogido iría a París.  Una vez cobrada la suma acordada, el ingeniero Jean Baptiste  Apollinaire  Lebas se encargó del traslado.
     Para tan ingente tarea se construyó un barco especial, el “Luxor”. Todo un acierto la elección del nombre, que partió del puerto francés del Tolón en abril de 1833, para regresar al puerto de partida tras una travesía de cuarenta días, pero no llegaría a París hasta finales de diciembre del mismo año, para ser finalmente erigido en su ubicación actual, la plaza de la Concordia , en presencia de una gran multitud de curiosos, se calculan unas 250 000 personas, el 25 de octubre de 1836. Cuando se estaba llevando a cabo el plan, el momento de mayor tensión se produjo cuando las cuerdas que estaban utilizando para ponerlo en pie empezaron a resquebrajarse amenazando con romperse, en ese mismo momento salió una voz del público que presenciaba el hecho ¡mojad las cuerdas!”*, y éstas resistieron. La operación concluyó con éxito, por fin descansó el ingeniero Lebas después de la tensa espera. Misión cumplida. Desde ese momento se convirtió en el monumento más antiguo de París, en el más veterano protector de la capital, como dirían los egipcios de aquella época, ya que, Tejen, es como denominaban a los obeliscos, término que significa protección o defensa. En la actualidad, por su privilegiada ubicación es observado por miles y miles de personas diariamente.
*Según nos informa Cristian Jacq en un anexo de su libro mencionado.
Nota: Si pinchas en shen, podrás escribir tu nombre en un cartucho en caracteres jeroglíficos.
  R.R.C.

viernes, 22 de febrero de 2013

El juicio de Osiris


     Este precioso papiro egipcio datado en el siglo XIII antes de J. C. y conservado en el Museo Británico de Londres, es uno de los fragmentos más apreciados del Libro de los Muertos, en el que aparece Hunefer, un importante escriba que prestó sus servicios en la corte de Tebas al faraón Seti I. Se representa su comparecencia, una vez fallecido, ante el supremo tribunal de Osiris, en el que podemos observar al dios Anubis con su típica cabeza de chacal pesando en la balanza el corazón de Hunefer, nombre con el que se conoce este papiro. En el otro platillo de la balanza de Maat, diosa que simboliza la verdad, la justicia y la simbología cósmica, coloca una pluma de avestruz conocida como: “pluma de la verdad”. Otro dios del panteón egipcio, Thot, identificado con la sabiduría, los conjuros mágicos, etc. con cabeza de Ibis (ave con cuello largo y pico curvado hacia abajo), toma nota del resultado de la operación, de la que dependerá que el difunto tenga o no vida futura, para lo cual, el corazón deberá pesar igual que la pluma. Si no ocurriera así, el fallecido sería devorado inmediatamente por un ser monstruoso que aparece expectante: Ammyt, al que podríamos denominar, “devora corazones ” o “devora muertos”. Esta extraña criatura presentaba cabeza de cocodrilo, seguida de cuerpo de león y rematada con la parte trasera de hipopótamo. De esta horrible manera terminaría su paso por la otra vida y perdería su condición de eternidad.

     En la parte superior del papiro, el difunto aparece haciendo reverencias a una serie de dioses que portan la cruz de asas, la cruz de la vida, con la esperanza de ganarse su favor y tenerlos de aliados cuando llegue el momento de encontrarse con Osiris. En la parte inferior, y siempre vestido de un impoluto blanco, aparece de la mano de Anubis. Una vez superado el juicio al que ha sido sometido, es presentado por el dios celeste Horus con su típica  cabeza de halcón ante Osiris, el dios de los muertos, el que tiene la última palabra, sentado en su trono con sudario blanco y tez de un intenso verde, que indica la regeneración y la innovación. Representado a mayor tamaño en un habitáculo independiente, con el bastón curvado y el flagelo en sus manos, que hacen alusión a su poder y al Bajo y Alto Egipto. Tras él, su hermana y esposa la diosa Isis, que recompuso su cuerpo y lo resucitó después de haber sido asesinado por Shet, otro dios del panteón egipcio; y su otra hermana Neftis, diosa de la oscuridad y madre de Anubis. El ojo vigilante de Horus, en lo alto, representado de forma esquemática y símbolo de la clarividencia, ocupa un lugar destacado en el habitáculo del dios de los muertos.
      En todo el papiro y en columnas verticales, las imágenes aparecen acompañadas de textos jeroglíficos que forman parte del Libro de los Muertos, que acompañaba a los difuntos en sus sarcófagos, siempre que se los pudiesen pagar, ya que, frecuentemente, suponía los ahorros de toda una vida de trabajo para poder adquirirlo y, así, utilizarlo en el más allá como una especie de abogado defensor, ante el tribunal al que rendía cuentas. Este fragmento que estamos viendo es muy interesante, ya que trata de una cuestión fundamental, nada menos que del juicio de Osiris, que tenía que decidir si pasabas a la vida eterna. Pero una de las partes más significativas del libro, era el fragmento correspondiente a la confesión negativa que el difunto hacía en su defensa, negando una serie de hechos considerados como malos, que él afirmaba no haber realizado.  Además, tenía que salvar toda suerte de obstáculos, resolver complicados acertijos, y dominar una serie de conjuros si quería alcanzar la inmortalidad en una próspera y fresca tierra, que le permita vivir en paz y armonía para siempre.

      Para nuestra mayor tranquilidad, el escriba Hunefer ha superado el juicio de Osiris. Ha sorteado con éxito todos los problemas que ha ido encontrando en el más allá.  Ahora, estará disfrutando de la vida eterna que tanto anhelaba. Si deseas escribir tu nombre en caracteres jeroglíficos pincha aquí
          R.R.C.
NOTA: Fotos del autor.

El Código de Hammurabi

     La estela en donde se encuentra grabado este código, fue hallada en la antigua ciudad de Susa. En la parte superior de la misma, vemos al propio Rey de pié, recibiendo del dios Shamas (el Sol, salen rayos de luz de sus hombros), las doscientas ochenta y dos leyes que aparecen grabadas en lengua cuneiforme acadia, en la parte central de este impresionante monolito de diorita de 2,25 metros de altura, expuesto en la actualidad en el Museo del Louvre de París. Dependiendo de la cronología que utilicemos, lo podemos datar en torno al año 1750 antes de J.C, por seguir una fecha intermedia. No es el primer código de leyes que se conoce, pero sí uno de los más antiguos, pues trata de recoger y recopilar leyes que se habían establecido por escrito anteriormente. Se ha dicho de él, que se basa en la famosa ley del Talión,  que deriva de la palabra latina "talis" que significa idéntica: “ojo por ojo, diente por diente”, ocurre así en algunos de sus apartados, pero no siempre. Lo que sí es cierto es, que este código de leyes, por duro que nos parezca, supone un freno a la venganza que es mucho peor, pues si recordamos al clásico: “la venganza es un plato que se sirve frío y se come despacio”, sólo el enunciado aflige. A su vez, este código tuvo una gran influencia en otros posteriores, incluso en el Antiguo Testamento, como podemos comprobar en diversas ocasiones.
     Una versión crítica y ampliamente comentada del famoso código, es la que nos ofrece el profesor de Historia antigua de Madrid, Federico Lara Peinado, me estoy refiriendo a la publicada por la desaparecida Editora Nacional de antaño, la que yo, personalmente, leí y trabajé en su momento. En adelante, utilizaré este libro para avanzar en el conocimiento de este tema. Hammurabi fue el sexto rey de la dinastía amorrea de Babilonia y poco antes de finalizar su reinado, mandó grabar en estelas de piedra y repartirlas por las capitales de su Imperio, un conjunto de leyes, para el mejor conocimiento de la población, y uno de estos monumentos es precisamente el que nos ha llegado hasta nosotros, descubierto a principios del siglo XX por J. de Morgan.
     Estas leyes llegaron a constituir la aportación literaria más impresionante de su momento y venían a sancionar parte de la jurisprudencia anterior. El Código aparece dividido en tres bloques: prólogo, cuerpo legal y epílogo. El cuerpo legal cuenta con los ya mencionados doscientos ochenta y dos artículos, de los que sólo se han perdido unos pocos, formulados de una manera sencilla y en forma condicional. No se observa que exista una ordenación sistemática, aunque algunas materias vienen tratadas más o menos en conjunto. Lara Peinado resume y estructura su contenido a grandes rasgos de la manera siguiente:
     - Infracciones procesales: artículos del 1 al 5.
     - Estatutos de la propiedad: artículos del 6 al 25.
     - Beneficios y obligaciones derivadas de feudos militares: artículos del 26 al 41.
     - Relaciones de posesión y de otra especie: artículos del 42 al 78.
     - Préstamos y otros negocios mercantiles: artículos del 88 al 126.
     - Matrimonio y familias: artículos del 127 al 177.
     - Sacerdotisas: artículos del 178 al 184.
     - Adopción: artículos del 185 al 195.
     - Lesiones corporales y aborto: artículos del 196 al 214.
     - Médicos, arquitectos y barqueros: artículos del 215 al 240.
     - Materias agrícolas y ganaderas con sus sanciones penales: artículos del 241 al 272.
     - Salarios y alquileres: artículos del 273 al 277.
     - Compraventa de esclavos: artículos del 278 al 282.
     Resumiendo, su derecho penal lo hizo descansar en la Ley del Talión, siempre que fuesen ciudadanos de la misma categoría social, cuestión importantísima ésta, ya que el daño causado, no se devolvía, cuando la víctima era de una categoría inferior al agresor. En este punto al menos, el nuevo código, suponía una regresión respecto a los anteriores.
     El código de Hammurabi, aparte de su alta significación jurídica, también fue muy apreciado como obra literaria, prueba de ello es que se copió una y otra vez en las escuelas de escribas hasta la mitad del primer milenio antes de J.C. como demuestran tablillas de arcilla encontradas que apuntan extractos de sus leyes. Por último, siguiendo la opinión de J. Klíma,  “esta obra no fue superada en extensión por las leyes romanas…. Sólo el código de Justiniano del siglo VI después de Cristo, excede en extensión la obra jurídica de Hammurabi”.
Nota: el articulado del código lo encontrarás en el siguiente enlace: Pincha aquí

     R.R.C.