sábado, 9 de noviembre de 2013

El anciano de los días de Blake

     Es un aguafuerte y acuarela de pequeño tamaño de tan sólo 23,3 por 16,8 cm. expuesto en el Museo Británico de Londres, y realizado en 1794 por el poeta y grabador William Blake, nacido en 1757 en la capital británica, en donde vivió casi toda su vida en una familia que podríamos considerar de clase media. Estudió en la Real Academia, en la cual su estilo chocó frontalmente con el academicismo defendido por su presidente. Su actividad principal fue la ilustración, especialmente de sus propios escritos, aunque no resulta fácil establecer una relación entre el contenido de los textos y las imágenes que los representan, lo que exige un gran esfuerzo por parte del lector-observador. Para entender su obra, hay que tener presente que Blake fue un hombre profundamente religioso e introvertido, que se desentendió del arte oficial imperante en las academias y que repudió sus normas. Tampoco se preocupó demasiado por la corrección de sus dibujos, en los que, indudablemente, se pueden advertir errores. Sin estas premisas, resulta imposible comprender el conjunto de sus obras, incluida la que traemos hoy aquí, que conforme se cuenta, se inspiró en un anciano inclinado para medir el globo con un compás, y de ahí obtuvo esta enigmática y poderosa figura, que recuerda a los imponentes modelados y escorzos de Miguel Ángel, artista que le sirvió de inspiración en más de una ocasión y del que era un entusiasta admirador.
     Son muchas las explicaciones que se han dado sobre el simbolismo de este cuadro, es evidente que transmite energía y potencia, y según he leído, trata de conjugar razón e imaginación, que juntas son de una gran utilidad, mientras que la una sin la otra servirían para muy poco. Pues la razón sin imaginación nos resulta pobre e improductiva, e incluso inútil. Y la imaginación, por sí misma, si no va acompañada de la razón, se convierte en un sinsentido, en algo absurdo e ilógico.
     El personaje de la escena al que vemos inclinado es un anciano dibujando el mundo con un compás. Es un ser creado por el ingenio de Blake, al que llamó Urizén, y concibió como un ser no bondadoso, una fuerza sombría; de ahí el carácter negativo de la visión que podemos observar, que nos recuerda un mal sueño, una pesadilla, con ese compás que aparece como un relámpago de luz, en una noche oscura y tormentosa, en palabras del crítico e historiador de Arte E. Gombrich.
Según el erudito británico Tobias Churton, esta figura barbuda que aparece extendiendo sus dedos hacia las profundidades, dividiéndolo todo, se ha considerado erróneamente como la representación que hace el artista de Dios, cuando en realidad es el demiurgo que nos describe Platón como el creador, y para Blake, como el constructor de abstracciones, como buen gnóstico que era. Personalmente, la posición que adopta me recuerda la figura de Bramante en el papel de Euclides, impartiendo una lección de geometría a unos jóvenes, en el gran fresco que Rafael pinta en una sala del Vaticano a principios del siglo XVI. Por otra parte, el autor nunca dibujó del natural, prefirió inspirarse en las imágenes y fantasías de su rico mundo interior, por lo cual muchos lo juzgaron como un loco visionario. Otros, sin embargo, valoraron y comprendieron su talento. Fallecido en 1827 es actualmente considerado uno de los más importantes artistas ingleses.
     R.R.C.