De 63 kilos de
peso, 1.68 cm de altura y 24 años de edad, Lisa Gherardini esposa del
comerciante Francesco del Giocondo, nació el 15 de junio de 1479 y murió el 15 de julio de 1542 a los 63 años
en un convento de Florencia, en el que ingresó 4 años después de quedar viuda.
Aunque no hay pruebas, se ha escrito que el retrato pudo ser un regalo de este
señor a su mujer por su segundo embarazo.
Es el retrato
femenino más famoso del Mundo, conocido por “La Gioconda”, se conserva en el
Museo del Louvre en París. Es un óleo sobre tabla (de 77X53 cm) pintado en Florencia entre 1503 y 1506 por
Leonardo da Vinci en pleno Renacimiento italiano. En un primer momento fue
colocado en el cuarto de baño de Francisco I de Francia, amigo personal del
autor.
A pesar de lo
expuesto, hay muchas hipótesis sobre la identidad del personaje que aparece en
la pintura, desde que es una mujer imaginaria, y por lo tanto no se trataría de
un retrato, a que es la versión femenina del propio Leonardo travestido. Freud
padre del psicoanálisis sugirió que
la Gioconda reflejaba una preocupante masculinidad. De los innumerables
estudios a los que ha sido sometida, se han llegado a conclusiones de todo
tipo, por ejemplo, un doctor de la Universidad Complutense de Madrid, afirma
que la modelo tenía bruxismo (rechinar de dientes), alopecia y principios de Parkinson.
Un software especializado en medición de emociones reveló que Mona Lisa está en
un 83% feliz, un 9% disgustada, un 6% temerosa y un 2% enfadada.
Centrándonos en el cuadro, las manos sobre el vientre han
hecho pensar que se encontraba embarazada, otros investigadores como el
profesor de la Universidad de Londres Donald Sassoon no lo cree así. El velo de
gasa fina y transparente enganchado al cuello de la blusa, era una prenda
típica de las mujeres en dicho estado, también lleva un bonete que apenas se
aprecia. Aparece sentada en un sillón frente a una galería de arquillos y
columnillas. Si nos fijamos bien en su
rostro pronto observamos que carece de cejas y pestañas, no obstante, Vasari,
célebre personaje italiano del siglo XVI, dice que tenía cejas, pero las pudo
perder en una restauración posterior; a este respecto, si tenemos en cuenta el
reciente descubrimiento de que, la copia de la Gioconda que se conservaba en
los fondos del Museo de Prado, se realizó a la misma vez y en el mismo estudio
que la original, por un discípulo de Leonardo y ésta si tiene cejas, podemos
suponer que Vasari tenía razón. La luz destaca las manos y el rostro y acentúa
las calidades táctiles de las telas, mientras que el paisaje serpenteante y
acuoso aleja la mirada del espectador creando un gran sentido de la profundidad
(perspectiva aérea, que es uno de los grandes logros del Renacimiento). El
fondo pueden ser los Alpes vistos desde las proximidades de Milán.
En adelante seguiré las opiniones que Ernst
Gombrich, uno de los más destacados historiadores del arte expone en una de sus
obras más representativas. Lo que primero nos sorprende es que Mona Lisa parece
vivir. Parece que nos observa y piensa por ella misma, da la sensación que
cambia cada vez que nos volvemos a mirarla. Unas veces parece reírse de
nosotros, otras, nos sugiere cierta amargura en su sonrisa, (para Donald
Sassoon está claro que sonríe, pero no sabemos de qué). El autor pensó como
conseguir este aire de misterio que envuelve todo el cuadro y qué medios emplear. Para lo cual, el pintor debía de dejar al espectador algo que adivinar. Si los contornos no
estaban claramente delimitados, si las formas se dejaban con cierta vaguedad
desapareciendo en la penumbra, los colores suavizados, unas
sombras se funden con otras... Todo ello deja libre nuestra imaginación.
Cualquier pintor
sabe que a la hora de dibujar un rostro, lo que llamamos expresión, radica
sobre todo en las comisuras de los labios y en las puntas de los ojos, justo lo
que Leonardo deja en lo incierto. Además, si nos fijamos bien en el espléndido paisaje que aparece en
el fondo del cuadro, los dos lados no coinciden entre sí. La parte izquierda se
encuentra más alta que la derecha. Si miramos sobre el lado izquierdo, Mona
Lisa nos parece más erguida que si tomamos como referencia el otro lado. Su
rostro no es ajeno a este cambio de posición, que dicho sea de paso, las dos
partes de su cara no se corresponden con exactitud. Todos estos recursos,
magistralmente empleados, contribuyen al aire de misterio de ésta y otras obras
del autor.
R.R.C.