jueves, 14 de agosto de 2014

La Gioconda

     De 63 kilos de peso, 1.68 cm de altura y 24 años de edad, Lisa Gherardini esposa del comerciante Francesco del Giocondo, nació el 15 de junio de 1479  y murió el 15 de julio de 1542 a los 63 años en un convento de Florencia, en el que ingresó 4 años después de quedar viuda. Aunque no hay pruebas, se ha escrito que el retrato pudo ser un regalo de este señor a su mujer por su segundo embarazo.
     Es el retrato femenino más famoso del Mundo, conocido por “La Gioconda”, se conserva en el Museo del Louvre en París. Es un óleo sobre tabla (de 77X53 cm)  pintado en Florencia entre 1503 y 1506 por Leonardo da Vinci en pleno Renacimiento italiano. En un primer momento fue colocado en el cuarto de baño de Francisco I de Francia, amigo personal del autor.
     A pesar de lo expuesto, hay muchas hipótesis sobre la identidad del personaje que aparece en la pintura, desde que es una mujer imaginaria, y por lo tanto no se trataría de un retrato, a que es la versión femenina del propio Leonardo travestido. Freud padre del psicoanálisis sugirió que la Gioconda reflejaba una preocupante masculinidad. De los innumerables estudios a los que ha sido sometida, se han llegado a conclusiones de todo tipo, por ejemplo, un doctor de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que la modelo tenía bruxismo (rechinar de dientes), alopecia y principios de Parkinson. Un software especializado en medición de emociones reveló que Mona Lisa está en un 83% feliz, un 9% disgustada, un 6% temerosa y un 2% enfadada.
     Centrándonos en el cuadro, las manos sobre el vientre han hecho pensar que se encontraba embarazada, otros investigadores como el profesor de la Universidad de Londres Donald Sassoon no lo cree así. El velo de gasa fina y transparente enganchado al cuello de la blusa, era una prenda típica de las mujeres en dicho estado, también lleva un bonete que apenas se aprecia. Aparece sentada en un sillón frente a una galería de arquillos y columnillas. Si nos fijamos bien en su rostro pronto observamos que carece de cejas y pestañas, no obstante, Vasari, célebre personaje italiano del siglo XVI, dice que tenía cejas, pero las pudo perder en una restauración posterior; a este respecto, si tenemos en cuenta el reciente descubrimiento de que, la copia de la Gioconda que se conservaba en los fondos del Museo de Prado, se realizó a la misma vez y en el mismo estudio que la original, por un discípulo de Leonardo y ésta si tiene cejas, podemos suponer que Vasari tenía razón. La luz destaca las manos y el rostro y acentúa las calidades táctiles de las telas, mientras que el paisaje serpenteante y acuoso aleja la mirada del espectador creando un gran sentido de la profundidad (perspectiva aérea, que es uno de los grandes logros del Renacimiento). El fondo pueden ser los Alpes vistos desde las proximidades de Milán.
     En adelante seguiré las opiniones  que Ernst Gombrich, uno de los más destacados historiadores del arte expone en una de sus obras más representativas. Lo que primero nos sorprende es que Mona Lisa parece vivir. Parece que nos observa y piensa por ella misma, da la sensación que cambia cada vez que nos volvemos a mirarla. Unas veces parece reírse de nosotros, otras, nos sugiere cierta amargura en su sonrisa, (para Donald Sassoon está claro que sonríe, pero no sabemos de qué). El autor pensó como conseguir este aire de misterio que envuelve todo el cuadro y qué medios emplear. Para lo cual, el pintor debía de dejar al espectador algo que adivinar. Si los contornos no estaban claramente delimitados, si las formas se dejaban con cierta vaguedad desapareciendo en la penumbra, los colores suavizados, unas sombras se funden con otras... Todo ello deja libre nuestra imaginación.
      Cualquier pintor sabe que a la hora de dibujar un rostro, lo que llamamos expresión, radica sobre todo en las comisuras de los labios y en las puntas de los ojos, justo lo que Leonardo deja en lo incierto. Además, si nos fijamos  bien en el espléndido paisaje que aparece en el fondo del cuadro, los dos lados no coinciden entre sí. La parte izquierda se encuentra más alta que la derecha. Si miramos sobre el lado izquierdo, Mona Lisa nos parece más erguida que si tomamos como referencia el otro lado. Su rostro no es ajeno a este cambio de posición, que dicho sea de paso, las dos partes de su cara no se corresponden con exactitud. Todos estos recursos, magistralmente empleados, contribuyen al aire de misterio de ésta y otras obras del autor.

      R.R.C.