domingo, 9 de diciembre de 2012

LAS TABLAS DE LA LEY


     Los Diez Mandamientos, las tablas de la ley que Dios entregó a Moisés en el monte Horeb en el centro de la península del Sinaí, tal y como recoge el libro del Éxodo, el segundo de los cinco libros que componen el Pentateuco, la Torá judía. Aquí se encuentran enunciados los diez mandatos más importantes que Yahveh impone al pueblo elegido, la ley de leyes, el camino a seguir. En ellos se establecen las relaciones del pueblo de Israel con Dios y entre ellos mismos, de una manera clara, precisa y contundente; no dejan lugar a dudas. Para conservar estas tablas sagradas que provienen  directamente del Cielo, se construyó el Arca de la Alianza, siguiendo las instrucciones que, según el propio Moisés, el mismo Dios le indicó. Debía estar hecha de madera de acacia y forrada de láminas de oro, con unas anillas para poder ser transportada allá donde fuere su pueblo. Ésta, a su vez, se encontraba guardada en la Tienda del Encuentro, realizada también con indicaciones precisas venidas de Dios, si seguimos el texto del Antiguo Testamento. Una vez que el pueblo judío ocupó de una manera estable la Tierra Prometida; el Rey Salomón mandó construir el Templo de Jerusalén para albergar de una manera definitiva el Arca de la Alianza, que representaba la presencia real de Dios en medio de su pueblo. Allí estuvo hasta la caída y destrucción del Templo y de la ciudad en el año 587 antes de J.C. por las tropas de Nabucodonosor II, rey de los babilonios. Ya no se vuelve a mencionar más el Arca, desaparece para siempre de la historia de Israel, pues, cuando vuelve a levantarse a finales del VI antes de J.C. un segundo Templo, éste ya no alberga el Arca y, por ende, Los Diez Mandamientos que contenía. ¿Dónde está?, lo único seguro es que desapareció.
     Según la Biblia, las Tablas de la  Ley estaban hechas en piedra. Pero ¿de qué piedra?, ¿podrían ser de una piedra cualquiera? Hay quién afirma que éstas no eran de tal material, sino de barro cocido, es decir, tablillas de arcilla semejantes a las encontradas en multitud de yacimientos de Mesopotamia, a fin de cuentas, el pueblo judío procede de la ciudad mesopotámica de Ur, que conducidos por Abraham se trasladaron a Canaán, y allí estuvieron antes de penetrar en Egipto. Una piedra muy preciada en estas tierras era la diorita, en la que representaban a personajes importantes como sacerdotes que llevaban inscritas oraciones, como la famosa estatua de Gudea, rey-sacerdote de Lagash. De mediados del siglo XVIII antes de J.C. es el conocido código de Hammurabi, uno de los códigos de leyes más antiguo que se conoce y que influyó en otros posteriores, incluido el Antiguo Testamento, se encuentra hoy en el Museo del Louvre. Es un bloque de 2,25 metros de alto realizado en diorita,  pues la importancia  del contenido legal que presenta así lo requiere, ya que el mismo dios Shamash, como vemos en la parte superior del monolito, hace entrega de este código de leyes al propio Hammurabi.
    
     Moisés y el pueblo de Israel salieron de Egipto antes de adentrarse en el desierto del Sinaí, y recibir las Tablas de la Ley. El lapislázuli era una de las piedras más valoradas, si no la que más, por los antiguos egipcios. La encontramos en multitud de objetos y amuletos muy importantes para ellos. Las joyas de oro y este material eran dignas de faraones, el único dios viviente que podían ver sobre la tierra. En los textos escritos se deja constancia del aprecio de esta piedra que importaban de oriente. Recorrían larguísimas distancias desde el lejano Afganistán para acarrearla hasta el país del Nilo.

     El lapislázuli de calidad posee un color azul intenso que recuerda el cielo en el crepúsculo; incrustada en la piedra aparecen puntitos de pirita que producen reflejos dorados como las estrellas brillantes al anochecer. La calcita que tiene un aspecto gris y blanquecino apenas se deja ver en las buenas piedras. Su dureza es de 5,5 en la escala de Mohs, y es factible obtener lajas de piedra de variados tamaños. Se puede moler y utilizar para obtener pintura de este bello color, y así aparecen multitud de bóvedas y cúpulas de iglesias cristianas que hacen referencia al firmamento, al cielo. De este azul salpicado de estrellas doradas se encontró Miguel Ángel la bóveda de la capilla Sixtina antes de pintarla tal y como la conocemos hoy.
     ¿Qué mejor fondo y soporte de piedra que el lapislázuli para grabar los Mandamientos que vienen del Cielo? Los hebreos la conocían en Egipto y sabían de su valor. El propio Moisés, posiblemente, fue un personaje importante antes de abandonar el país de los faraones y, como tal, tener gustos refinados y ser el lapislázuli una de sus piedras de referencia. Las leyes más importantes del antiguo pueblo judío no podían estar grabadas en cualquier material, como no lo estaban las de otros pueblos de la época. Además, como hemos visto más arriba, el Arca que las contenía estaba hecha con la madera más preciada forrada del dorado metal, por dentro y por fuera, la combinación de esta piedra con el oro sería perfecta, produciendo un gran impacto cromático.
    
      El lapislázuli por la importancia que tenía en el país donde habían residido muchos años, por su aspecto, por su belleza, por su simbología (el cielo estrellado), parece un material posible y adecuado para grabar en él Los Diez Mandamientos.

      R.R.C.
 Nota: Imágenes de lapislázuli bajadas de Internet.

NOTA ACLARATORIA AÑADIDA EL 5 DE JUNIO DE 2020
En el cap. 24, 10 del Éxodo podemos leer que el pavimento que estaba bajo los pies de Dios era de zafiro (el sappir hebreo), tan puro como el mismísimo cielo. En realidad, el texto bíblico se refiere al lapislázuli por varias razones. En primer lugar, en esos tiempos y emplazamientos bíblicos no se utilizaba el zafiro. En segundo lugar el zafiro es muy duro (solo lo raya el diamante) y no salen piezas que permitan grabar leyes. Otros escritores antiguos denominan σάπφειρος al lapislázuli, como es el caso del botánico de la Antigua Grecia, Teofrasto, que lo define como punteado de oro en polvo, que poco tiene que ver con el zafiro y sí con el lapislázuli. Otro tanto hace Plinio el Viejo, naturalista romano del siglo I. Y, por último, en el libro bíblico de Job cap 28, 6 dice: “Lugar donde las piedras son zafiro y contienen granos de oro”, descripción que concuerda con el lapislázuli y no con el zafiro. Con lo cual podemos concluir que cuando el Antiguo Testamento y algunos otros mencionan el zafiro, en realidad se están refiriendo al lapislázuli. ¿Qué va a ser el punteado de oro en polvo? o ¿los granos de oro? que la pirita misma, componente esencial del lapislázuli. Que además lo distingue de otras piedras similares como la sodalita, por ejemplo.

     R.R.C.