Siempre me han
gustado las cartas que integran la baraja española. Ya de niño me llamaban la
atención, al igual que le ocurría a otros amigos míos de la misma edad,
prácticamente era lo único que teníamos para entretenernos y pasar el rato lo
mejor posible. Actualmente, considero que estos naipes (cartas) que forman
parte de esta baraja, son una auténtica obra de arte, si se prefiere, en
pequeño. Por otra parte, el diseño de las cajetillas de cigarrillos merecería una
entrada separada, pero baste decir, que veo en ellas tanto arte como en estas
cartas, si no fuera por el horrible texto que cada vez ha ido ocupando más
espacio, hasta dejar casi irreconocible la imagen original recordándonos los
peligros del tabaco, que las autoridades le obligan a llevar, y que considero
necesario. ¿A quién no le atrae el bonito dibujo de un dromedario situado en el
desierto, con pirámides y palmeras de fondo, de una conocida marca de tabaco, si no fuese por la advertencia
sanitaria? Además, el juego de las cartas y la actividad de fumar, frecuentemente
van de la mano, no digo que sea deseable, me limito a poner sobre el tapete, y
nunca mejor dicho, una constatación. Si centramos nuestra atención en el tamaño
habitual de las barajas y de los paquetes de tabaco, advertimos de que son muy
similares, en ambos casos rectangulares, y no un rectángulo cualquiera, sino
uno muy concreto, el que se considera en arte el “rectángulo prefecto”, aquel
que se obtiene con el número Fi: 1,618, es decir, un rectángulo que cumpla la
siguiente proporción: 1,618 de largo por 1 de ancho. En el caso de la cajetilla
de tabaco es así, cuyo objetivo, qué duda cabe, es hacerla más atractiva a la
vista del consumidor. En el caso de las cartas, se aproximan mucho a esta
proporción: 1.583 de largo por 1 de ancho.
La baraja
española es singular, sus cartas, como veremos más adelante, presentan unas peculiaridades
que la hacen diferente del resto de barajas del mundo. Para empezar, hay que
dejar claro que no es un invento español. Al igual que ocurre con muchos otros
juegos, es de invención china y fueron los europeos los que la trajeron a
Europa a finales del siglo XIV. Lógicamente, la baraja que vemos hoy en día, no
tiene nada que ver con esta, pues cada pueblo europeo adaptó las cartas a sus
costumbres, gustos y tradiciones, siendo, precisamente la española, la que más
destaca por la variedad, colorido y riqueza de sus diseños. En primer lugar se
adoptó en Nápoles, cuando este reino estaba bajo soberanía aragonesa y pronto
pasó a tierras españolas, en donde la baraja experimentó una evolución
independiente y distinta a la napolitana, hasta llegar a la que conocemos en la
actualidad, que debemos a un impresor burgalés de origen francés y residente en
la ciudad de Vitoria, H. Fournier, el cual presentó una baraja litografiada en
1868, (un año antes de la Revolución de la Gloriosa llevada en España contra
Isabel II), y que fue premiada en la
Exposición Universal de París. No obstante, el diseño que podemos ver hoy se lo debemos a Augusto Rius,
realizado para el propio Fournier.
Las figuras que
aparecen en estos naipes son, claramente, de inspiración medieval y sus cuatro
palos: oros, copas, espadas y bastos, simbolizan los cuatro estamentos por los
que estaba formada la sociedad de la época: la burguesía dedicada al comercio y
gente de dinero (oros); clero y otros religiosos (copas); nobleza y ejército
(espadas); por último, agricultores, siervos y demás laboratores (bastos). Por
lo tanto, a la sociedad en su conjunto se le hace partícipe del juego.
Podemos destacar
algunas curiosidades: los reyes se representan como hombres mayores y barbudos,
pero no todos de la misma edad, pues el de copas y el de oros, parecen más
jóvenes que los de espadas y bastos; mientras que los caballos de estos dos
últimos palos miran hacia la derecha, los otros dos lo hacen hacia la
izquierda, y ya viene ocurriendo así desde el siglo XVIII. Otro hecho que llama
nuestra la atención es, que posiblemente, sea la única baraja del mundo en la
que no aparezca una figura femenina. Sería oportuno hacer una apreciación
respecto a este último punto, pues hay quién ha sugerido que los pajes, que
posiblemente simbolizan a un criado o mensajero, que aparecen en la carta
número diez conocidos popularmente como sotas, se representan ligeramente
afeminados (espero que nadie vea en esta afirmación ningún tipo menosprecio a
otras opciones sexuales, desde luego no está en mi intención, me limito a
recoger la sugerencia).
Se remonta al
siglo XVI otra característica que hace aún más única, si cabe, a la baraja
española. Es el hecho de que el rectángulo que enmarca a las figuras, en sus
lados superior e inferior, deja unas discontinuidades denominadas pintas, que
nos sirven para saber a qué palo corresponde la carta, sin necesidad de
desplegarla. Mientras que las de oros no tienen ninguna discontinuidad, las de
copas tienen una, las de espadas dos y las de bastos tres pintas. Como el
número correspondiente aparece en las esquinas, podemos saber la carta de que
se trata solo con ver una pequeña parte de la misma, con lo que evitaremos
posibles mirones que nos fastidien la partida.
Una baraja
completa tiene, al menos, cuarenta cartas: del uno al siete y sota, caballo y
rey. También puede tener las cartas correspondientes al ocho y al nueve, en
este caso contará con cuarenta y ocho cartas, e incluso dos que popularmente se
denominan monos, en total cincuenta. Todas ellas son completas, pues el hecho
de variar el número depende del juego que queramos emprender. Personalmente,
no se encuentra entre mis intereses el juego de cartas, a conocidos míos les
entretiene más que a mí, saben pasar un buen rato con ellas, siempre que no se
convierta en un vicio ¿por qué no? Yo, prefiero quedarme con la estética de
estos naipes.
Desde 1986 existe
en la ciudad de Vitoria un museo de la baraja española, que cuenta, según tengo
entendido, con más de tres mil ejemplares, aportados por los herederos del
fabricante H. Fournier.
R.R.C.
Apéndice:
Apéndice:
LA CAJETILLA DE TABACO
El diseño de las cajetillas de cigarrillos
merecería un comentario, si no tan extenso como los naipes de la baraja
española, puede haber en ellas tanto arte como en esas cartas que los jugadores
empedernidos manejan con tanta destreza, si no fuera por el horrible texto que
cada vez ha ido ocupando más espacio, hasta dejar casi irreconocible la imagen
original, recordándonos los peligros del tabaco que las autoridades le obligan
a llevar y en el que yo, no voy a entrar. ¿A quién no le atrae el bonito dibujo
de un dromedario situado en el desierto, con pirámides y palmeras de fondo,
dibujados en colores cálidos, en un lugar exótico y que muchos quisieran
visitar de una conocida marca de tabaco, si no fuese por la advertencia
sanitaria? Hay que recordar que, a pesar del nombre que aparece en el paquete
no es un camello, ya que estos presentan dos jorobas. Además, el juego de las
cartas y la actividad de fumar frecuentemente van de la mano, no digo que sea
deseable, me limito a poner sobre el tapete, y nunca mejor dicho, una
constatación.
Si centramos nuestra atención en el tamaño
de los paquetes de tabaco, advertimos de que son muy similares a los naipes, en
ambos casos rectangulares, y no un rectángulo cualquiera, sino uno muy
concreto, el que se considera en arte el “rectángulo prefecto”, aquel que se
obtiene con el número Fi: 1,618, es decir, un rectángulo que cumpla la
siguiente proporción: 1,618 de largo por 1 de ancho. En el caso de la cajetilla
de tabaco es así, cuyo objetivo, qué duda cabe, es hacerla más atractiva a la
vista del consumidor. En el caso de las cartas, se aproximan mucho a esta
proporción: 1.583 de largo por 1 de ancho. Para concluir, recuerdo una anécdota
de un amigo de juventud que afirmaba, que las pirámides que más le gustaban no
eran las de Egipto, sino las que veía en la cajetilla de tabaco que llevaba en
el bolsillo. Sobre gustos…
NOTA: La marca de tabaco norteamericana
CAMEL tiene ya más de un siglo. Se empleó una mezcla de tabaco nacional de
Virginia con tabaco turco, y de ahí esa portada tan exótica del famoso dromedario
convertido en camello, al que le añadieron un fondo con pirámides egipcias, que
nada tenían que ver con Turquía. Un error clamoroso que se mantuvo en el tiempo
por un estudio de márquetin, al relacionar la cajetilla de tabaco con
interesantes y misteriosos lugares lejanos.
R.R.C.
NOTA II: Imágenes descargadas de Internet.