Me refiero a la primera prostituta del mundo de la que
tenemos noticia; claro. Todos hemos oído decir muchas veces que la prostitución
es el oficio más antiguo de la humanidad, al menos, desde que empezó la
civilización, pues me temo, que en épocas prehistóricas cuando el hombre
todavía se dedicaba a perseguir animales, recolectar lo que la naturaleza le
ofrecía y vivir en cuevas, los métodos que empleaba el varón para convencer a
una mujer de que yaciera con él, no siempre serían los más adecuados.
En el Poema de Gilgamesh se habla por
primera vez de una hierédula, o prostituta sagrada en tiempos del rey de Uruk,
que vivió hacia el 2750 antes de J.C. Su labor consistió en civilizar al Enkidú,
es decir, manteniendo relaciones sexuales con él consiguió que dejara de ser un
salvaje y se convirtiese en un hombre civilizado, por encargo del mencionado
rey de Uruk Gilgamesh. El problema es que estamos tratando de una obra
literaria, y no de una historia real. Digamos, que nos encontramos ante el
primer caso de prostitución en la ficción. Por cierto, en Mesopotamia, para
nada estaba mal visto este oficio, máxime, cuando era en el entorno de los
templos en donde tenía lugar y sus responsables los que la controlaban.
Nos tenemos que
remontar más de veinticinco siglos antes de que naciera Cristo, para
encontrarnos con el primer caso de prostitución en el Antiguo Egipto. Siguiendo
como fuente al historiador griego Heródoto, veinte siglos posterior a los hechos
que narra e informado por los sacerdotes egipcios, según nos cuenta en su
Segundo Libro de Historia, la hija del mismísimo faraón que mandó construir la
Gran Pirámide, ejerció la prostitución en un lupanar público a instancias de su
padre, que falto de medios para terminar su obra, no tuvo problemas en recurrir
a esta bajeza, de obligar a prostituirse a su propia hija, para obtener medios con
los que finalizar su magna construcción. Pero esto no es todo. Siguiendo al
historiador, la princesa cumplió tan bien, lo que su progenitor tan mal le
mandó hacer, que consiguió levantar una pirámide para ella al lado de la de su
padre, pidiéndole a sus clientes, que la obsequiaran con un sillar de piedra
por sus servicios, aparte de la tarifa establecida, que iba sufragar los gastos
de la tumba de Keops. Las medidas de la pirámide de la prostituta que nos
proporciona Heródoto, recogiendo las informaciones que le transmitían los
miembros del clero faraónico egipcio, son fantásticas: casi cincuenta metros de
cada lado, lo que supondría una altura considerable y, lo que es más
importante, miles y miles de sillares de enormes piedras. No, no fue tan…, lo
que ocurre es, que este historiador nunca debió admitir esos testimonios. Igualmente,
aquellos que lo han leído saben que ofrece cantidades inverosímiles en la mayoría
de las ocasiones. A pesar de ello, la hija del faraón parece que ejerció su
oficio con una gran profesionalidad, con lo cual, se convertiría en la primera
prostituta de la que tenemos noticia, precisamente por Heródoto considerado el
primer historiador.
Muy posterior a
este relato, nos encontramos con otra anécdota del autor, que se remontaría al
siglo VI antes de Cristo, también en el país del Nilo, en donde vivía una joven
y bella prostituta llamada Archídice, de una codicia sin límite. Rechazó a un
admirador, e insistente cliente, cuando éste no podía hacer frente a la enorme
cantidad de dinero que le exigía por sus servicios. Lo que la realidad le negó,
se lo concedió un sueño, como ocurre en tantas otras ocasiones. Así que, en el
transcurso del mismo la poseyó. Fue tal su alegría, que no pudo evitar ir
presumiendo por la ciudad de su andanza, hasta que llegó a oídos de la
interesada. Ni corta ni perezosa, presentó una denuncia ante un tribunal,
exigiendo los emolumentos acostumbrados al imprudente sujeto. El juez estudió
el caso y dictaminó: puesto que el acusado sólo la había poseído en sueños;
ella debería de irse a su casa, acostarse a dormir y soñar… ¡qué le había
pagado! Sentencia justa donde las haya. Además, no hace falta ser un jurista
para entenderla.
Nota: La
ilustración que acompaña esta entrada es un fragmento del papiro egipcio de
Turín, que escandalizó al propio Champollion por las escenas de alto contenido
sexual que representaba.
R.R.C.
APÉNDICE. Añadido el 27 de septiembre de 2022
UN INFAME COLLAR EN LA ANTIGUA ROMA
Cientos de
años después todavía portaba en su cuello (ya que así apareció en su esqueleto),
este horrible collar de plomo de una prostituta romana, la cual tuvo que
soportar este tormento hasta su muerte. Cerrado a martillazos llevaba escrito,
una vez traducido del latín, lo siguiente: ‘Soy adúltera, una prostituta.
Atrápame porque he huido de Bulla Regia’, un yacimiento arqueológico ubicado en
Túnez, y que Julio César le otorgó en su día el estatuto de ciudad libre.
Podemos observar algunas letras grabadas en la parte derecha, por lo que el
texto en español me lo ha pasado un conocido mío, pues me ha sido imposible
verlo en su idioma original. El cierre
en la parte izquierda convierte el collar en un objeto más ignominioso si cabe.
Es posible que utilizaran este instrumento de tortura, creo que así lo
podríamos denominar, en aquellos esclavos o esclavas que tuvieran tendencia a
escaparse de sus dueños. Este collar recuerda bastante a los colgantes que se
veían obligados a llevar algunos esclavos con intenciones de librarse de sus
amos. No debieron ser algo habitual, ya que objetos de esta clase solo han
aparecido poco más de una treintena.
R.R.C.
NOTA: Imágenes bajadas de Internet.