Es, como la arquitectura, un arte al servicio de la
religión, un arte teocrático, cuyas principales características son:
a) Carácter funerario: las piezas más
importantes proceden de los templos y de los sepulcros. El destino de muchas
esculturas era sepultarlas en las tinieblas, de suerte que jamás fueron
concebidas para el placer de la vista.
Los
egipcios admiten la existencia del alma. Pero ésta necesita del cuerpo. En todo
ser hay una fuerza vital o Ka (también llamado doble) que mantiene al cuerpo. La
destrucción de éste motiva la aniquilación del Ka y, por lo tanto, la anulación del alma. De ello proviene el
afán de conservar el cuerpo por medio de prácticas de embalsamamiento, y mejor
aún con auxilio de representaciones, pues en Egipto persiste la vieja creencia
prehistórica de que la representación del objeto motiva la existencia del
sujeto.
Aparte
de ello, las esculturas podían servir asimismo para la celebración de prácticas
religiosas que el difunto requería en su peregrinación de ultratumba.
También
en los relieves y pinturas se observa la ley de la frontalidad: el que en un relieve se pongan las
extremidades de perfil, el tronco de frente y las manos también de frente, es
tanto como evitar también peligros de rotura. Otro tanto puede decirse del
relieve en rehundido, que protege a la figura y asegura el perfil, que es lo
que esencialmente define a la forma humana.
c) La simetría: surge por la necesidad
de arbitrar una composición. Es muy posible que en el desarrollo de la simetría
haya contado decisivamente el empleo de ciertos elementos técnicos, tales como
el cilindro sello, ya que el cilindro y la impronta que éste deja producen imágenes
simétricas si se las pone al lado, y de igual manera el cilindro ha
suministrado otro elemento estético, cual es la repetición serial.
d) El simbolismo: el panteón egipcio
aparece densamente poblado, pese a las épocas de monoteísmo. El atributo permite
la identificación del dios. Anubis,
dios de la muerte, adopta la forma de perro lobo o chacal. Los faraones
advienen a la divinización, adquiriendo los atributos del dios: disco solar,
símbolo de Amón o Ra; halcón, símbolo de Horus, el sol naciente. En la frente
del faraón se yergue la cobra o áspid (ureus), símbolo de la protección de
que está dotado el soberano.
Existe
a la vez una simbología política, como es el reinado en los dos Egiptos: el
Alto Egipto (el sur) se caracteriza por una corona elevada sobre las sienes del
faraón, y por la flor de loto o lirio. El Bajo Egipto (el norte) se representa
por una corona truncada y por el papiro. La idea de reunificación de los dos
reinos se expresa por la unión de las dos coronas, el halcón y el buitre, y el
pulmón con la tráquea.
f) Espiritualidad: son figuras que
poseen una misión trascendente. Tienen los ojos dirigidos al infinito, la
frente elevada, los brazos adheridos al cuerpo, las plantas de los pies pegadas
al suelo. Respiran eternidad e idealismo.
El
realismo se destina a los hombres ordinarios, a los funcionarios y servidores.
En éstos hacen aparición la obesidad y otros defectos, como en los bufones que
divierten al soberano.
Aparecen
diversos tipos, como la estatua doble, de hombre y mujer, que testifica la alta
función social de ésta. Otra modalidad es la del escriba, que se muestra
sentado en el suelo, atento a la escritura, pregonando la elevada consideración
de esta función en Egipto.
Los
egipcios tallaron en todos los tamaños, desde lo colosal a lo diminuto, y en
los más diversos materiales: caliza
blanda, madera, piedras duras y lujosas, como el granito, el basalto, la
diorita, la obsidiana, el pórfido, etc.
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EL RELIEVE
Alcanzó
gran desarrollo: templos, tumbas y palacios se cubren materialmente de
relieves. La finalidad religiosa prevalece, pero no hay que olvidar el deseo de
los faraones por inmortalizar sus propias acciones. Así nace el relieve histórico. Con frecuencia se
acompañan estos relieves de inscripciones para hacer más
comprensible el tema: la escritura acude a la figura, por lo que la identidad
entre el relieve y la palabra es perfecta. Su ordenación es la propia de la
escritura: por pisos y en filas continuas, a la manera de rollos de papiro. No
existe separación entre las escenas, y para ordenar los episodios se tienen en
cuenta su importancia temática.
No existe la perspectiva, ofreciéndose
todo en primer plano. Para realzar la significación del faraón, se le
representa en tamaño mayor y con superior dignidad. Por motivos de claridad, se
evitan los entrecruzamientos, y aparecen todos los dedos de cada mano. Una
policromía adicional acentúa la nitidez de la figura, que así se aísla del
fondo.
El relieve es generalmente plano. Existe una modalidad típica: el
relieve excavado o rehundido. Una
vez fijado el perfil de la figura, se excava, ejecutándose en el fondo un
relieve plano. Lo que con ello se persigue es robustecer la línea del contorno,
que es la que mejor define a la figura. Se establece un violento claroscuro.
Las sombras son espesas, pero en el lado opuesto la luz resulta vivísima. El
efecto estético que de ello se deriva resulta muy grato.
MANUAL DE
HISTORIA DEL ARTE