sábado, 24 de agosto de 2013

Panteón de los Reyes de San Isidoro de León

Conjunto:
     Las pinturas del Panteón de los Reyes de San Isidoro de León son una de las mejores obras del románico español. En el pórtico de tres naves cubiertas con bóvedas de aristas que Fernando I  mandó construir en 1053, los pintores castellanos decoraron las bóvedas y parte de los muros con varios compartimentos, divididos por gruesas líneas negras y rojas. Estas pinturas se realizaron durante el reinado de Fernando II, en el último tercio del siglo XII.
     En la bóveda central luce el tema clásico del Pantocrátor y el Tetramorfos. La pintura es de tal calidad que iguala e incluso supera a la de San Clemente de Tahull, convirtiéndose en el mejor ejemplar de España. La aureola mística del Señor, sostenida por los cuatro evangelistas descansa sobre un fondo de luminoso cielo, cuajado de estrellas. Los evangelistas no aparecen como es usual -hombres sosteniendo el símbolo animal-, sino en figuras mixtas, con cuerpo humano y cabeza del animal simbólico que los caracteriza. Las franjas de colores planos que se utilizan para rellenar los fondos, se convierten ahora en dos chorros luminosos que se cruzan diagonalmente tras la figura del Pantocrátor con el clásico libro abierto en una mano y el gesto de bendición en la otra.
     Otras escenas representadas en las bóvedas son:
     -Degollación de los Inocentes, en la cual los soldados que blanden espadas contra los niños desnudos como el conjunto más dramático.
     -La Última Cena, que divide el espacio con una estructura arquitectónica; un arco peraltado resalta la presencia de Jesús, quien señala la traición de Judas, y las figuras se distribuyen a ambos lados y tres de ellas delante de la mesa. La disposición ofrece una riqueza de grupos y posturas inusual en el arte románico.
     -El Apocalipsis.
     -Un tramo con varias escenas: Beso de Judas, Prendimiento...
Detalle: La anunciación a los pastores
     La Anunciación a los pastores es la escena más famosa del panteón de los reyes de San Isidoro de León, por  su ingenuo sabor bucólico. Un ángel surge sinuosamente de la arista de la bóveda y hace el anuncio, secundado por dos pastores, uno tocando un cuerno y otro un caramillo, mientras un tercero, sorprendido, no deja de dar de beber a su perro. Esparcidas por la escena las ovejas pacen, dos cabras topan sus cuernos, otras mordisquean arbustos o levantan sus cabezas para contemplar el prodigio; algunos arbolillos ponen la nota del paisaje y separan los grupos.
     Debemos resaltar en esta escena en primer lugar la nueva concepción del espacio; los personajes se rodean de un cierto halo de distancia, no están cuasi adosados como en la mayoría de las composiciones románicas, y la curvatura de la superficie permite al pintor obtener unos tímidos efectos de lejanía. Aquí se recurre a la fórmula de rellenar una bóveda cuadrangular repartiendo en cuatro sentidos los grupos, los cuales, a pesar de ello, no dejan de subordinarse a un conjunto unitario. Las figuras son flexibles, se doblan, se vuelven, en la pelea de cabras la vitalidad es perceptible en cuernos, pezuñas y patas.
     La técnica que se utiliza es el temple, con cierta riqueza cromática, señalada por el predominio del almagre, ocre y negro, que se combinan con el azul, el verde, el amarillo y el carmín oscuro. 
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