Esposo*,
amado de mi corazón,
Grande es tu hermosura, dulce como la miel,
León, amado de mi corazón,
Grande es tu hermosura, dulce como la miel.
Me has
cautivado, déjame presentarme temblorosa ante ti.
Esposo*, dejaría que me llevaras a la alcoba,
Me has cautivado, déjame presentarme temblorosa ante ti,
León, dejaría que me llevaras a la alcoba.
Esposo,
déjame acariciarte,
Mi delicada caricia es más suave que la miel,
En la alcoba llena de miel,
Déjame disfrutar de tu gran hermosura,
León, déjame acariciarte,
Mi delicada caricia es más suave que la miel.
Esposo*,
has obtenido placer de mí,
Díselo a mi madre, ella te dará manjares,
Y mi padre te colmará de regalos.
Tu
espíritu, sé cómo alegrar tu espíritu,
Esposo*, duerme en nuestra casa hasta el amanecer.
Tu corazón, sé cómo hacer que se regocije tu corazón,
León, duerme en nuestra casa hasta el amanecer.
Tú,
porque me amas, Te ruego que me des tus caricias,
Mi señor dios, mi señor protector,
Mi Shu-Sin, que alegra el corazón de Enlil,
Te ruego que me des tus caricias.
Sobre tu sitio, dulce como la miel, te ruego que pongas tu mano,
Pon tu mano encima de él como sobre una prenda gishban,
Cúbrelo como a una prenda gishban-sikin.
Este es
un poema Balbale de Inanna.
*O novio.
Hasta la traducción de esta tablilla sumeria de barro cocido por el asiriólogo,
Samuel Noah Kramer, en 1951 en el Museo de Antigüedades Orientales de Estambul,
que por casualidad encontró esta pequeña tableta de poco más de 10 cm de alto
por 3 cm de ancho, la cual había sido descubierta en una excavación a finales
del siglo XIX en la antigua ciudad de Nippur (en el actual Irak), estaba
catalogada con el número 2461 y hallada entre numerosas piezas que se
encontraban en ese momento en el museo, quedó gratamente sorprendido cuando empezó
a vislumbrar su contenido. Hasta su traducción, se tenía como los escritos más
antiguos sobre el amor aquellos que narraba la Biblia: El Cantar de los Cantares atribuidos
al rey Salomón, del siglo X a. C., aunque estos se pusieron por escrito entre
el los siglos VI al IV antes de nuestra era, mientras que la tablilla tiene
unos 4050 años. En consecuencia, no resulta nada extraño, la influencia que
pudo tener este poema en El Cantar de los Cantares.
El poema de la tablilla
sumeria está dedicado por una mujer, concretamente por una sacerdotisa de la
diosa Inanna, deidad del amor, la belleza, el sexo y la fertilidad, entre otras
atribuciones, al rey sumerio Shu-Sin, que gobernó entre 2037-2029 a.C., cuando
en una ceremonia ritual la iba a tomar por esposa. Precedida la boda, de
fiestas y banquetes por todo lo alto, con música, cantos y danzas. Todos los
años se celebraba este mismo ritual coincidiendo con las fiestas de Año Nuevo.
El objetivo de este
emparejamiento era asegurar la fertilidad de la tierra, el ganado, la
fecundidad de las mujeres y de la naturaleza en general, que estaba unida a la
ceremonia en cuestión. Si al rey le iba bien, a su pueblo también. Para comprender
mejor esta relación, tenemos que recurrir al famoso libro: La rama dorada
del antropólogo escocés, James George Frazer, que nos explica el funcionamiento
anticientífico de las mentes de los pueblos primitivos, al menos, de la mayoría
de sus miembros que confiaban en la magia más que un conocimiento científico,
que ni siquiera se planteaban. Nos habla en su libro, de cuáles son los dos
principios fundamentales por los que se rige la magia. El primero de ellos, el
que aquí nos interesa, y que denomina magia homeopática o imitativa, dice lo
siguiente: Lo semejante produce lo
semejante. Así que, con ese ritual anual de rejuvenecer la monarquía, la
naturaleza en general y su pueblo en particular, se beneficiaría toda la
comunidad de la suerte que corriera ese matrimonio sagrado.
R.R.C.