sábado, 28 de septiembre de 2013

Mel Ramos


    
     Es un pintor norteamericano actual afincado en España, concretamente en un pueblo catalán de la provincia de Tarragona. Nació en 1935 en la localidad de Sacramento, en el Estado de California. Es conocido sobre todo por el arte que desarrollará  en los años 60, en la línea del Pop Art, del que ya hemos tratado en una entrada anterior en este blog, cuando exponía una conocida obra de su colega Andy Warhol. Su fama se agranda con las pinturas de superhéroes que obtiene de cómics conocidos, pero son en los cuadros que ejecuta a mediados de la década de 1960, cuando combina desnudos de mujeres un tanto idealizadas, con anuncios de conocidísimas marcas comerciales. Todo ello expresado con un rico colorido, característico del arte Pop. Sus pinturas se han podido ver en importantes exposiciones, tanto en Estados Unidos como en Europa, dedicadas a este estilo artístico.


     “Ramos ridiculiza la publicidad, que comercializa sus productos convirtiéndolos en objetos sexuales. No se trata de exhibir carne, sino de jugar con el cliché”, apuntó en cierta ocasión el comisario de una de las exposiciones llevadas a cabo por este autor, quien defendió la obra frente a las críticas que se produjeron. Su concepción del arte puede parecer frívola para algunos críticos, sin embargo, otros no lo ven así. Las que podríamos denominar las súper mujeres, chicas que salen de un plátano, adornan una cajetilla de cigarrillos, o abrazan una botella de Coca cola o de 7 Up, son la principal seña de identidad del artista. Estas chicas no posaban directamente para él, sino que trabajaba a partir de fotografías que tomaba de ellas.
   
  
     El mismo autor confiesa en una entrevista que le realizó Águeda B. Esteban y publica en su blog, que desde muy joven, no iba con él el expresionismo abstracto, movimiento artístico que le tocó vivir, y prefirió hacer retratos de héroes de comics como: Superman, Batman, Superwoman...;  y esto le llevó al Pop Art. También pone de manifiesto su fascinación por el sexo y la publicidad en los medios populares. “No es sexo, es nudismo: es la figura humana”, sentencia en otra entrevista en 2011. En fin, la mejor forma de conocer a un artista es ver su obra. Juzguen ustedes mismos con esta muestra de imágenes y a continuación, si dispone de más tiempo, del vídeo bajado de YouTube.

     R.R.C






martes, 3 de septiembre de 2013

La baraja española

     Siempre me han gustado las cartas que integran la baraja española. Ya de niño me llamaban la atención, al igual que le ocurría a otros amigos míos de la misma edad, prácticamente era lo único que teníamos para entretenernos y pasar el rato lo mejor posible. Actualmente, considero que estos naipes (cartas) que forman parte de esta baraja, son una auténtica obra de arte, si se prefiere, en pequeño. Por otra parte, el diseño de las cajetillas de cigarrillos merecería una entrada separada, pero baste decir, que veo en ellas tanto arte como en estas cartas, si no fuera por el horrible texto que cada vez ha ido ocupando más espacio, hasta dejar casi irreconocible la imagen original recordándonos los peligros del tabaco, que las autoridades le obligan a llevar, y que considero necesario. ¿A quién no le atrae el bonito dibujo de un dromedario situado en el desierto, con pirámides y palmeras de fondo, de una conocida marca de tabaco, si no fuese por la advertencia sanitaria? Además, el juego de las cartas y la actividad de fumar, frecuentemente van de la mano, no digo que sea deseable, me limito a poner sobre el tapete, y nunca mejor dicho, una constatación. Si centramos nuestra atención en el tamaño habitual de las barajas y de los paquetes de tabaco, advertimos de que son muy similares, en ambos casos rectangulares, y no un rectángulo cualquiera, sino uno muy concreto, el que se considera en arte el “rectángulo prefecto”, aquel que se obtiene con el número Fi: 1,618, es decir, un rectángulo que cumpla la siguiente proporción: 1,618 de largo por 1 de ancho. En el caso de la cajetilla de tabaco es así, cuyo objetivo, qué duda cabe, es hacerla más atractiva a la vista del consumidor. En el caso de las cartas, se aproximan mucho a esta proporción: 1.583 de largo por 1 de ancho.
     La baraja española es singular, sus cartas, como veremos más adelante, presentan unas peculiaridades que la hacen diferente del resto de barajas del mundo. Para empezar, hay que dejar claro que no es un invento español. Al igual que ocurre con muchos otros juegos, es de invención china y fueron los europeos los que la trajeron a Europa a finales del siglo XIV. Lógicamente, la baraja que vemos hoy en día, no tiene nada que ver con esta, pues cada pueblo europeo adaptó las cartas a sus costumbres, gustos y tradiciones, siendo, precisamente la española, la que más destaca por la variedad, colorido y riqueza de sus diseños. En primer lugar se adoptó en Nápoles, cuando este reino estaba bajo soberanía aragonesa y pronto pasó a tierras españolas, en donde la baraja experimentó una evolución independiente y distinta a la napolitana, hasta llegar a la que conocemos en la actualidad, que debemos a un impresor burgalés de origen francés y residente en la ciudad de Vitoria, H. Fournier, el cual presentó una baraja litografiada en 1868, (un año antes de la Revolución de la Gloriosa llevada en España contra Isabel II), y que fue premiada en la Exposición Universal de París. No obstante, el diseño que podemos ver hoy se lo debemos a Augusto Rius, realizado para el propio Fournier.
     Las figuras que aparecen en estos naipes son, claramente, de inspiración medieval y sus cuatro palos: oros, copas, espadas y bastos, simbolizan los cuatro estamentos por los que estaba formada la sociedad de la época: la burguesía dedicada al comercio y gente de dinero (oros); clero y otros religiosos (copas); nobleza y ejército (espadas); por último, agricultores, siervos y demás laboratores (bastos). Por lo tanto, a la sociedad en su conjunto se le hace partícipe del juego.
     Podemos destacar algunas curiosidades: los reyes se representan como hombres mayores y barbudos, pero no todos de la misma edad, pues el de copas y el de oros, parecen más jóvenes que los de espadas y bastos; mientras que los caballos de estos dos últimos palos miran hacia la derecha, los otros dos lo hacen hacia la izquierda, y ya viene ocurriendo así desde el siglo XVIII. Otro hecho que llama nuestra la atención es, que posiblemente, sea la única baraja del mundo en la que no aparezca una figura femenina. Sería oportuno hacer una apreciación respecto a este último punto, pues hay quién ha sugerido que los pajes, que posiblemente simbolizan a un criado o mensajero, que aparecen en la carta número diez conocidos popularmente como sotas, se representan ligeramente afeminados (espero que nadie vea en esta afirmación ningún tipo menosprecio a otras opciones sexuales, desde luego no está en mi intención, me limito a recoger la sugerencia).
     Se remonta al siglo XVI otra característica que hace aún más única, si cabe, a la baraja española. Es el hecho de que el rectángulo que enmarca a las figuras, en sus lados superior e inferior, deja unas discontinuidades denominadas pintas, que nos sirven para saber a qué palo corresponde la carta, sin necesidad de desplegarla. Mientras que las de oros no tienen ninguna discontinuidad, las de copas tienen una, las de espadas dos y las de bastos tres pintas. Como el número correspondiente aparece en las esquinas, podemos saber la carta de que se trata solo con ver una pequeña parte de la misma, con lo que evitaremos posibles mirones que nos fastidien la partida.
     Una baraja completa tiene, al menos, cuarenta cartas: del uno al siete y sota, caballo y rey. También puede tener las cartas correspondientes al ocho y al nueve, en este caso contará con cuarenta y ocho cartas, e incluso dos que popularmente se denominan monos, en total cincuenta. Todas ellas son completas, pues el hecho de variar el número depende del juego que queramos emprender. Personalmente, no se encuentra entre mis intereses el juego de cartas, a conocidos míos les entretiene más que a mí, saben pasar un buen rato con ellas, siempre que no se convierta en un vicio ¿por qué no? Yo, prefiero quedarme con la estética de estos naipes.
     Desde 1986 existe en la ciudad de Vitoria un museo de la baraja española, que cuenta, según tengo entendido, con más de tres mil ejemplares, aportados por los herederos del fabricante H. Fournier.
       R.R.C.
Apéndice:
LA CAJETILLA DE TABACO


     El diseño de las cajetillas de cigarrillos merecería un comentario, si no tan extenso como los naipes de la baraja española, puede haber en ellas tanto arte como en esas cartas que los jugadores empedernidos manejan con tanta destreza, si no fuera por el horrible texto que cada vez ha ido ocupando más espacio, hasta dejar casi irreconocible la imagen original, recordándonos los peligros del tabaco que las autoridades le obligan a llevar y en el que yo, no voy a entrar. ¿A quién no le atrae el bonito dibujo de un dromedario situado en el desierto, con pirámides y palmeras de fondo, dibujados en colores cálidos, en un lugar exótico y que muchos quisieran visitar de una conocida marca de tabaco, si no fuese por la advertencia sanitaria? Hay que recordar que, a pesar del nombre que aparece en el paquete no es un camello, ya que estos presentan dos jorobas. Además, el juego de las cartas y la actividad de fumar frecuentemente van de la mano, no digo que sea deseable, me limito a poner sobre el tapete, y nunca mejor dicho, una constatación.

     Si centramos nuestra atención en el tamaño de los paquetes de tabaco, advertimos de que son muy similares a los naipes, en ambos casos rectangulares, y no un rectángulo cualquiera, sino uno muy concreto, el que se considera en arte el “rectángulo prefecto”, aquel que se obtiene con el número Fi: 1,618, es decir, un rectángulo que cumpla la siguiente proporción: 1,618 de largo por 1 de ancho. En el caso de la cajetilla de tabaco es así, cuyo objetivo, qué duda cabe, es hacerla más atractiva a la vista del consumidor. En el caso de las cartas, se aproximan mucho a esta proporción: 1.583 de largo por 1 de ancho. Para concluir, recuerdo una anécdota de un amigo de juventud que afirmaba, que las pirámides que más le gustaban no eran las de Egipto, sino las que veía en la cajetilla de tabaco que llevaba en el bolsillo. Sobre gustos…

NOTA: La marca de tabaco norteamericana CAMEL tiene ya más de un siglo. Se empleó una mezcla de tabaco nacional de Virginia con tabaco turco, y de ahí esa portada tan exótica del famoso dromedario convertido en camello, al que le añadieron un fondo con pirámides egipcias, que nada tenían que ver con Turquía. Un error clamoroso que se mantuvo en el tiempo por un estudio de márquetin, al relacionar la cajetilla de tabaco con interesantes y misteriosos lugares lejanos.          
           R.R.C.
NOTA II: Imágenes descargadas de Internet.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Fredegunda

     Neustria fue un reino de la época merovingia que comprendía la región noroeste de la actual Francia y su capital era Soissons. La protagonista de nuestra historia fue una bella joven franca de origen humilde que vivió en el siglo VI de nuestra era, y llegó a ser reina de este estado después de cometer una serie de asesinatos con tal de alcanzar el poder y dejar a su hijo de heredero. La conocida frase de Maquiavelo “el fin justifica los medios” alcanza su máximo exponente en esta terrible biografía, que bien se podría convertir en una película de cine negro.
     Su lugar de nacimiento parece ser que fue Montdidier al norte de Francia hacia el año 545. En sus comienzos fue una empleada de palacio al servicio de la que entonces era la reina y  primera esposa de Chilperico I de Neustria, pero pronto se le metió en la cama convirtiéndose en su amante, aprovechando con gran habilidad su belleza para empezar su carrera política: de alcanzar el trono en primer lugar; y dejar a un hijo suyo de heredero cuando tuviera ocasión. Ambas cosas consiguió utilizando con gran maestría el engaño, la traición y el asesinato, sin ningún tipo de escrúpulo ni remordimiento, pues el sentimiento de culpa no iba con ella, simplemente le era ajeno a su personalidad fría y calculadora, típica de una psicópata desarmada. De esta mujer de baja extracción se apoderó una gran ambición, que le hizo no detenerse ante nada y sobre todo ante nadie. Consigue al fin, que en el año 567 el rey repudie a su esposa Audovera de la que ella era su criada, aunque en esta actuación real también pesaron otras razones de tipo político. Pero Fredegunda tuvo que esperar, todavía no había llegado su momento.
     Chilperico se casa con una hija del rey visigodo de España llamada Galswinta, ¡vaya nombres! Lógicamente, este nuevo matrimonio no gustó para nada a Fredegunda, pero continuó de concubina real y siguió influyendo en el monarca para que esta unión no llegara muy lejos. Con sus continuas injerencias consiguió acabar con la paciencia de la nueva reina, que le pide a su marido romper el matrimonio y regresar a España. No hizo falta, a los pocos meses apareció estrangulada en su cama. Gregorio de Tours,  un obispo del siglo VI y por lo tanto contemporáneo a los hechos que aquí se exponen escribió: “el rey lloró amargamente su muerte y a los pocos días se casó con Fredegunda”. La pregunta que cabría hacerse ante esta muerte es la siguiente: ¿quién fue la persona que más se benefició de ella? En fin, todas las sospechas recayeron en el rey y su concubina.
     Conseguido su primer objetivo de convertirse en la esposa del rey de Neustria empieza a ejercer como ella sabía, utilizando el asesinato como medio de actuación política. Su marido tuvo un enfrentamiento con el rey del estado vecino, en cuyo origen estaba, precisamente, la muerte de su antecesora en el cargo, pues bien, ella contrató a dos sicarios para que lo asesinaran, como así hicieron. La actuación criminal de la reina no había hecho nada más que empezar.
     Hay que recordar que la primera esposa del rey continúa viva y había tenido tres hijos con él, que serían los legítimos herederos al puesto paterno, cosa que Fredegunda no estaba dispuesta a consentir. Decide acabar con la ex reina Audovera y sus tres hijos, para allanar el camino al trono de un descendiente suyo. Empieza la serie de asesinatos con el hijo mayor que se llamaba Meroveo, y que fue víctima de una emboscada provocada por su propia gente, pero una de las hipótesis es que murió asesinado por hombres contratados por la reina. Poco tiempo después fallecieron sus dos hermanos menores, y la antigua reina fue asesinada en el convento en el que se encontraba recluida tras ser repudiada por su marido.
     El problema al que tuvo que enfrentarse ahora Fredegunda es a la muerte prematura de sus propios hijos y, por lo tanto, aunque el camino para la sucesión real lo tenía despejado, se encontró con este inconveniente. Incapaz de comprender el problema, pues morían de enfermedades infecciosas, muy comunes en aquella época, pensó que podía tratarse de un castigo divino. Motivos desde luego tenía, si tenemos en cuenta como actuaba. Para tratar de remediarlo, otorgó importantes cantidades de dinero a la iglesia, con el objetivo de aplacar la ira de Dios contra su descendencia. Tampoco se olvidó de perseguir la brujería, por si acaso sus hijos estaban siendo víctimas de algún tipo de maleficio.
     Al fin, en el año 584 nace un hijo que le sobrevivirá, el futuro rey franco Clotario II. Precisamente, ese mismo año su marido, al que por lo visto ya no necesitaba, muere asesinado a puñaladas al descender de su caballo cuando venía de una jornada de cacería. ¿Quién era la más beneficiada por esta nueva muerte violenta? La respuesta es evidente: Fredegunda. Pues muerto Chilperico ella se convertiría en regente y su hijo se encontraba allanado el camino de la sucesión. Además, tenía un amante de Neustria llamado Landry, que lo nombraría su lugarteniente y corría el riesgo de ser descubierta por su marido. Si a este espinoso asunto añadimos que era probable que fuese el padre de su hijo, qué más necesitamos saber para suponer que desearía la desaparición de su esposo. Otra hipótesis, es que la muerte del rey también era deseada por la reina de Austrasia, hermana de su segunda mujer que apareció estrangulada, y el asesino que huyó pudo estar al servicio de su ex cuñada.
     Como no estaba claro que el hijo de Fredegunda lo fuese también del rey, pues había quién se lo atribuía a su amante, por otra parte, algo perfectamente plausible, hizo llamar a trescientos obispos y grandes señores para que jurasen que era hijo de Chilperico, como así hicieron y despejaron la vía sucesoria. ¿Qué resultado hubiese deparado la prueba de ADN, de haber existido entonces?
     Su lista de asesinatos podría haber sido más larga de no haber tenido algún fracaso en sus maléficos planes. No fue así, cuando intentó eliminar al obispo de Rouen, Pretextato, hombre afable y de gran corazón, sencillamente porque no le caía bien, y según ella le había traicionado. Él mismo la responsabilizó de su asesinato, después de ser apuñalado en el interior de su iglesia por sicarios suyos. Como no murió en este primer intento, envió a sus médicos con el pretexto de curarle, para que lo rematasen, y así ocurrió. Como el rey de Borgoña no aprobó este nuevo asesinato, le entregó al asesino que estaba a su servicio para que fuese torturado y ejecutado. Así sucedió. Pero la historia no acaba aquí, pues fue acusada por un noble de estar detrás de la muerte del obispo, ésta le invita a beber una copa de despedida, ya que tenía que irse, y al instante cae fulminado por el veneno que ingiere.
     Bien, además del hijo ya mencionado, la reina tenía otra hija, por la que, evidentemente, sentía menos predilección. Se llamaba Rigonda y las discusiones entre ellas eran el pan de cada día, a su vez, su hija la acusaba de roñosa. Un día, le pide que la acompañe a una habitación en donde guardaba un cofre lleno de riquezas, para ofrecerle lo que ella quisiera. Mientras estaba agachada para ver lo que le gustaba, su madre dejó caer la tapa sobre su cabeza y la presionó contra ella, al final desistió y no la mató, pero el escarmiento fue tremendo.
     Entre sus asesinatos frustrados hay que poner en su haber el del rey de Borgoña. Lo consigue con el rey Childeberto II de Austrasia, que muere envenenado con tan sólo veinte y seis años, se sospecha de su autoría porque ya lo había intentado otras veces, aunque hay otras hipótesis. Al fin, la muerte le alcanza a ella en el 597 en su residencia de París. Muere en su cama y de forma natural a los cincuenta y dos años de edad por disentería, una enfermedad habitual en aquella época que no tenía remedio. Queda como heredero al trono su hijo Clotario II con tan solo trece años. Sueño cumplido. ¿O debería decir pesadilla?
     R.R.C.
Pintura en la que aparece Pretextato en su lecho acusando a Fredegunda de su intento de asesinato

domingo, 1 de septiembre de 2013

El calendario románico agrícola de San Isidoro de León

     En agosto de 1996 pasé unos días en León con el objetivo de conocer esta hermosa ciudad y visitar, especialmente, su bellísima catedral gótica y la iglesia románica de San Isidoro, levantada sobre otra basílica más antigua de arte asturiano. El templo actual se remonta al siglo XI y es de planta basilical de tres naves sobre pilares con medias columnas adosadas, que sostienen arcos peraltados de medio punto. La nave central se cubre con bóveda de medio cañón, mientras que las laterales lo hacen con bóvedas de arista, como es habitual en este tipo de construcciones. Posiblemente, lo más interesante lo encontramos en el Panteón de los Reyes, construido por doña Sancha entre los años 1056 y 1066 para enterrar a su esposo Fernando I de Castilla. Consta de tres naves con bóvedas de arista sobre columnas y pilares con columnas adosadas. Las primeras, cuando son exentas tienen un grosor enorme, desproporcionado con su altura y descansan sobre una sólida base con plinto. Cuando me encontré en su interior, recordé, que algunos lo consideraban la “Capilla Sixtina del arte románico español,” pues los pintores castellanos decoraron las bóvedas y parte de los muros durante el reinado de Fernando II, en el último tercio del siglo XII. Aparecen representados el Pantocrátor rodeado del Tetramorfos, la anunciación a los pastores, la degollación de los inocentes, entre otras escenas bíblicas. Pero no fue en una bóveda, sino en el intradós de un arco, en donde observé la representación que me resultó más curiosa, y la única cuya temática no era religiosa. Me refiero a las figurillas que aparecían en los doce círculos que simbolizaban los meses del calendario románico agrícola, aunque hoy día hay quién lo interpreta como una metáfora del paso del tiempo y no un calendario propiamente dicho.
     Esta pintura llamó mi atención, por la información que nos transmite de aquella sociedad rural que contaba con lo justo para subsistir, pues nos informa de una manera gráfica y sencilla, sobre cuál era la actividad más importante de cada mes de los habitantes leoneses de ese período. Tarea que no nos llevará mucho tiempo, sólo tenemos que echar un vistazo al interior del arco para averiguarlo.
     Empezando por el mes de enero, nos encontramos un hombre con cuerpo de frente y doble rostro, que mira a su derecha y a su izquierda. Mientras cierra una puerta con su mano derecha (el año que termina), abre otra con su mano izquierda (el año que comienza). Imagen inspirada en el dios romano Jano Bifronte que miraba simultáneamente a oriente y occidente. Considerado como el portero que abría y cerraba las puertas o épocas.
     El mes de febrero aparece representado por un anciano cubierto por una pesada capa de color oscuro, para resguardarse del frío de los duros inviernos de León, a la vez, que deja al descubierto sus manos y sus pies, que calienta en una hoguera próxima.
     En el mes de marzo, nos encontramos con un hombre en plena faena agrícola, concretamente se encuentra podando con unas grandes tijeras una planta de vid. La importancia del vino como complemento de la alimentación en estos momentos y como bebida reparadora, es conocida por los historiadores.
     El mes de abril se encuentra representado por un hombre de frente, que nos mira complacido con los brazos extendidos, portando una planta en cada mano. Podría indicarnos la llegada de la primavera y la recogida de algunas cosechas.
     El mes de mayo es menos pacífico, aquí nos encontramos con un militar que prepara su caballo y su escudo, para una campaña bélica que empezaban con el buen tiempo en la Edad Media. La desproporción de las figuras resulta llamativa. En los meses siguientes dominan las tareas agrícolas.
     El mes de junio aparece representado por un hombre que trabaja la tierra y, lamentablemente, el paso del tiempo nos ha privado de ver su rostro y la planta que sujetaba con su mano izquierda, la cual, trataba de cortar con la hoz que porta en su mano derecha. Es en el verano cuándo se recogía gran parte de lo que producía la tierra de labor.
     En el mes de julio se continúan con las labores del mes anterior. Aquí no hay dudas de lo que vemos: un hombre segando un campo de trigo con una hoz.
     En el mes de agosto toca la trilla de los campos, separar el grano de la paja, una vez que se ha realizado la siega. El mayal es la herramienta que porta el agricultor en esta escena y que servía para tal fin. Con ella podemos comprobar como golpea el cereal, in situ.
     En septiembre nos encontramos con la recogida de la vid. Actividad importante donde las haya. Recordemos la significación del vino ya mencionada.
     En octubre se hace referencia a la crianza de los animales. Concretamente aparece un hombre alimentando a dos cerdos con bellotas, para su posterior sacrificio, como podemos comprobar en el mes siguiente.
     Noviembre era el mes de la matanza del cerdo, pues lo que se obtenía de él era relevante en el sustento de estas gentes. El frío del invierno hacía que se conservara durante más tiempo y en buen estado su carne. Un matachín lo sujeta por las orejas poco antes de matarlo con una picaza.
     En diciembre había que descansar y resguardarse del duro invierno. Ya se habían realizado las tareas agrícolas y ganaderas que proporcionaban la comida, e incluso se había ido a la guerra. Este mes aparece representado por un hombre sentado a la mesa frente al fuego y sobre ella una copa de vino. Porta un cuenco de comida en su mano izquierda, mientras lo bendice con tres dedos de su mano derecha (es la forma de bendecir). Recordemos que nos encontramos en el mes de la Navidad y la sociedad a la que corresponde este calendario era profundamente cristiana. Por otra parte, mientras en los meses anteriores nos encontramos con hombres jóvenes, éste ya es mayor, probablemente, haciendo referencia al año que termina.
     Respecto a las características que presentan estas pinturas, son las típicas del arte románico: silueta realizada con un contundente trazo negro que resta naturalismo a las figuras, prefieren el color puro a la presencia de tonalidades, carencia de perspectiva, fondos neutros, ausencia de luz, esquematismo, etc. Todo lo cual conlleva una forma de representación antinaturalista.     
     No sé si de las doce escenas, alguna tiene más valor artístico que las demás. En mí, como se suele decir, modesta opinión, el mes de noviembre sería el que destacaría, a la vez, que fue el que más me impresionó, por la crudeza de la acción de matar al pobre animal. Motivo por el cual, no compré la reproducción del mismo que te ofrecían a la salida de la iglesia y preferí llevarme otras dos, las correspondientes a los meses de septiembre y octubre, más agradables y, sobre todo, pacíficas. Comprar las reproducciones en cerámica (muy bien hechas, por cierto) de los doce meses resultaba algo caro, pero comprar un mes o dos, estaba al alcance de cualquier bolsillo.
Nota: Sobre el Panteón de los Reyes de San Isidoro de León hay otra entrada en agosto de 2013.
     R.R.C.