Hace unos
años volvíamos al hotel a pie por la Quinta Avenida de Nueva York, desde el MET
(Museo Metropolitano), haciendo una breve parada en Central Park que nos
pillaba de paso, mi mujer, mi cuarto hijo y yo. Estaba anocheciendo (era el mes
de febrero y hacía frío) cuando llegamos a la altura de la torre Trump. En su
bajo estaba la mundialmente famosa joyería Tiffany, y nos quedamos viendo sus
escaparates que todavía estaban iluminados cuando, ante nuestra sorpresa, un
vigilante de seguridad de la puerta nos invitó a pasar muy amablemente a ver la
tienda por dentro, aunque bien podía imaginar que no éramos potencialmente compradores
de joyas tan valiosas. Echamos un vistazo a sus vitrinas y centramos nuestra
atención en el famoso diamante amarillo del mismo nombre y que ha salido en
tres películas: la última de ellas en el film “Muerte en el Nilo” en su versión
moderna, fue la actriz Gal Gadot la encargada de lucirlo. Una maravilla. Lo tienen expuesto en
una especie de cápsula, me imagino que con grandes medidas de seguridad. Se
podía ver perfectamente. Pedí permiso para echar unas fotos (una de ellas la
que aparece en la imagen) y nos dijeron que adelante. Así que, pedí a mi hijo
que hiciera varias con su móvil que tenía más definición que mi económica
cámara de fotos. No nos metieron ninguna prisa, y cuando decidimos salir, ya
que éramos los únicos que no pertenecíamos a la plantilla, procedieron a su
cierre.
La piedra en cuestión es de color amarillo canario, la cual ostenta el record de ser el mayor del mundo de su clase. En bruto llegó a superar los 280 quilates (hay que tener presente que los quilates en las piedras son peso, concretamente 1 quilate equivale a 200 mg, o lo que es lo mismo, una piedra de 1 g sería de 5 quilates. Mientras que en el oro, por ejemplo se refieren a pureza. El oro puro tiene 24 quilates o 1000 milésimas). Una vez tallado en 92 facetas en París, en forma de cojín, dio un peso de más de 128 quilates. La piedra fue extraída de Sudáfrica en 1877 y al año siguiente lo compró el fundador de Tiffany. Se engarzó en una preciosa cadena repleta fundamentalmente de diamantes blancos de gran calidad y un espectacular diseño; y, así aparece expuesto en su cápsula de cristal. Por su precio no me interesé ante la seguridad de que sobrepasaba mi presupuesto de profesor de instituto recientemente jubilado. En fin, como decía Marilyn Monroe en “Los caballeros las prefieren rubias” (1953): “Los diamantes son los mejores amigos de una chica”.
R.R.C.