Una de las mejores y más interesantes
piezas que expone el museo egipcio de El Cairo, es una paleta de esquisto de
color verde muy oscuro, casi negra, que luce en una vitrina central cerca de la
puerta de acceso y casi siempre rodeada de público, con una altura de 64 cm por
45 cm de anchura. Fue descubierta en 1894 en el templo de Horus de
Hieracómpolis. En principio, su función, como la de otras paletas que se han
hallado en templos o formando parte del ajuar funerario, era servir de base
para pigmentos, aceites, o polvos cosméticos para el contorno del ojo. En
cuanto a su datación, no es tarea fácil determinar. La cronología larga la
lleva al 3200 antes de J.C., mientras la cronología corta, la acerca al año
3000 antes de J.C. Esta última fecha es la que se va imponiendo como más
probable.
No cabe duda de que es un objeto
artístico de gran belleza, pero lo más importante es, que nos encontramos ante
uno de los documentos históricos más antiguos del Egipto faraónico. Para
empezar, trata sobre cómo consiguió unificar el país el primer faraón de la
primera dinastía, al que Manetón llamó Menes, en su lista se soberanos
egipcios, mientras la lista real de Abidos lo cita como Meni y, por último, la
tableta lo llama Narmer. Además, después de un estudio de los bajos relieves
que presenta en ambas caras, podemos concluir que esta unificación no fue
fácil, ni pacífica. Al contrario, todo indica que se derramó mucha sangre y
hubo mucho sufrimiento por parte de la población, para que este faraón se
pudiese coronar como rey de las Dos Tierras: el Alto y el Bajo Egipto. A
continuación, vamos a detenernos cuidadosamente en los relieves que podemos
observar en ambas caras.
En el anverso y siguiendo un recorrido de
la parte superior a la inferior, podemos ver lo siguiente: justo en el centro,
observamos el Serej, un pequeño relieve de forma rectangular que representa la
fachada del palacio real e incluía el nombre del faraón, escrito con una
especie de pez, un siluro que podemos leer como nar y debajo un cincel que leeremos mer, es decir, Narmer, que probablemente se podría traducir como “El
magnífico siluro”. Por lo tanto, aquí nos encontramos con el nombre de Horus
del faraón. Advierto al lector, que los faraones, más adelante, llegaron a
tener hasta cinco nombres, entre ellos el que acabamos de ver, pero en la I
dinastía se utilizaba el de Horus en el interior de un espacio rectangular y no
en un cartucho como se escribirá más adelante. A ambos lados, aparece la vaca
celeste, concretamente dos cabezas con enormes cuernos, que en un primer
momento hacen referencia a la diosa del cielo Bat, asociada a la fertilidad y
pronto se fusionará con la diosa Hathor. Sus largas patas unidas sirven de base
al palacio real.
En un segundo registro más grande y, por
supuesto, el que más destaca, aparece en la parte central, la todo poderosa
figura del rey imponiendo su autoridad con el uso de la fuerza física,
representado a mayor tamaño que los demás, pues así lo impone el principio de
jerarquía. Su cabeza, se encuentra cubierta con la corona blanca y alta, típica
del Alto Egipto. En su mano derecha sujeta una maza y con la izquierda somete a
un enemigo agarrándolo del pelo, al que se le representa con barba y pelo rizado,
por lo que podía ser tanto un soldado procedente de Libia como del Bajo Egipto.
Mientras tanto el dios Horus representado con forma de halcón y situado frente
al rostro del rey, está sobre unos papiros que simbolizaban el Bajo Egipto que
ahora se encuentra bajo sus garras, al mismo tiempo, que inmoviliza a un
enemigo sujetándolo por la nariz. Detrás del faraón y a un tamaño claramente
inferior le acompaña un funcionario que lleva sus sandalias y una jarra ¿para
libaciones? en la otra mano.
En un tercer registro, aparecen dos
enemigos más que caen derrotados por el inmenso poder del faraón, ante el que
nada pueden hacer. Sobre los hombros de ambos, aparecen, posiblemente, el
nombre de las ciudades a los que pertenecen los dos vencidos.
El reverso presenta cuatro registros. El
primero de ellos es igual que el anterior y, por lo tanto, no nos detendremos
en él. En el segundo, aparece la figura del faraón con la corona baja y roja
símbolo del Bajo Egipto. Detrás de él y a menor tamaño aparece el mismo personaje
que antes: el porta sandalias con la
pequeña jarra. Delante observamos un alto funcionario, tanto por el lugar que
ocupa como por su tamaño, al que precede una procesión representada por cuatro
portaestandartes de reducida dimensión, en comparación con las insignias que
llevan. Por último, y en posición horizontal (ya que aparecen muertos), se
representan a los enemigos decapitados con las cabezas entre sus piernas, en
dos columnas de cinco cadáveres. Sobre ellos aparece el halcón en pequeña medida
y una barca, probablemente sagrada.
El tercer registro nos muestra dos
animales fantásticos que entrelazan sus alargados cuellos, posiblemente con el
objetivo de simbolizar la unión de las Dos Tierras, según la opinión de
Gardiner, dejando una oquedad circular central en la que se depositaban los
polvos, aceites, o cosméticos a los que he hecho referencia al principio de esta
entrada. Un siervo del faraón situado a cada lado de los animales, los
mantienen sujetos con cuerdas a la altura de la garganta.
En la parte inferior, podemos ver un
poderoso toro que simboliza la fuerza del faraón, derribando con sus cuernos la
muralla de una ciudad enemiga, mientras que tumba a un soldado rival con su
pata delantera. Nada se libra ante el envite del faraón. Decir, por último, que
el carácter propagandístico (del nuevo poder que surge a partir de ahora en
Egipto), parece evidente en esta importante pieza.
R.R.C.