miércoles, 5 de junio de 2013

Composición en rojo, amarillo y azul de Mondrian

    
     Es un óleo sobre un lienzo cuadrado del autor holandés Piet Mondrian (1871-1944). Pintado en 1930 de 51x51 cm y conservado en Tate Modern, un museo de Gran Bretaña. Mondrian es una de las figuras más importantes en el desarrollo del arte abstracto. Su estilo se denomina Neoplasticismo, en el que es notorio el influjo del cubismo, pero que desarrolla un método no figurativo en la pintura, con el objeto de expresar lo absoluto y lo universal que se oculta tras la realidad. En el fondo, lo que se trata de exponer es una realidad pura, sin complementos que la desvirtúen. Para lo cual pudo llevar a cabo la representación del equilibrio que tanto deseaba; a través del uso del color, las líneas precisas, y el espacio sin interferencias. Se restringía únicamente a líneas rectas verticales y horizontales y a los colores básicos: rojo, amarillo y azul, junto con el blanco y el negro que son neutros. El propio Mondrian dedicó algún libro a explicar lo que acabo de escribir y que puede arrojar luz sobre su movimiento pictórico cuando afirma: Todo artista verdadero ha sido siempre inconscientemente movido por la belleza de la línea, del color y de las relaciones entre ellos y no por lo que sean capaces de representar. Además, podemos completar estas palabras con lo que decía el matemático Mathieu Schoenmaekers (1915): Los dos extremos absolutos fundamentales que conforman nuestro planeta son: la línea de fuerza horizontal, es decir, la trayectoria de la Tierra alrededor del Sol, y el movimiento vertical y profundamente espacial de los rayos que tiene su origen en el centro del sol. Los tres colores principales son el amarillo, el azul y el rojo. No existen más colores que ellos.
     Para este artista lo importante era representar el mundo de una manera más simple de lo que es en realidad. No había que representar la naturaleza, sino que el artista tenía que abstraerse de ella. Sus composiciones, del mismo estilo de la que vemos, no representan nada en particular y dejan a la imaginación del espectador que cree lo que guste; con las diferentes formas y colores que él le propone en sus pinturas. En la composición que contemplamos, el autor evita cualquier concepción de perspectiva, por lo que prescinde de las líneas curvas y diagonales que contribuirían a ello. En definitiva, al ser el lienzo una superficie plana, sólo debe de contener elementos planos.
     Es un cuadro equilibrado, como prueban los colores y las formas que los contienen en un perfecto orden. Aquí emplea sólo los tres colores primarios, de los que salen todos los demás y que dan título a la obra. Mientras tanto, las líneas negras dividen y organizan el espacio; creando espacios más grandes, más pequeños, más altos, más bajos… A la vez que evitan que la pintura se desborde, poniendo límite a los colores. Por otra parte, los espacios en blanco, producen la impresión en el observador de vacío, luz e incluso aire. Simplicidad, solemnidad y armonía creo que definen a la perfección esta obra, además del equilibrio y elegancia que consigue en la distribución de los colores. Cada rectángulo que observamos en el cuadro constituye un módulo estático, su yuxtaposición genera un ritmo, un orden, una proporción, un dinamismo…
     Hay que tener presente para entender mejor las composiciones de este autor, que viajó a Nueva York, se quedó prendado de sus calles rectas que se entrecruzaban en la Gran Manzana. Desde luego, fueron una fuente poderosa de inspiración. Es su mundo el que vemos en sus pinturas. Este estilo, al que hemos denominado Neoplasticismo, ha sido aplicado por decoradores de interiores: en muebles, en diseño, en arte gráfico, en prendas de moda, en revistas, en propaganda variada etc. Una muestra de ello lo podemos ver a continuación:
    R.R.C.
Nota: He tenido presente para el comentario de esta obra lo publicado por Marisol Román.