miércoles, 19 de abril de 2017

La dama del armiño

      Es uno de los cuatro retratos femeninos de Leonardo da Vinci, pintado en óleo sobre tabla hacia 1490, unos catorce años antes que su famosa Gioconda. Presenta unas medidas de 55X40 cm. y se conserva en un museo de la ciudad polaca de Cracovia. Recientemente el Estado polaco lo ha adquirido a un coleccionista particular, para evitar su salida del país y que sus ciudadanos lo reciban como el regalo de Reyes de 2017.
     En la tabla vemos el retrato de la bella e inteligente Cecilia Gallerani, sabía música y  componía poemas, pare ser, que talento no le faltaba, y solo contaba la temprana edad de 17 años cuando se convirtió en amante (la banda de oro que porta en su frente, el velo y la cinta negra, así la delatan) de Ludovico el Moro, duque de Milán.
     Si nos centramos en la tabla observamos que, mientras sostiene con su brazo izquierdo un armiño (otros prefieren ver un hurón que es más domesticable), animal asociado a la nobleza, lo acaricia con su mano derecha, un acto que podemos interpretar como una alusión sexual, vista su condición de amante de un aristócrata. No obstante, después de someter la obra a pruebas radiológicas, los investigadores observaron que fue realizada en tres fases, y que el animal no estaba presente en un primer momento, aparte de otros cambios. La composición es claramente piramidal, característica del Renacimiento y del autor.
     Está considerado por los expertos el primer retrato moderno, por el hecho de estar pintado a tres cuartos, y porque el personaje dirige su mirada fuera del cuadro (el animal también se gira y parece centrar su mirada en alguien exterior). Por otra parte, la técnica del sfumato iniciada por Leonardo, aunque se encuentra presente, como podemos observar principalmente en las comisuras de los labios y en la punta de su ojo derecho, todavía no adquiere el papel primordial de otras obras posteriores. No obstante, hay que recordar que al artista prefería sugerir las emociones y sentimientos, más que mostrarlos claramente en sus personajes. Así que, si nos fijamos bien, Cecilia Gallerani parece transmitir una ligera sonrisa a la persona que se encuentra fuera del cuadro, probablemente, Ludovico el Moro, su amante y mecenas del propio pintor. Por último, en esta obra, no hay paisaje de fondo como ocurre en otros cuadros del autor; un fondo negro hace destacar aún más, la figura, y cualidades de la joven retratada.

NOTA: las letras en donde aparece el nombre de Leonardo da Vinci y la bella Feroniere (con este título se le podía denominar a un retrato renacentista), fueron añadidas con posterioridad (s. XIX) a la ejecución de la obra.
      R.R.C.