Presenta unas
medidas de 153 centímetros de alto por 119 de ancho y se encuentra expuesto en
el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Está realizado en madera de ciprés
policromada en el siglo XII por un autor desconocido, lo habitual en las
imágenes de esta época. De estilo románico es uno de los crucificados más
conocidos y representativos de este
arte. En la parte superior de la cruz lleva escrita en una franja vertical, una
vez traducido* al castellano: “Jesús de Nazaret Rey de los judíos”. Por otra
parte, en el arte románico la escultura de bulto redondo queda reducida a dos
temas: el que nos ocupa; y la Virgen con el niño sentado en su regazo. Tampoco
viene mal recordar, que los autores estaban considerados como maestros
artesanos, y se encontraban al servicio y a las órdenes del
teólogo, que era el que dictaba las reglas a las que debían atenerse.
Centrándonos en sus características,
presenta cuatro clavos, es decir, con los pies separados, al igual que ocurría
con los crucificados bizantinos. Se muestra impasible al dolor, el hecho de
estar clavado en la cruz no hace mella en Él. El cuerpo lo mantiene firme y los
brazos horizontales, la cruz queda reducida a un mero fondo. Es un Cristo que
se sobrepone a la pasión y crucifixión que los hombres le han infligido. No
emana sangre de sus manos y pies, ni hay restos de ella en todo su cuerpo. No
presenta heridas ni corona de espinas, otros de la época llevan una corona de
rey, y se encuentra completamente vestido con una larga túnica blaugrana, desde
el cuello hasta los pies, brazos incluidos, normal en la escultura románica,
que es una escultura de personajes vestidos, salvo alguna excepción muy
concreta. Mantiene los ojos abiertos, por lo que podemos deducir que se
encuentra vivo, que se ha sobrepuesto a la muerte, que la cruz no ha podido con
Él. Nos encontramos pues, ante un Cristo dios y no ante un Cristo hombre, un
Cristo en Majestad, el Rey de Reyes. Con ello se trataba de impresionar al fiel
que lo contemplaba, más que conmoverlo, como ocurrirá más tarde con los
crucificados góticos, llenos de sangre y heridas, y ya fallecidos, con el
objetivo de que los fieles se compadeciesen del Mesías por su pasión y muerte.
Por último, el estilo de las figuras
románicas en general, incluida la que nos ocupa, responde a un ideal abstracto.
Son anti-naturalistas, se encontrarían en el lado opuesto al realismo. No
buscan la belleza formal, como la entendería un griego clásico, o un artista
del Renacimiento, tan solo buscan transmitir un mensaje, o de hacer pedagogía
con ellas.
*En latín: JHS NAZARENUS REX IUDEORUM
R.R.C.