martes, 27 de agosto de 2013

Grupo Barberini

     La escultura romana es esencialmente retratista. La afición que tenían los romanos a guardar las imágenes de sus antepasados (“imagines maiorum”) en su casa, favoreció y potenció el gusto por el retrato realista. Plinio nos habla de las imágenes de cera que tenían los romanos, pues hacían mascarillas de los muertos, para obtener la imagen positiva en este material. Éstas eran llevadas en procesión al foro, con el fin de que estuviesen presentes en el elogio del fallecido. La práctica de la mascarilla acabó determinando el influjo del muerto sobre la escultura.
     A imitación de las imágenes en cera se hicieron las de mármol, que son las que conocemos hoy en día. Lógicamente, las primeras no se han conservado.
     El grupo escultórico que vemos está realizado en mármol en el siglo I a.C., tiene una altura similar al tamaño natural de 1,65 metros y se conserva en Roma, Novo Capitolio. Representa a un hombre entrado en años en donde no hay concesiones al idealismo, presenta su rostro arrugado como corresponde a su edad, lleva las dos cabezas-bustos de sus hijos fallecidos en la guerra prendidas con sus manos, la de la derecha la sujeta posada sobre una columna y la otra la mantiene sobre el brazo izquierdo en una actitud tensa.  La columna va decorada con temática vegetal, y su altura llega a medio cuerpo de la figura; ésta viste con manto de abundantes plegados, recogido a la altura de la cintura, en donde el uso del trépano (instrumento que sirve para horadar) resulta evidente. En el busto de la mano izquierda se aprecia el nacimiento de los pliegues del vestido; la figura se apoya en un pie y flexiona el otro en una actitud bastante relajada. Los rostros, el de la figura central, duro y de pómulos salientes, orgulloso de sus vástagos que han dado su vida por la patria, y el de los bustos con expresión más suave, son auténticos retratos.          
     La caracterización del personaje viene dada por la toga (que cubre una túnica que se sujeta con fíbula), que es el símbolo del patriciado y que indica su acceso a la magistratura. El retrato con las imágenes de los antepasados es la expresión del “ ius imaginum”, reservado a la “nobilitas”. En el siglo I a. C. el patriciado recobró sus prerrogativas y el retrato con el atuendo patricio era símbolo de importancia social, política y de casta.
     La línea vertical configura la obra, marca la simetría y el desarrollo ascendente del conjunto, que sólo se quiebra por los ángulos del vestido en el recogido de la túnica y en la postura de la figura con marcado contraposto en las piernas, las cuales, podemos ver gracias a la técnica de los paños mojados utilizada, pues la toga, al pegarse a ellas, deja transparentar su anatomía. También, produce la sensación de un leve cojeo en su pausada marcha. Por último, el punto de vista principal es frontal, como normalmente corresponde a esta época.     
       R.R.C.