Se conserva en el Museo Metropolitan de
Nueva York y presenta unas dimensiones de 4,4 cm. de alto por 8,2 cm. de ancho, y tiene una antigüedad de casi cuatro mil años, ya que fue un regalo del faraón
Sesostris II que gobernó Egipto entre* 1882 y 1878 antes de J.C. a su hija Sithathoriunet,
por lo que también podríamos denominar al pectoral con este nombre. Fue
localizado por Guy Brunton en las excavaciones llevadas a cabo por Flinders
Petrie entre 1813 y 1814, precisamente en la tumba 8 de el-Lahum, que
correspondía a la de esta princesa. Parece evidente que se llevó el regalo a su
lugar de descanso eterno, hasta que fue interrumpido treinta y nueve siglos
después.
Los ricos materiales empleados para su
realización fueron: oro, lapislázuli, cornalina, turquesa y granate. Los
artesanos joyeros confeccionaron una base de oro puro sobre la que se ejecutan
una serie de celdillas, para poder incrustar posteriormente fragmentos de piedras
de adorno, o cristales, de una gran variedad cromática. Todo ello elaborado con
una gran meticulosidad y precisión, propios de auténticos profesionales en el
arte de la orfebrería. Lógicamente, las piedras han sido talladas expresamente
para adaptarse a las diferentes formas y tamaños, milimétricos en algunos
casos, de las celdillas a las que van destinadas, hasta un total de 372 piezas
que encajan a la perfección.
Es típica la forma trapezoidal de los
pectorales del Imperio Medio egipcio, con el objeto de simbolizar la fachada de
los templos, pero no es el caso del que nos ocupa, pues se ve liberado de esta
imposición y son las propias aves las que cierran la composición a ambos lados,
el propio cartucho real con las cabezas de las cobras en la parte superior, y la
banda que cierra la pieza por la parte inferior dan unidad a la obra. No
obstante, mantiene la apariencia trapezoidal, pero independiente de un enmarque
cerrado.
Cuando observamos el pectoral, lo primero
que salta a la vista es la preocupación del autor por la simetría, es decir, si
dividimos la pieza en dos mitades nos encontramos lo mismo en cada una de ellas,
y por la armonía de la joya en su conjunto. En la parte superior y situado
justo en el centro del eje de simetría, nos encontramos con el cartucho que
contiene el nombre del faraón. En lo alto del mismo aparece el disco solar en
referencia al dios RA, con el borde
de oro y con una cornalina redonda incrustada. A continuación, muestra un signo
jeroglífico bilítero, o sea, que equivale a dos sonidos: JA, y consiste en el disco solar asomando tras una colina. En este
caso se podría traducir como: “aparece”. Cornalina y turquesa principalmente ocupan
el espacio interior que deja el bisel de oro. Por último, nos encontramos con
el famoso escarabajo pelotero egipcio, con su precisa silueta áurea y colmada
con una magnífica pieza de lapislázuli elaborada al efecto. Como signo
trilítero sonaría JePeR
(JPR, introducimos la vocal e para
su pronunciación) y se traduce por: “manifestación”. Luego, el cartucho en su
conjunto lo leeríamos: Jajeperra
(aunque el nombre del dios aparece en primer lugar por ser un dios, se lee el
último). “Aparece la manifestación de Ra”
sería su traducción al español y el nombre griego por el que se le conoce a
este faraón es: Sesostris II.
A ambos lados del cartucho real se
encuentran dos preciosos halcones que simbolizan al Sol con incrustaciones de lapislázuli y turquesa
en su plumaje. Ojos, pico y cabeza de ambas aves se encuentran perfectamente
cuidados. No se deja nada desatendido, como también podemos comprobar en sus
patas, en las que se intenta reproducir el aspecto rugoso de las mismas, así
como la fuerza de sus potentes garras; una sobre un signo circular con una
cornalina incrustada, haciendo referencia a la eternidad, mientras que la otra
se lanza hacia delante, para encajar perfectamente con sus poderosas uñas, en las
ramas que sostiene el dios Heh que se encuentra en el centro de la obra, bajo el cartucho (Shen, en jeroglífico)
ovalado que porta el nombre real. Respecto a este dios, tenemos que tener en
cuenta que simboliza la eternidad y el espacio infinito, también lo vemos arrodillado, en otras ocasiones, con los
brazos abiertos sosteniendo el cielo para representar la cifra un millón. Además,
era el jeroglífico que significaba infinito en las matemáticas egipcias.
Asimismo, se encuentra representado, pese a su pequeño tamaño, con gran
minuciosidad y detalle, como podemos comprobar en su rostro de turquesa
exquisitamente labrado, barba postiza, ancho collar, faldón y manos cerradas en
las que podemos distinguir su dedo pulgar. En las ramas de palmera que
sostiene, se realizan una serie larga de muescas, probablemente haciendo
alusión a un gran número, e incluso infinito número de años, de hecho, la hoja
de palmera era el signo jeroglífico con el que se escribía año. De uno de sus
brazos, pende un renacuajo con lapislázuli en su interior. Este signo
jeroglífico se empleaba para escribir una gran cantidad: cien mil, lo cual,
hace hincapié en lo infinito, en lo difícil de contar, en definitiva, en lo
ilimitado, además de poderlo vincular con nociones de fertilidad y
regeneración.
Dos cobras se enroscan para recoger los
dos discos realizados de turquesa** que llevan sobre sus cabezas los halcones
ya mencionados, y que terminan envolviendo el cartucho oval de Sesostris II con
sus cuerpos y boca, simbolizando de esta manera, la protección que ofrecen al
faraón. De sus finos y alargados cuerpos, pende el signo más conocidos y más
repetido en los muros, tanto en pinturas como en relieves del antiguo Egipto:
la cruz de asas, importante amuleto y signo trilítero que se pronuncia ANJ y se traduce por “la vida”, acabada
con incrustaciones de turquesa. Situadas ambas cruces entre las aves y el
nombre del monarca, enfatizan el carácter divino de las cobras, los halcones y
el propio faraón. La banda de oro con una decoración geométrica elaborada con pedrería dispuesta en zigzag,
hace alusión a una superficie líquida, algo que se mueve ¿el rio Nilo quizás,
tan importante para la vida en Egipto?
Todo parece indicar que el significado simbólico de este pectoral
se refiere a la eternidad del faraón
acompañada del astro solar, sin el cual sería imposible de conseguir. Los
propios signos jeroglíficos que se utilizan para escribir el nombre de este
soberano hacen referencia al Sol, pues el escarabajo es una metáfora de la
energía que desprende este astro, el signo que le sigue es una colina por la
que asoma el disco solar y en la parte superior vemos representado al propio
Sol. El espíritu del monarca unido al de
Ra son eternos, este es el mensaje que quiere transmitir a sus súbditos a
través de esta preciada joya. Su hija se encargó de lucirla en aquella lejana
época.
*Las fechas
tan antiguas hay que tomarlas con cierta cautela. Dependiendo del investigador
puede haber una pequeña variación.
**No es
habitual representar al disco solar con el color de esta piedra. Si aquí se
prefiere al color rojo, es para destacar más el disco solar que contiene el
cartucho y que forma parte del nombre del faraón.
R.R.C.
Nota: Me ha
sido de gran utilidad la página web “Amigos de la Egiptología”
APÉNDICE
LA COBRA DEL FARAÓN
Esta cobra tiene más años que
Matusalén, como diría un castizo. Nada menos que 3900 años, del reinado del
faraón Sesostris II de la XII dinastía egipcia. Fue hallada por el arqueólogo
Flinders Petrie en 1920 en El-Lahun, entre los escombros de la pirámide de
dicho soberano. Su estado de conservación salta a la vista. Inmejorable. Mide
tan solo 6,7 cm de altura y presenta una elegancia difícil de describir. Los
materiales que se emplearon para elaborar esta bella pieza fueron: oro,
lapislázuli, cornalina, feldespato y granate. Representa a la diosa Uadyet,
protectora del Bajo Egipto y del monarca; de hecho, solo él podía llevarla en
su frente como símbolo protección. La imaginación, la brillantez, el esfuerzo y
el buen hacer, estuvo presente en la orfebrería egipcia desde tiempos muy
lejanos. Esta obra es una prueba de ello.
R.R.C.
APÉNDICE II
PECTORAL DE SESOSTRIS II (2)
Con la típica forma trapezoidal que nos
recuerda la fachada de un templo egipcio, este magnífico pectoral realizado en
oro y piedras de adorno, fue descubierto en la tumba de la princesa Sathathor
en Dahshur, por J. De Morgan a
finales del siglo XIX. Tiene una altura de casi 5 cm. y se encuentra conservado
en la actualidad en el Museo de El Cairo. Presenta un estado de conservación
excelente, ya que tiene una antigüedad cercana a 4000 años.
La técnica empleada para la elaboración de
esta sofisticada pieza se conoce con el nombre de cloisonné, en la que se
incrustaban piedras de adorno o pasta de vidrio en pequeñas celdillas. Tanto en
el friso superior como en la base, se van alternando: lapislázuli, cornalina y
turquesa. Prácticamente con estas tres piedras realizan toda la obra. En la
parte central de la misma, observamos dos de los nombres de este soberano de la
XII dinastía (de los cinco que tenía, como era habitual en los faraones
egipcios). El Nombre de Horus de Oro en la parte superior consistente en tres
banderines izados al viento, y un altar rectangular en el que posan sus picos
los dos halcones, con ofrenda situada en la parte central (en la base del segundo
banderín), y que podríamos traducir: “Los
dioses están satisfechos”. A continuación, nos encontramos en Nombre de
Trono de este monarca encerrado en el típico cartucho, y en el que podemos
observar: el disco solar en la parte superior; una colina por la que asoma el
Sol, en el centro; y debajo, un precioso escarabajo de lapislázuli, es decir: “Aparece la manifestación de Ra”, en
español.
A ambos lados de esta simétrica joya, se muestran dos preciosos halcones decorados con bandas paralelas de lapislázuli y
turquesa, que portan sobre sus cabezas las coronas del Alto y Bajo Egipto,
mientras posan sus poderosas garras sobre el signo jeroglífico que los egipcios
utilizaban para el oro; una especie de collar con colgantes, que en este caso aparece
decorado con distintas piedras y colores. Dos cobras (uraeus, símbolo protector
de los faraones), con un anillo en la cola que envuelve una representación del
Sol (Ra), y de las que cuelgan en su parte delantera dos cruces egipcias (símbolos de la vida), cierran este elegante y espectacular pectoral.
R.R.C.