domingo, 31 de mayo de 2015

Blas de Lezo


     Menuda pitada al himno nacional tuvimos que escuchar en la final de la Copa del Rey en el Camp Nou. Yo fue lo único que vi, porque el fútbol no me interesa en absoluto. La expresión severa de Felipe VI contrastaba con el rostro sonriente de Artur Mas. Por otra parte, ya se esperaba, y tendremos que ir acostumbrándonos a la nueva versión pitada del himno español cuando jueguen estos equipos. Los nacionalistas llevan mucho tiempo adoctrinando a la población en el odio a España, sin que los sucesivos gobiernos hayan hecho nada. Por referirme solo a los nacionalistas catalanes han convertido una guerra de sucesión (que tuvo lugar en el siglo XVIII), en una de secesión que no tiene nada que ver, como podemos comprobar en los libros de texto que estudian sus escolares.

      Hace poco, exigieron al Ayuntamiento de Madrid que retirara una estatua que había levantado en honor de Blas de Lezo. Menos mal qué no le hicieron ni caso. Para el que no lo sepa, este personaje es, probablemente, el mayor héroe de la historia de España. Con tan solo veinticinco años ya había perdido en diversos combates diferentes partes de su cuerpo, por lo que le llamaban “Medio-hombre”. Así, en el asedio a Barcelona en la guerra de Sucesión perdió un brazo luchando, según ellos, en el bando equivocado. Pero lo más importante que hizo fue la defensa de Cartagena de Indias frente a los ingleses, que se la querían arrebatar a los españoles en el siglo XVIII, lo cual hubiera supuesto que, en Sudamérica, hoy se hablara inglés en lugar de español, que es lo que hubiesen preferido los del pito. Pero lo increíble es que con tan sólo seis barcos y tres mil hombres, derrotó al almirante británico que disponía de 180 barcos y 25 000 combatientes.

    La diferencia de fuerzas era abismal, hasta el punto, que los ingleses ya habían emitido moneda para conmemorar la victoria de esta batalla antes de que se produjese, en las que aparecía de pie Vernon recibiendo las llaves de la ciudad de manos de su defensor arrodillado. Hecho que nunca se hubiera podido producir, por la pata de palo que llevaba Blas de Lezo (algo que desconocían) y, porque él habría luchado hasta la muerte por defender la posesión española. Por tanto, tuvieron que meterse sus monedas por el mejor sitio posible. Así que, con un ojo, un brazo, una pierna y dos cojones (que los tenía intactos), le bastó para infligir la mayor derrota que la marina británica ha sufrido en toda su historia. Por cierto, Vernon, en su humillante huida dedicó estas palabras a su oponente español: ¡Qué Dios te maldiga, Lezo!
    
     En fin, que podemos hacer ahora con estos amigos del pito, para explicarle que el nacionalismo no es bueno para su salud, ya que recordando a De Gaulle, la diferencia entre el nacionalista y el patriota radica: en que el primero odia más a los demás de lo que quiere a su patria; mientras el segundo solo se interesa por el amor a su país. Y todos sabemos, que vivir con odio perjudica seriamente la salud (sube la presión arterial, por ejemplo), además de causar adversidad, cuando ya conocemos desde la Ilustración, que el hombre tiende a la felicidad por naturaleza.

Nota: De Blas de Lezo no se habla en la enseñanza española. Si se le pregunta a un alumno de secundaria por un almirante famoso te contestará: ¡Nelson!, o por una batalla: ¡Trafalgar! Es una verdadera pena. En mi opinión, lo considero a la altura del rey espartano Leónidas. Si hubiera sido norteamericano nos saldría hasta en la sopa, por la cantidad de películas que hubieran hecho de él. Es un héroe sin parangón. Nunca perdió un combate en donde participó; nunca incumplió una orden; nunca manifestó una queja, ni aun cuando le tuvieron que amputar una pierna sin anestesia. Todo un ejemplo.
      R.R.C.
NOTA: Primera imagen (estatua) del autor.

lunes, 18 de mayo de 2015

El cojín de Fernando VII

     
     Los faraones egipcios tenían por costumbre casarse con sus hermanas, para que la sangre real no se mezclara con la popular. Lo único que consiguieron con eso fue dejar seriamente mermada con diversas patologías (consecuencia de la consanguinidad) a su descendencia. La monarquía española no llegó a tanto, prefirieron sobrinas y primas para sus matrimonios a hermanas, que por otra parte, la Iglesia católica nunca las hubiera aceptado. Valga como ejemplo, ya que recientemente he escrito sobre ellos: que Isabel II  se casó con un primo hermano suyo por parte de padre y por parte de madre; su abuelo Carlos IV casado con una sobrina; y su madre María Cristina, sobrina y esposa de Fernando VII, padres de Isabel II (si se han liado un poco y lo tienen que leer dos veces es normal. A mí me quedó bien escrito a la tercera). En el resto de monarquías europeas el matrimonio entre parientes era una costumbre consentida y deseada por los partidarios de esta forma de gobierno.
    
       En esta ocasión me centraré en las esposas no en las mujeres de Fernando VII, que tuvo muchas más. Y, antes de referirme a ellas recordaré que el rey padecía de lo que se conoce en medicina como una macrosomía genital ¡vamos que tenía un aparato enorme! Lo cual le produjo graves problemas a lo largo de toda su vida en sus relaciones con las mujeres. Además de ser un empedernido misógino, lo que le llevaba a sentir un odio exacerbado por el sexo opuesto. Según certificó un médico de la época, esta deformidad fue el problema por el que sólo su cuarta esposa le pudo dar dos hijas. No tuvo descendientes varones, como él hubiera deseado.
    
       Su primera esposa María Antonia de Nápoles fue prima suya, y sentía una gran repugnancia por él. A la vez que el rey la despreciaba (una historia de amor no fue), con lo que sus relaciones fueron muy complicadas. Murió pronto (no sin antes haber sufrido dos abortos) en circunstancias poco claras, pero lo más probable es que fuera de tuberculosis.
     
     Su segunda esposa María Isabel de Braganza era sobrina suya, a la cual denigró, deshonró, desairó, postergó… durante todo el tiempo. También murió joven después de dar a luz una hija que vivió cuatro meses, cuando se encontraba embarazada de nuevo en un avanzado estado de gestación.
   
       Su tercera esposa Mª Josefa Amalia de Sajonia también fue sobrina suya y bastante menor que él, ya que fue obligada a casarse con tan solo 15 años (el rey tenía 20 años más), y encima educada en un convento, lo que no ayudó nada para lo ¡qué tenía que ver después! En fin, un desastre de matrimonio, una verdadera desgracia. La noche de bodas inenarrable. A la brutalidad del rey se sumó la espantosa visión de su enorme órgano genital. Ella se negó en rotundo y salió corriendo por la habitación dando gritos. Tuvo que intervenir hasta la Santa Sede para convencerla de que no era pecado yacer con él, según le hizo saber el propio Papa en una carta. Sin conseguir quedarse embarazada, diez años después, en 1829 falleció.
    
       Su cuarta esposa Mª Cristina, otra sobrina suya, fue la que al fin le dio dos hijas a Fernando VII, la mayor de ellas, la futura reina de España Isabel II. Previamente, la esposa solicitó que se ideara algo para aminorar el problema genital del rey. Con este fin se realizó un cojín de unos pocos centímetros de espesor con un agujero central, para que el monarca introdujera su miembro por ahí durante el coito. Esta almohadilla fue la solución del problema. Poco tiempo después nacieron sus hijas Isabel y Luisa Fernanda. Esta segunda, no se conformó con un papel secundario, y maquinó para  ser nombrada soberana de un hipotético Reino de Ecuador. Pero en fin, esta es otra historia.

        R.R.C. 

domingo, 10 de mayo de 2015

«Las tres hermanas en la playa» de Sorolla

     
     Es un cuadro que pertenece a una colección privada y presenta una medidas de 93,4 por 113,2 centímetros. Pintado por Sorolla para una exposición que se llevó a cabo en EEUU -Nueva York- en 1909, será subastado por Christie's el 15 de junio de este año en Londres. Es, sin duda, una de las obras más importantes del artista valenciano. Realizada en el verano de 1908, logró enamorar a los norteamericanos con lienzos como éste de mar y playa, con niños jugando y disfrutando de un día soleado en el litoral valenciano, en donde recoge, como ningún otro, esa luz y color tan especial del Mediterráneo. Los niños son en muchas ocasiones los protagonistas de sus pinturas, destacando en ellos la inocencia y la gracia de esta etapa de la vida.
     
     El tema del cuadro no presenta ninguna complicación, es muy simple: tres niñas que son hermanas, según nos dice el título de la obra, cogidas de la mano por la orilla de la playa disfrutando de un hermoso día. Una, aparece recortada por la izquierda y a punto de moverse, mientras las dos menores, más estáticas y centradas, observan los movimientos del agua del mar a sus pies. Llama la atención que no hay línea de horizonte, y todas las figuras aparecen desplazadas hacia la izquierda de la composición, dejando libre así más de la mitad del lienzo para dedicarlo al mar un tanto agitado, y a una luz vibrante.
    
     Las pinceladas largas, sueltas, amplias, rápidas y esmaltadas; típicas del autor, llenan  esta tela de luz y color de una manera muy efectista. La arena húmeda se comporta como un espejo al reflejar los cuerpos de las niñas, un efecto lumínico que podemos contemplar en otros cuadros de Sorolla (“Niños en la playa” comentado en este blog). Por último, no se puede olvidar el sentimiento humano que esta obra maestra transmite al espectador, por el profundo conocimiento que el artista muestra tener del mundo infantil.

     R.R.C.
   

miércoles, 6 de mayo de 2015

¿Quién fue el padre del rey Alfonso XII?

Alfonso XII
     Decían los romanos que “Mater semper certa est”, la madre es lo único seguro. El padre puede ser cualquiera (“pater semper incertus est”). Esta última afirmación alcanza su máxima razón en el título de esta entrada. A su madre la reina Isabel II, el gobierno le arregló un matrimonio de conveniencia, y con tan solo 16 años la casó con su, digamos, primo hermano al cuadrado (primo hermano por parte de padre y por parte de madre) Francisco de Asís (al que llamaban Paco Natillas). Ya desde el primer momento, al conocer el nombre de su futuro marido se negó diciendo: ¡No, con Paquita, no! El problema era que ella tenía un insaciable deseo, si es que no era, como muchos opinan, una ninfómana en toda regla. Mientras a él, se le ha calificado de no importarle nada el sexo, de impotente, e incluso de homosexual. La propia reina contribuyó a ello cuando afirmó: « ¿Qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo?». Si a este desahogo real añadimos que tenía que orinar sentado por un defecto en su aparato genital que, posiblemente, lo convertiría en impotente, ya que una malformación en la uretra impedía que la orina saliera por el sitio habitual y lo hiciese, acaso,  entre la unión del escroto y el pene.
     
     A todo lo anterior habría que añadir que durante largos períodos vivieron en residencias distintas, y la propia reina solicitó al Papa la nulidad del matrimonio. No obstante, la soberana quedó embarazada en once ocasiones, pero tuvo muchos abortos y solamente un varón llegó a adulto, el futuro rey Alfonso XII,  pero no a viejo, pues tan solo tenía 28 años cuando falleció de tuberculosis. Por la alcoba de la reina desfilaron desde el general Serrano, el político Salustiano Olózaga, un dentista estadounidense, su primo C.L. de Borbón, un turco-albanés, y un sin fin de personajes que haría la lista interminable. Luego, las palabras del papa Pio IX para definir a la soberana: "Es puta, pero pía" no deberían extrañar a nadie. Su vida era una fiesta continua. Se acostaba a las cinco de la mañana y se levantaba a las tres de la tarde.
     
     Pero todavía no queda resuelta la cuestión principal. ¿Quién es el padre del futuro rey de España? Todo indica que se trata de un capitán valenciano al servicio de la reina apellidado Puigmoltó, como podemos deducir de una conversación de Isabel II con el general Narváez, cuando éste le recriminó su relación con este oficial, ella le contestó qué si quería que abortara. No lo hizo y nació su hijo Alfonso. Este militar recibió multitud de condecoraciones y ascensos. Unos años antes de morir en 1900, recibió la Cruz de San Hermenegildo por los servicios prestados a la Corona. ¡Vaya que si los prestó! Por último, de haber existido entonces el test de ADN, ¿qué resultado nos habría deparado? No estoy tan seguro de que ella misma supiera quién era el padre de su hijo.
María Luisa de Parma
     Para enredar más la historia, nos podríamos preguntar ahora ¿quién era el abuelo de la reina? Oficialmente el rey Carlos IV, que también estuvo casado con otra prima hermana suya, María Luisa de Borbón Parma, con la que solo tuvo catorce hijos después de veinticuatro embarazos, de los cuales seis llegaron a adultos, entre los que se encontraba, lógicamente, el padre de Isabel II (esta vez parece que sí) Fernando VII.
    
     María Luisa era tan intrigante como indiscreta, y tenía dominado absolutamente a su marido, apartándolo de toda actividad política. Mientras ella tomaba las riendas del poder, para lo cual se valió de su valido y amante sin escrúpulos Manuel Godoy, que ascendió en poco tiempo de teniente, a teniente general, y lo nombró Primer ministro para poder acostarse con él. Entretanto, su marido no se enteraba de nada. No es casualidad que su padre Carlos III lo llamara tonto en más de una ocasión. Como ejemplo nos puede servir esta anécdota: “Padre, hay una cosa que no comprendo… Si todos los reyes somos designados por la gracia de Dios ¿Cómo pueden existir malos reyes? ¿No deberían ser todos buenos reyes?” Carlos III mira a su hijo y le contesta “Pero que tonto eres, hijo mío”. Por cierto, también recordó a su descendiente en otro momento que “las princesas también podían ser putas”. Lección que olvidó rápidamente, en vista de los resultados que después se vieron.

     Un canónigo que conocía a María Luisa, la describía como una mujer de constitución ardiente y voluptuosa, casada con un esposo lleno de inocencia, de una ignorancia absoluta en temas amorosos, educado como un novicio, pero de una gran bondad, con un corazón que no le cabía en el pecho. Por el contrario, ella tenía un corazón vicioso por naturaleza, un egoísmo extremo, y una capacidad para el disimulo increíble. Solo se entregaba al vicio para satisfacer su alma corrompida.
Escrito del confesor de la Reina
     María Luisa, comunicó a su confesor, con el objeto de descargar sus culpas ante Dios, que: “Ninguno de mis hijos lo es de Carlos IV y, por consiguiente, la dinastía Borbón se ha extinguido en España”. El mismo confesor escribió poco antes de fallecer: “ninguno, ninguno de sus hijos e hijas, ninguno era del legítimo matrimonio, lo declaraba para descanso de su alma y que el Señor le perdonase”. El religioso, por orden de Fernando VII, hijo de María Luisa y vete a saber de quién más, tuvo que pagar con prisión hasta su muerte semejante atrevimiento, ya que con su declaración cuestionaba la legitimidad del nuevo rey.    
    
     ¿Quién da más? 
                 
          R.R.C.

martes, 5 de mayo de 2015

Autorretrato de Van Gogh

     Óleo sobre lienzo de 65X54 cm realizado en 1.889, sin firmar. En la actualidad se expone en el Museo de Orsay de París. Pintó más de 30 autorretratos de los 900 cuadros y 1.600 dibujos que realizó, como si buscara desesperadamente descubrir su propia identidad. La tonalidad del rostro le otorga un aire enfermizo, aunque menos que en otros autorretratos anteriores, ya que él mismo escribió a su hermano Theo: “mi fisonomía está en calma, aunque la mirada guarda la imprecisión durante más tiempo que antes”. Pese a su alterado estado psicológico, su trazo es firme y su arte consumado.
     El autorretrato se revela como un excelente campo de experimentación pictórica. De factura clásica en su origen, Van Gogh asimiló las lecciones del impresionismo para superarlas y alcanzar su inimitable estilo, conseguido a base de pinceladas amplias, gruesas, espasmódicas y ondulantes. Se suicidó 10 meses después de este autorretrato; de esta lúcida y atormentada visión de sí mismo.                

      R.R.C.

lunes, 4 de mayo de 2015

El viaje de la primera vacuna de la historia: Francisco Javier Balmis.

      

     “Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”. No lo digo yo, el entrecomillado es del alemán Humboldt, de una sabiduría inmensa y padre de la Geografía moderna. El 30 de noviembre de 1803 zarpa del puerto de La Coruña un barco que dio la vuelta al mundo, por decisión del rey de España Carlos IV, para que llevase a todas las tierras bajo su dominio la recientemente descubierta vacuna de la viruela por el médico británico Edward Jenner. Una de sus propias hijas ya había padecido esta enfermedad. El rey, aconsejado por su médico Francisco Javier Balmis ordenó y corrió con los gastos de la expedición. El problema era cómo conseguir que llegase en buen estado a América la vacuna, después de una travesía de dos meses sin recursos de refrigeración. Pues bien, Balmis tuvo la feliz idea de trasladar a unos 20 niños huérfanos de entre 3 y 9 años para que transportasen el virus (la vacuna contra la enfermedad) en sus propios cuerpos, es decir, que hiciesen de recipientes adecuados a falta de otros medios. Al cuidado de los niños se encontraba la enfermera coruñesa Isabel Zendal. El proceso que puso en marcha fue el siguiente: se le infecta al primer niño el virus activo de la viruela vacuna* para que desarrolle la dolencia; ésta le generará lesiones en la piel llenas de pus, y antes de que se cure, se le extrae la pus para contagiar al siguiente niño; y así sucesivamente de chiquillo en chiquillo cruzará el Atlántico (tras una parada en Canarias), para arribar en el continente americano: Venezuela, Colombia, Ecuador…; hasta llegar a Filipinas. Estamos ante la primera vacuna que se descubrió y, posiblemente, el primer viaje más altruista, o si se prefiere, le primera expedición sanitaria de la historia. Una de las mayores hazañas llevadas a cabo por iniciativa española, y que no merece una sola mención en las clases de Historia que reciben nuestros jóvenes.

     Es cierto que fueron los españoles los que inconscientemente llevaron el virus de la viruela al Nuevo Mundo. Y también su remedio pocos siglos después. Por último, el navío transportaba todo el material médico necesario para el éxito de la operación. Se llamaba María Pita, en honor de una heroína que defendió La Coruña de los ataques ingleses en el siglo XVI.
    
 *El virus de la viruela que transmitían las vacas a los humanos hacía que desarrollasen la enfermedad, pero no era mortal para nosotros y tenía consecuencias mucho más leves y llevaderas. Como consecuencia, los que se infectaban con este virus animal se quedaban inmunizados del virus de la viruela que contagiaban las personas, que sí podía ser mortal en un 60 % de los casos o más.

Nota: La foto que inicia el post es Francisco Javier Balmis; le sigue un monumento a Isabel Zendal; y la tercera imagen es una escultura levantada en el puerto de La Coruña a estos "pequeños" héroes huérfanos.

      R.R.C. 

domingo, 3 de mayo de 2015

Los fusilamientos del tres de mayo de Goya


     Es un óleo sobre lienzo (266 X 345 cm.) expuesto en el Museo del Prado de la capital de España. Es un cuadro parejo al 2 de Mayo, en el que podíamos ver la carga de los mamelucos del ejército napoleónico a las órdenes de Murat, aplastando a sangre y fuego el levantamiento popular que tuvo lugar en la Puerta del Sol de Madrid contra el invasor francés. Pintado seis años después de los trágicos acontecimientos que representa, con objeto de "perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa".

     La técnica empleada, totalmente expresionista, está en la línea progresiva y libre del Goya de San Antonio de la Florida y de la Quinta del Sordo. El cuadro no figura en el catálogo de 1858 del Museo del Prado, pero probablemente se colgaron antes de 1865, ya que Manet se inspira en él para pintar a Maximiliano de México en 1867.

     El hecho que Goya quiere conmemorar es el drama que vivió en Madrid a partir de la mañana del 2 de mayo y que finalizó con los fusilamientos de la madrugada del día siguiente, después del ataque del pueblo a la caballería de Murat  a su paso por  la Puerta del Sol. Murat, lugarteniente de Napoleón, acalló Madrid con sangre, como ya hemos apuntado. Comenzaron los fusilamientos en las tapias del Convento de Jesús en el Buen Retiro, en las orillas del río, en la Casa de Campo, en Leganitos, en Santa Bárbara, en la Puerta de Segovia, en Buen Suceso y en la montaña del Príncipe Pío, durando éstos hasta las cuatro de la mañana, momento final escogido por Goya.

     Es la composición más rotunda del artista por las angustias y terribles expresiones de los que esperan la muerte o de los caídos ya, pero sobre todo, por la figura central del patriota desesperado que "alza terrible sus brazos al cielo en señal de protesta, como poniendo a Dios por testigo de la brutal injusticia que le hace morir por la dignidad y la independencia de su patria", según palabras de L. Ferrari.

     Las víctimas, con sus gestos, parecen una apología de las diferentes actitudes que toma el ser humano ante la muerte, mientras, detrás aguardan la misma suerte más condenados. El pelotón de ejecución no muestra sus rostros al espectador, sino que aparece como una fría máquina de matar y, como tal, impersonal y sin mostrar sentimiento alguno. La nota violenta la dan los cadáveres que en primer plano aparecen caídos sobre un charco de sangre.

     Los cuadros cobran toda la fuerza al ser vistos juntos, ya que lo que en uno es movimiento y griterío, en el otro es calma y silencio contenidos. Nos muestran toda la fuerza del romanticismo goyesco: exaltación del color, del movimiento y de los sentimientos, junto a novedades técnicas innegables como el sombreado y perfilado de las figuras.
    
     Por otra parte, nos encontramos ante un cuadro que es un auténtico documento histórico. Además de ser un homenaje al pueblo inocente como víctima inevitable de cualquier guerra.

    Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C. 

sábado, 2 de mayo de 2015

La carga de los mamelucos de Goya

    
     Óleo sobre lienzo (266 X 345 cm.) expuesto en el Museo del Prado de Madrid, pintado en 1814, terminada ya la guerra, también se le conoce con el nombre: “El dos de mayo de 1808”. Antes de que entrara Fernando VII en Madrid, Goya dirigió una instancia "expresando sus ardientes deseos de perpetuar por medio de los pinceles las más notables y heroicas escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa, solicitando ayuda económica, ya que temía posteriores represalias a causa de sus anteriores simpatías hacia el bando francés. La Regencia aceptó, y pintó este cuadro junto a Los fusilamientos. De éste se conserva un apunte en la Casa Ducal de Villahermosa.

     Como se ha dicho muchas veces, Goya realiza en esta obra el primer cuadro moderno de la historia de la pintura, porque el lienzo es lo más opuesto al neoclásico gusto "pompier", donde los asuntos tomados de la Historia de Grecia y Roma dominaban el arte del Imperio, con sus desnudos convencionales y los gestos teatrales de los personajes. Para Goya "es una historia sin héroe"; se trata de la primera vez que el pueblo protagoniza una crónica sangrienta. Es un cuadro expresionista, donde el asunto trágico sirve de perfecto apoyo a su paleta, vivaz y delicada a la vez. El episodio representado es el ataque de un grupo de madrileños contra varios mamelucos (mercenarios egipcios que combaten al lado del ejército francés), y un coracero de la Guardia Imperial francesa, acaecido -según la tradición- en las cercanías de la Puerta del Sol, donde vivía el hijo de Goya, por lo que se ha supuesto, que desde la ventana de la casa, el pintor pudo asistir al choque, reflejándolo después en su obra. No obstante, la mayoría de los historiadores piensan que la pintó de acuerdo a los relatos que oyó sobre el acontecimiento. Su objetivo fue rendir un merecido homenaje a la resistencia española. Todo el cuadro es de un gran dinamismo, en el que colaboran los distintos personajes y los movimientos de los caballos. La arquitectura de fondo difuminada, hace que centremos más nuestra atención en los combates que se estaban desarrollando en primer plano. La escena está tratada con gran realismo, convirtiéndose así, en un testimonio de los trágicos hechos acaecidos en Madrid en 1808, como consecuencia de la ocupación de las tropas napoleónicas.

       Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.