martes, 15 de abril de 2014

Pasado industrial de Molina de Segura: sus chimeneas

    
      Las grandes chimeneas que actualmente podemos ver en el municipio de Molina de Segura, se encuentran situadas en los mismos lugares que en la década de los cuarenta, o de los cincuenta del siglo pasado, se encontraban las fábricas de esta ciudad murciana, en la que muchos hombres y mujeres tanto de Molina como de otros pueblos, o provincias limítrofes, trabajaron duro pasa sacar adelante a sus familias y mejorar sus condiciones de vida y, de paso, conseguir que la villa alcanzase el progreso y la modernidad que le faltaba, buscando el lugar que le correspondía, tanto en la geografía regional como nacional. En los años sesenta y siguientes, con el uso del fueloil, dejaron de ser imprescindibles, ya que las industrias producían menos residuos gaseosos.
     En la actualidad se conservan siete chimeneas en total, y son los testigos mudos de ese pasado floreciente que sacó a Molina de su atraso y aislamiento con relación al resto del país. Su estado de conservación es admirable, algunas de ellas se han reparado, otras necesitan algún que otro retoque, pero merecerá la pena llevarlo a cabo. El material del que están hechas es muy evidente: ladrillo macizo unido con argamasa de cemento y tierra. Su altura es considerable, pues fácilmente alcanzan los 20 metros (una que hay en Lorquí llega a los 38), con uno diámetro de dos o tres metros. Las calderas de la época eran de vapor y se quemaba madera y carbón, lo que producía una gran cantidad de humo, de ahí la necesidad de construir estas chimeneas tan altas.
     Sabiéndolas mirar, yo diría que tienen belleza, no llegaré al extremo de compararlas con un obelisco egipcio, coma hacía Van Gogh con los cipreses, pero sí me lo recuerdan bastante, aunque su forma suele ser cilíndrica y no cuadrada, como es el caso de esas maravillas que los egipcios de la época faraónica colocaban delante de los pilonos de sus templos, y que hoy los vemos repartidos por distintas ciudades del mundo, baste recordar el de Ramsés II en la plaza de la Concordia de París. Pero nadie podrá negar que estas chimeneas, al menos, eran más prácticas que los preciosos obeliscos, pues liberaron a los habitantes de esta ciudad de unos niveles de contaminación e infección considerable, enviando a las “nubes” los humos y gases procedentes de la combustión de los procesos industriales.
     No sólo en Molina de Segura se encuentran en la actualidad estas atractivas chimeneas, ya que las he podido ver en otros pueblos y ciudades limítrofes, como en la misma capital de la Región, en Alguazas, Las Torres de Cotillas, Lorquí, o Campos de Río, por nombrar algunas, todas ellas muy bien cuidadas y en su caso reparadas para el deleite de sus habitantes y visitantes. De las mencionadas, destacaría la de Las Torres por su forma poligonal (concretamente octogonal), lo que en mi opinión la hace distinguirse sobre las demás sin desmejorar a ninguna, por supuesto.
Chimenea de Las Torres de Cotillas

     Menos mal que estas chimeneas de Molina de Segura y otras localidades se encuentran protegidas por los respectivos Ayuntamientos, y espero que así siga, pues son los recuerdos de nuestra historia, que por desgracia no tenemos demasiados, y menos con la vistosidad de estas esbeltas arquitecturas del siglo XX, que son un regalo de nuestros antepasados. Bastantes de ellos viven todavía, afortunadamente, y que sigan mucho tiempo más. Visitando la chimenea de Campos del Río, un simpático vecino de la localidad, que estaba echando una partida con sus paisanos en una mesa próxima que tiene un bar cercano a ella, refiriéndose a la chimenea, me comentó muy orgulloso: “menudo estandarte tenemos aquí, eeeeh”. Lógicamente, él me quería decir “que menuda obra de arte tan grande tenían ahí”. En cierto modo, un estandarte es algo grande, puesto que es así como se denominan las banderas utilizadas por las altas jerarquías.
     Senén, artesano de un pueblo próximo al mío, hace excelentes reproducciones de estos “monumentos”, las denomina quemadores de incienso y, efectivamente, para eso se pueden utilizar. Yo probé una de ellas y tenía un buen tiro, quiero decir, que no perdía humo por la boca hecha en la base que es donde se quema el incienso, y toda la fumarada salía por la parte superior (por donde correspondía) dejando una aroma agradable en toda la habitación. En fin, ya me apetecía escribir algo, creo que atrayente, sobre este “pueblo” de casi setenta mil habitantes.
     R.R.C.
Nota: Fotos del autor.