Evidentemente
no es lo mismo ser turista que ser viajero. El primero es el que viaja para
divertirse, para descansar (aunque dudo que lo consiga de viaje), para entretenerse,
porque está de vacaciones y a algún sitio tiene que ir para romper con la
rutina del trabajo, en fin, los motivos pueden ser varios. El segundo, viaja
para aprender, observar, comprobar, en definitiva, comprender mejor y tener una
visión más amplia del mundo en el que vive. Todo lo anterior, no tiene,
necesariamente, que estar reñido con la diversión y el entretenimiento. Ya dijo
un importante escritor: “Que el mundo es como un precioso libro y el que no ha
viajado nunca sólo ha visto la primera página”. El viajar también es muy bueno
para evitar los prejuicios y la estrechez de miras, nos hace más dialogantes y
comprensivos, no cabe duda, de que es muy saludable y rejuvenecedor. Por otra
parte, los conocimientos que adquirimos en la escuela, o en la universidad, se
completan y complementan con una actividad viajera, cuanto más, mejor, cada uno
lo que pueda permitirse, o le apetezca. El historiador romano Plinio el Joven ya nos dejó por escrito que: “Por naturaleza, los hombres gustan de ver cosas
nuevas y de viajar”.
Como julio es un mes vacacional, durante
el cual mucha gente puede aprovechar para viajar, creo que es oportuno
escribir sobre este asunto, a riesgo de parecer jactancioso, por mencionar más
adelante los lugares que he visitado. El no hacerlo, tampoco me convertiría en
más humilde. Sólo pretendo hacer una llamada de atención sobre la importancia
que tiene para formarnos como personas, el hecho de conocer otros sitios
diferentes al lugar donde hemos nacido y crecido. Además, sin pretender
ofender ni minusvalorar a nadie, la gente más inteligente que yo he conocido no ha sido en la Universidad, ni en círculos pretenciosamente intelectuales con
los que he tenido algún contacto. Todo lo contrario, en los lugares más
humildes y sencillos de España y otros países del mundo, en los rincones más
inesperados, me he tropezado, sin buscarlo, con las personas más sabias,
interesantes y encantadoras que he visto en mi vida.
Mark Twain, por ejemplo, fue un entusiasta
viajero, como podemos comprobar en su maravilloso libro traducido al español
como Guía para viajeros inocentes (su título original es Inocentes en el
extranjero). Afirmó en una ocasión “Que no hay forma más segura de saber si
amas u odias a alguien que hacer un viaje con él”. Otros personajes relevantes
también fueron incansables viajeros y aventureros. Muchos de ellos publicaron
sus experiencias de las que nos podemos aprovechar todos nosotros, en la
aventura que todo viaje conlleva.
Personalmente, me hubiese gustado viajar
mucho más de lo que lo he hecho hasta ahora. Pero sí he viajado, al menos, todo
lo que he podido. Evidentemente, el país que mejor conozco es España, ya que he
visitado sus quince comunidades autónomas peninsulares, las dos insulares, es
decir, los archipiélagos de Baleares y Canarias, más las ciudades
norteafricanas de Ceuta y Melilla. Muchas de ellas varias veces (es bueno
repetir, pues cuando uno vuelve a un lugar ya visitado siempre se descubren
cosas nuevas, no entiendo a aquellas personas que dicen que no volverían a un
sitio en el que ya han estado). España es como un pequeño continente, por la
variedad que ofrece su medio millón de km cuadrados, su riqueza cultural, sus
diversos paisajes y diferentes climas. Aunque uno sólo viajase por ella, no
estaría nada mal, pues ofrece todo un mundo de posibilidades para aprender,
conocer y disfrutar. No hay viaje, por corto o pequeño que nos parezca, que no
sea importante. Y recuerden, como dice un viejo proverbio atribuido a Lao Tse:
"Un viaje de mil leguas empieza por el primer paso".
Al extranjero también he salido en
numerosas ocasiones, y al igual que he hecho en España, he repetido países, otros sólo los he visitado en una ocasión. Por supuesto, no los he recorrido como España,
he visitado alguna ciudad, u otros lugares de interés en cada uno de ellos.
Unos los he visto mejor que otros. En todos
ellos, he pretendido ser un viajero, antes que un turista, contra el que no
tengo nada, evidentemente. Lo importante, no es el número de lugares que hemos
visitado, sino, como hemos aprovechado nuestra estancia allí. ¿Qué hemos
obtenido de ellos? Esta es la pregunta que nos tenemos que hacer y a la que
tenemos que dar respuesta.
Los viajes también tienen sus enemigos,
aunque no son muchos. Sirva de ejemplo lo que dijo el intelectual catalán
nacido en el siglo XIX y fallecido en el XX Santiago Rusiñol: “Si fuera cierto
que el viajar enseña, los revisores de billetes serían los hombres más sabios
del mundo”, o la novelista francesa Gabrielle Colette: “Los viajes sólo son
necesarios para las imaginaciones menguadas”. Opiniones que no puedo compartir,
por ser contrarias a la postura defendida en esta entrada. Pero lo más absurdo
que he tenido que escuchar al respecto, lo dijo una conocida mía cuando afirmó
que: “viajar era tirar el dinero, pues cuando volvías no tenías nada”. Creo que
no necesita comentario. Felices vacaciones a todos los afortunados que las tengan. En todo caso, pásenlo bien.
Para finalizar, aquí os dejo este bello
poema de Antonio Machado:
Caminante,
son tus huellas
el camino y
nada más;
Caminante, no
hay camino,
se hace
camino al andar.
Al andar se
hace el camino,
y al volver
la vista atrás
se ve la
senda que nunca
se ha de
volver a pisar.
Caminante no hay
camino
sino estelas
en la mar.
R.R.C.
NOTA: La
foto superior la tomé desde la popa de un barco, en ella podemos ver la estela que deja
en su avance por el mar. La foto siguiente la saqué en una preciosa y relajante bahía de Costa Rica.
NOTA II: Me preguntan unos amigos que cuál ha sido mi mejor y mi peor
viaje. La respuesta la tengo clara: mi mejor viaje ha sido desde el primero al
último realizado, desde el más cercano al más lejano; mi peor viaje ha sido
aquel que pudiéndolo haber hecho no lo hice.
R.R.C.