martes, 22 de abril de 2014
martes, 15 de abril de 2014
Pasado industrial de Molina de Segura: sus chimeneas
Las grandes chimeneas que actualmente
podemos ver en el municipio de Molina de Segura, se encuentran situadas en los mismos
lugares que en la década de los cuarenta, o de los cincuenta del siglo pasado,
se encontraban las fábricas de esta ciudad murciana, en la que muchos hombres y
mujeres tanto de Molina como de otros pueblos, o provincias limítrofes,
trabajaron duro pasa sacar adelante a sus familias y mejorar sus condiciones de
vida y, de paso, conseguir que la villa alcanzase el progreso y la modernidad
que le faltaba, buscando el lugar que le correspondía, tanto en la geografía
regional como nacional. En los años sesenta y siguientes, con el uso del
fueloil, dejaron de ser imprescindibles, ya que las industrias producían menos
residuos gaseosos.
En la actualidad se conservan siete
chimeneas en total, y son los testigos mudos de ese pasado floreciente que sacó
a Molina de su atraso y aislamiento con relación al resto del país. Su estado
de conservación es admirable, algunas de ellas se han reparado, otras necesitan
algún que otro retoque, pero merecerá la pena llevarlo a cabo. El material del
que están hechas es muy evidente: ladrillo macizo unido con argamasa de
cemento y tierra. Su altura es considerable, pues fácilmente alcanzan los 20
metros (una que hay en Lorquí llega a los 38), con uno diámetro de dos o tres
metros. Las calderas de la época eran de vapor y se quemaba madera y carbón, lo
que producía una gran cantidad de humo, de ahí la necesidad de construir estas
chimeneas tan altas.
Sabiéndolas mirar, yo diría que tienen
belleza, no llegaré al extremo de compararlas con un obelisco egipcio, coma
hacía Van Gogh con los cipreses, pero sí me lo recuerdan bastante, aunque su
forma suele ser cilíndrica y no cuadrada, como es el caso de esas maravillas
que los egipcios de la época faraónica colocaban delante de los pilonos de sus
templos, y que hoy los vemos repartidos por distintas ciudades del mundo, baste
recordar el de Ramsés II en la plaza de la Concordia de París. Pero nadie podrá
negar que estas chimeneas, al menos, eran más prácticas que los preciosos
obeliscos, pues liberaron a los habitantes de esta ciudad de unos niveles de
contaminación e infección considerable, enviando a las “nubes” los humos y
gases procedentes de la combustión de los procesos industriales.
No sólo en Molina de Segura se encuentran
en la actualidad estas atractivas chimeneas, ya que las he podido ver en otros
pueblos y ciudades limítrofes, como en la misma capital de la Región, en
Alguazas, Las Torres de Cotillas, Lorquí, o Campos de Río, por nombrar algunas, todas
ellas muy bien cuidadas y en su caso reparadas para el deleite de sus
habitantes y visitantes. De las mencionadas, destacaría la de Las Torres por
su forma poligonal (concretamente octogonal), lo que en mi opinión la hace distinguirse
sobre las demás sin desmejorar a ninguna, por supuesto.
Chimenea de Las Torres de Cotillas |
Senén, artesano de un pueblo próximo
al mío, hace excelentes reproducciones de estos “monumentos”, las denomina
quemadores de incienso y, efectivamente, para eso se pueden utilizar. Yo probé
una de ellas y tenía un buen tiro, quiero decir, que no perdía humo por la boca
hecha en la base que es donde se quema el incienso, y toda la fumarada salía
por la parte superior (por donde correspondía) dejando una aroma agradable en
toda la habitación. En fin, ya me apetecía escribir algo, creo que atrayente,
sobre este “pueblo” de casi setenta mil habitantes.
R.R.C.
Nota: Fotos del autor.
domingo, 13 de abril de 2014
San Dimas, el buen ladrón
Es el primer
santo de la cristiandad proclamado por el propio Jesucristo en la cruz
momentos antes de morir, cuando le aseguró, siguiendo el evangelio de San
Lucas, que antes de que acabara el día estaría en el paraíso con Él. Como
todos sabemos a Jesucristo se le crucificó en el Gólgota situado en las afueras de
Jerusalén, acompañado de dos ladrones: uno a su izquierda que no se arrepintió
de nada y estuvo haciéndole reproches a Jesús, conocido como el mal ladrón; y
otro a su derecha, que reconoció a Cristo como el Salvador y le pidió que no se
olvidara de él cuando estuviese en su reino, conocido como el buen ladrón.
Los evangelios canónicos, o sea, los
cuatro que aparecen en el Nuevo Testamento, ni siquiera mencionan su nombre, en
algunos de los evangelios denominados apócrifos, no reconocidos por la Iglesia,
por ejemplo el Protoevangelio de Santiago escrito a mediados del siglo II por
un cristiano procedente del paganismo, ya que desconoce las costumbres judías, se
refieren a él como Dimas. Además de darnos su nombre, José de Arimatea añade que era de origen galileo y que tenía
una posada, atribuyéndole numerosos robos, pero a la vez, nos lo presenta como
una especie de Robin Hood que atracaba a los ricos para favorecer a los pobres.
Otros evangelios como el de Nicodemo, o el Evangelio Árabe de la infancia también lo mencionan brevemente, y los datos que nos aportan son del todo deficientes
y poco o nada creíbles.
La crucifixión parece que tuvo lugar el
viernes tres de abril del año 33 de nuestro calendario, cuando Jesucristo debía
andar cerca de los cuarenta años, si tenemos en cuenta que nació entre el 4 y
el 7 antes de nuestra era. Un error que se cometió en el siglo VI por Dionisio
El Exiguo, que fue quién estableció el calendario cristiano, ha dado lugar a la
contradicción de tener que decir, que Cristo nació entre el 4 y el 7 antes de
Cristo. Por lo tanto, si sumamos su año de nacimiento al 33 de la crucifixión,
estaba rozando la cuarentena por esa época. De los tres crucificados, Él fue el
único que fue clavado en el madero, mientras que los otros dos ejecutados a
ambos lados fueron atados a sus cruces hasta la muerte, como era habitual
entonces. La excepción se hizo con Jesucristo, lo que indica que para sus
verdugos cometió delitos mucho más graves.
Si del buen ladrón sabemos poco, del mal
ladrón sabemos casi lo mismo. En los evangelios apócrifos se llamaba Gestas. Se
limitó a insultar a Jesús desde su cruz y no mostró signos de arrepentimiento
por los delitos que había cometido. Los hechos que le atribuye José de Arimatea
en el Protoevangelio de Santiago son mucho más graves que los que refiere a
Dimas. Lo describe como una especie de psicópata muy violento desde el
principio de su vida y, por lo que podemos deducir, nunca se arrepintió de
nada.
En la iconografía se les representa a
ambos de muy distinta manera. Mientras que Dimas mira a la cara de Jesús y
mantiene una actitud serena, el mal ladrón no lo mira, muestra signos de dolor
y se contorsiona en la cruz. En ciertas pinturas aparece un ángel acompañando
al buen ladrón y un demonio al malo.
Después de leer lo anterior, entenderemos
mejor la cruz de la iglesia Ortodoxa que presenta tres barras horizontales al
gran madero vertical. La barra superior se destina a colocar la inscripción que
Cristo tenía sobre su cabeza, en donde se explicaba el motivo de su condena; la
siguiente barra horizontal y la más larga iba destinada a sus brazos,
extendidos a lo largo del travesaño para ser clavados a la altura de las
muñecas; y la tercera barra representada en una posición diagonal, simboliza
al buen ladrón en su parte más elevada y al mal ladrón en su parte más baja.
Aunque a lo largo de la entrada he
terminado escribiendo sobre los dos ladrones, en mi intención primera sólo
estaba el referirme al bueno, y por este motivo, he decidido mantener en su título sólo el
nombre de él: Dimas, o mejor: San Dimas.
R.R.C.
Nota: Imágenes bajadas de Internet.
miércoles, 9 de abril de 2014
Desnudo bajando una escalera de Marcel Duchamp
Es una
pintura realizada con óleo sobre lienzo por el artista de origen francés y
nacionalizado norteamericano Marcel Duchamp. Fechada en 1912 presenta unas medidas de 147X89 cm. y se encuentra
expuesta en el Museo de Arte de Filadelfia. Obra en la que "coquetea" con el cubismo analítico que tiene lugar entre 1902 y 1912, en donde la pintura es casi monócroma, ya que los colores no interesan, pues lo importante es la geometrización, con la que expresa el movimiento continuo de un desnudo femenino a través de una cadena de figuras cubistas superpuestas.
Pronto abandonará este estilo para dedicarse a un nuevo invento totalmente
revolucionario en la teoría del arte, como fue la creación del ready made, ya
tratado por mí en otra entrada de este blog. No cabe duda, de que la
cronofotografía descubierta a finales del siglo XIX le sirvió de motivo de
inspiración a la hora de plantearse esta pintura.
El lienzo fue rechazado por el Salón de
los Independientes, y tuvo que esperar un año para ser expuesta en el Armory Show
de Nueva York, donde fue recibido con admiración y sorpresa a la vez. Esta obra
que podríamos considerar a medio camino entre el cubismo, el futurismo y el
arte dada, ya sorprendió con su título que el propio autor escribió sobre el
mismísimo lienzo. La sensación de movimiento que produce no se había observado
en ninguna otra creación hasta ahora. La plasmación pictórica de la idea del
movimiento era una de sus máximas preocupaciones en el momento de ejecutar este
trabajo. Emplea una gama de ocres, marrones, dorados y retazos de otros colores.
La figura se compone de elementos abstractos y otros de forma cónica, cilíndrica
o esférica, que producen en el espectador esa sensación de ritmo y movimiento acelerado
en diagonal. Pero lo habitual en él era no detenerse mucho para explorar las
posibilidades que le abría un nuevo cometido, simplemente abandonaba esa vía e
iniciaba una nueva.
El cuerpo humano, en este caso el de la
mujer a la que suponemos ver, se convierte en una verdadera máquina de
movimiento. En su descenso a no se sabe dónde, el desnudo deja la sucesión de
sus sombras, cuestión que cuidaba mucho Duchamp, como sabemos por sus ready
made, en los cuales nos advertía, que las sombras que proyectaban eran parte de
la propia obra. Además, hay una intención evidente del autor de representar el
movimiento de un cuerpo (instantes del mismo personaje), en un espacio
determinado. Al descomponerse las imágenes en su trayectoria pone de
manifiesto, en términos netamente artísticos, la cuestión del tiempo como
fenómeno físico.
En
fin, una obra revolucionaria en su época, un ejemplo de los estilos
vanguardistas de comienzos del siglo XX.
miércoles, 2 de abril de 2014
Consummatum est de Gérôme
Ya que
estamos en el mes de la Semana Santa, me ha parecido oportuno traer al blog
este cuadro, que trata sobre lo acaecido a medio día del primer Viernes Santo
de la historia. Es un
óleo sobre tabla de estilo romántico del pintor academicista francés Jean-Léon
Gérôme, realizado en 1867 con unas medidas, más bien pequeñas, de 63,5 X 98
centímetros y se encuentra expuesto en el Museo de Orsay de París. El título de
la obra recoge las últimas palabras que, según San Juan en el capítulo 19
versículo 30 de su evangelio, pronunció Jesús cuando hubo tomado el vinagre que
un soldado romano le acercó a su boca en una esponja. Y habiendo inclinado su
cabeza entregó el espíritu al Padre. Estas fueron sus últimas palabras
antes de morir: consummatum est (recogidas en la Vulgata latina), se acabó
todo, todo está cumplido, donde Jesús alude a que ha satisfecho la voluntad
divina.
En esta obra podemos ver el Gólgota, lugar
de la crucifixión de Jesús, junto con otros dos ladrones de la época con los
que compartió día y lugar de ejecución. Sin embargo, no vemos a los
ajusticiados, tenemos que conformarnos con las sombras que producen sus cruces
y sus cuerpos proyectados, aunque sólo el de Jesucristo vemos en su plenitud, los
cuales marcan una ruptura iconográfica con la forma tradicional de representar
el tema, sobre el árido y desangelado suelo de esta parte de Jerusalén, al que
por cierto, podemos ver al fondo de la imagen con cierta dificultad, como
queriendo indicar que este hecho nada tiene que ver con la ciudad santa del
judaísmo, y partir de ahora también de la nueva religión que acaba de iniciar
su camino. A la vez, un espeso velo negro podemos observar que se cierne sobre
el desolado paisaje, ya que la naturaleza misma parece estremecerse por lo que
acaba de suceder, los árboles del primer plano, que se muestran huidizos y
espantados, dan testimonio de ello. Un pequeño grupo de personas asiste, a lo
lejos, al fúnebre acontecimiento.
Para esta representación, el autor emplea
una perspectiva extraña, un punto de vista bajo que nos conmueve y entristece,
el entorno, tanto terrestre como atmosférico no puede ser más descorazonador.
Los contrastes de luces y sombras y la manera de repartirse la luz por la escena
acentúan el dramatismo. Esta forma novedosa de abordar el tema, le valió al
artista multitud de críticas. Con este cuadro, Gérôme reanuda su obra
histórica. Enfoca la pintura desde la verdad
arqueológica y topográfica, comprobado por sus numerosos viajes a
Oriente y Tierra Santa, según nos informa el comentario que hace el propio
Museo sobre ella. Pero no es sólo un asunto de reconstrucción y de veracidad,
se trata de fomentar el poder de evocación del Evangelio, siguiendo con la
publicación museística.
R.R.C.
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