sábado, 25 de enero de 2014

La pirámide del Louvre

      Situada sobre la plaza del Museo del Louvre de París. Tiene una altura de poco más de veinte metros y una anchura en la base de treinta y cinco metros, cuenta con un total  de 673 paneles de vidrio laminado transparente, divididos en 603 rombos y 70 triángulos. El peso total de la estructura es de 180 toneladas. La inclinación de sus paredes, al igual que ocurre con las pirámides egipcias, es de 51º (la de Kefren 53º). De vidrio y aluminio fue inaugurada en el año 1989 por el Presidente de la República francesa. Con su construcción, además de solucionarse en parte el problema de las colas para entrar al museo, se aumenta el espacio de exposición en el mismo. Muy criticada por algunos, por la confrontación de estilos  entre la pirámide de cristal y el antiguo palacio al que da acceso. Pero con el paso del tiempo se va integrando en ese espacio, hasta el punto, que si desapareciera de allí, muy probablemente se echaría de menos.
      R.R.C.
Nota: Foto del autor

jueves, 23 de enero de 2014

La pirámide de Kefren

    
      Se encuentra situada sobre una pequeña meseta situada en la llanura de Ghizá, lo que la hace parecer más alta que la pirámide de Keops, cuando en realidad mide tres metros menos de altura y quince menos de anchura. El faraón Kefren, hijo del anterior, la mandó construir unos veinticinco siglos antes de que naciera Jesucristo para que le sirviera de tumba. En la actualidad, observándola desde lejos sigue pareciendo la mayor de todas las pirámides, ya que sigue conservando gran parte del recubrimiento de su cúspide, pero no mantiene sus 143 metros intactos (sólo 136,4), mientras que la de su padre ha perdido 10 metros de los 146 que tenía. También hay que decir, que la pirámide de Kefren presenta un aspecto menos trabajado y más descuidado que la de Keops. En las esquinas el material es muy irregular. Además, su cúspide presenta una pequeña desviación.
     Por la entrada principal se accede a un pasaje descendente que enlaza con un corredor horizontal, para nuevamente dar acceso a un nuevo pasaje ascendente que conduce a la cámara funeraria. El corredor horizontal da acceso a una pequeña cámara donde, probablemente, se hallaba el ajuar funerario.
     En la cámara se encuentra un sarcófago de granito negro que debió contener la momia del faraón, aunque de ésta nunca se supo nada, pues cuando el explorador Belzoni hizo su hallazgo ya había sido saqueada.
    R.R.C.
Nota: Foto del autor

miércoles, 22 de enero de 2014

La máscara de Agamenón


      De autor desconocido y elaborada hacia la mitad del siglo XVI antes de Jesucristo, de unas medidas de 26,5 X 26 centímetros (prácticamente cuadrada), está expuesta en las vitrinas del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, junto con otra máscara y objetos de oro. Hallada en la ciudad aquea de Micenas en 1876 por el arqueólogo alemán Schliemann, el cual se la atribuyó equivocadamente a Agamenón, famoso rey por la conquista de Troya que tuvo lugar unos 350 años después.

    Fue realizada con una fina lámina de oro repujado, con el objeto de transmitir a la posteridad la fisonomía real, sin idealización alguna de una persona concreta, posiblemente un príncipe, o un importante y prestigioso guerrero. Sin ningún tipo de concesión a la hora de reflejar los duros rasgos que presentaba su rostro; en el que destacan los grandes ojos cerrados y almendrados, cejas prominentes, y poblado con una densa barba que llegaba a la altura de su cuidado bigote. Esta máscara forma parte de una de las cinco descubiertas en el círculo denominado Tumbas A, y más exactamente se encontraba sobre la cara de un cuerpo sepultado en la Tumba V. Las máscaras funerarias las podríamos considerar como las mejores piezas localizadas en estos enterramientos y, entre ellas, se podría destacar ésta. En fin, conocida como máscara de Agamenón que no es de Agamenón. Paradojas de la Historia.
      R.R.C.
NOTA: Foto del autor

martes, 21 de enero de 2014

El trono de Tutankamón


   Resplandeciente en una de las galerías del Museo de El Cairo y en una vitrina de cristal y madera, rodeado de otras piezas de la tumba, se expone el vistoso trono junto con el escabel  en donde reposarían sus pies del famoso faraón del Imperio Nuevo egipcio, que vivió una corta vida (probablemente 19 años), allá por el mil trescientos treinta antes de Jesucristo. Al igual que otros objetos que completaban su ajuar, fue el arqueólogo británico Howard Carter quién lo halló en su sepulcro en el Valle de los Reyes, cerca de la antigua ciudad de Tebas. A pesar de ser un objeto funerario, son muchos los que piensan que lo pudo utilizar en vida (desde luego, hubiese sido una lástima que no lo hubiera hecho).
     
     Tiene una altura de poco más de un metro y los materiales empleados para su elaboración son: oro, madera, plata, vidrio; y piedras de adorno como lapislázuli, cornalina y turquesa. El estilo que se observa es el típico de la época de Amarna, que como consecuencia de la reforma religiosa de Amenofis IV, se produjo un cambio en las concepciones artísticas del momento, volviendo al estilo anterior después de la muerte de este faraón, que dicho sea de paso, era el padre de Tutankamón. La parte más interesante del trono la podemos contemplar en el interior de su respaldo laminado en oro, con imágenes en bajo relieve en donde podemos advertir al joven rey en una escena íntima con su Gran Esposa Real, que fue una de las seis hijas de Nefertiti y del propio padre de Tutankamón. Por lo tanto, eran hermanastros, algo habitual en las parejas reales de aquella época en Egipto. La joven reina se inclina en actitud cariñosa frente a su esposo que aparece sentado y atento a sus tiernos gestos, e incluso, parece dar protección con su mano posada sobre su hombro izquierdo, a la vez que le está poniendo ungüento perfumado. Como ya he advertido antes, el estilo amarniense lleva al anónimo ejecutor de la obra a representaciones con cuellos largos y estilizados; cráneos alargados y vientres abultados; entre otras consideraciones. Los personajes aparecen ataviados con ricas y coloridas vestimentas típicas de grandes acontecimientos y ceremonias. Además, el dios Atón preside desde una posición central y desde lo alto la simpática escena, mientras resguarda con sus rayos llenos de vida a la feliz pareja.
     
     Las cuatro patas del sillón son impresionantes extremidades y garras de león, y su parte frontal se encuentra rematado con dos cabezas de este fiero animal. Entretanto, sus brazos representan dos serpientes aladas que portan las dos coronas egipcias (alta y baja), y la cabeza de una cobra y de un buitre como símbolos de la unificación del Alto y Bajo Egipto. También aparece el nombre del faraón en sus respectivos cartuchos: a la derecha el de Tutanjatón y a la izquierda, el más reciente, de Tutankamón.
     
     Otra pieza interesante es el escabel que aparece frente al trono, en donde el faraón ponía sus pies asegurados con elegantes sandalias. Está hecho en madera recubierta de estuco y pan de oro. En él aparecen los enemigos de su patria, simbolizados en tres asiáticos y tres nubios que, evidentemente, quedaban pisoteados bajo las suelas de su calzado. Por si quedaba alguna duda, un texto egipcio dice lo siguiente: «Todas las grandes tierras extranjeras están bajo tus sandalias.» Como vemos, la idea que tenían de la diplomacia es completamente distinta a la que se tiene hoy en día entre los países desarrollados y, no digamos nada, sobre lo “políticamente correcto”.
     
     En definitiva, nos encontramos con una pieza del arte egipcio que presenta una gran calidad técnica y artística. Una de las obras más entrañables del Tesoro de Tutankamón.

Nota: me ha sido de gran ayuda a la hora de elaborar estas líneas el Blog del profesor en Hª del Arte Dr. Josué Llull.
     R.R.C. 

martes, 7 de enero de 2014

Tumba del cervecero del faraón

    
     Se ha hecho público estos días de comienzo de 2014, el descubrimiento por parte de un grupo de arqueólogos japoneses en la ciudad egipcia de Tebas*, de una monumental tumba de un cervecero de los faraones, de la época dinástica de los Ramsés de hace unos 3200 años. El responsable del hallazgo explicó que descubrieron esta tumba cercana al Valle de los Reyes, "durante la limpieza de la explanada ubicada frente a la sepultura de un alto responsable bajo el reinado de Amenofis III". El propietario se llamaba “Jonso Em Heb”. La sepultura tiene forma de T, con dos salas y una cámara mortuoria. Además, está conectada con la tumba de un personaje aún sin identificar conocido como Hun. Sus paredes y techo se encuentran ricamente adornadas con paisajes dibujados, así como numerosas inscripciones en lengua jeroglífica, que nos aportan numerosos detalles de la vida cotidiana en el Antiguo Egipto, especialmente, sobre las relaciones familiares entre marido, esposa e hijos y, por supuesto, sobre  rituales religiosos.

     La riqueza cromática que podemos ver en el interior, tanto en techo, decorado con figuras geométricas y una barca solar, como en paredes, nada tiene que envidiar a otras sepulturas de personajes de mayor rango; y por fortuna, presenta un buen estado de conservación. En uno de sus muros, podemos observar una pintura en donde aparece el propio cervecero aquí sepultado, junto a su mujer e hija, entre cuyas funciones destacaba la de encargarse de las reservas reales de esta bebida, presentando ofrendas a los dioses, concretamente, frente a Mut, considerada la diosa madre egipcia. Otras pinturas que aparecen, nos presentan como era el proceso de fermentación del cereal para la elaboración del preciado líquido, así como las vasijas que lo contenían, que eran ofrecidas a la mencionada diosa. Para entender mejor el rango del personaje, hay que tener presente, que la cerveza era una bebida muy popular entre la gente, desde el propio faraón hasta el egipcio más humilde. No resulta extraño el hecho, de que la primera huelga de la que se tiene noticia en toda la historia, se produjo en el siglo XIII antes de J.C. en el reinado de Ramsés III, precisamente, porque a los obreros no se les suministró la cantidad de cerveza prometida durante un tiempo. Como consecuencia de ello, interrumpieron su trabajo, ya que ésta era considerada un medio de pago. Por último, las normas de fabricación de la cerveza eran estrictamente vigiladas por los funcionarios del faraón, para que no hubiese engaños ni manipulaciones, y con este objetivo, sellaban los recipientes con inscripciones jeroglíficas para garantizar su calidad y autenticidad.
     Lamentablemente, aún no se encuentra abierta al público, pero todo indica que en un futuro se podrá visitar.
*La actual Luxor en el Alto Egipto.
      R.R.C.