Reconstrucción del collar |
Diseño del collar del enredo |
La historia se remonta al reinado anterior
de su padre Luís XV, que tenía una amante (algo habitual, por lo que se ve, en
los gobernantes de Francia) llamada Madame Du Barry, de una gran codicia y
ambición sin límites. Dos joyeros que trabajaban para la Corona, pensaron que
si elaboraban un enorme collar compuesto de grandes diamantes, hasta un total de seiscientos cuarenta y siete, algo
nunca visto hasta el momento (por las reproducciones que he podido ver de él en
la red, me parece horroroso. Tanto diamante me recuerda una lámpara de cristal
de roca), el Rey se quedaría sorprendido y se lo regalaría a su avariciosa querida.
Pero la mala suerte se cruzó en el camino de estos joyeros. La muerte
inesperada del Rey frustró su proyecto. Como vulgarmente se dice, se quedaron
compuestos y sin novia, es decir, con un costosísimo collar que los había
dejado empeñados hasta las cejas y sin comprador alguno.
Madame Du Barr |
La nueva ocasión, y que no podían
desperdiciar, se les presentó con su sucesor en el Trono Luís XVI y su frívola,
voluble y superficial esposa María Antonieta. Él estaba dispuesto a
regalárselo. Lo sorprendente fue que ella no mostró un gran interés por la joya
y la rechazó, pues no estaba en condiciones de pagar un precio tan alto. Ante
este nuevo revés, la situación de los dos joyeros los situó al borde de la
desesperación más absoluta, e incluso del suicidio. No obstante, continuaron
con la búsqueda de un comprador, hasta que en 1875, por fin, recibieron un
comunicado de una misteriosa dama que se llamaba Jeanne de La Motte, la cual,
afirmaba que un personaje importante estaba animado para adquirir el estrafalario
collar, tan solo tenían que esperar noticias suyas. En este momento empieza el
monumental engaño, pues la tal Señora, no era más que una joven y bella
ladrona, sin principios morales y muy ambiciosa, que trataba de quedarse con la
preciada pieza, apoyada por gentucilla y ladronzuelos de poca monta.
María Antonieta |
El personaje poderoso al que se refería
Madame de La Motte era, nada menos, que el cardenal de origen principesco Louis
René Éduard de Rohan obispo de Estrasburgo y con un gran poder económico, al
que había seducido con su belleza y para sacarlo de dudas, compartido su cama,
haciéndose pasar por amiga de la reina. A la vez que aseguró, al incauto
cardenal, que intercedería por él ante María Antonieta, para recuperar su amistad
que tanto deseaba y lograr así, que lo propusiera para ser Primer ministro de
Francia. Para conseguir su objetivo, ideó el siguiente plan, que parece sacado
del mundo de la ficción: contrató los servicios de una prostituta que encontró
en los barrios bajos de París y que poseía un gran parecido con la reina, para
que se hiciese pasar por ella. Tuvo que acompañar a La Motte y su marido a un
parque de Versalles próximo a palacio, y aguardar allí, con la cara tapada y
convenientemente vestida, hasta que llegara el cardenal de Rohan. Mientras
tanto, Madame de La Motte le confirmó que María Antonieta, a propuesta suya,
había aceptado una cita breve y discreta con él. Después de este fugaz encuentro con la impostora y tras una
enigmática frase, en la que dio a entender que aceptaría el collar a cambio de
su amistad, desapareció en la oscuridad de la noche. La trampa surtió su
efecto.
Jeanne de La Motte |
Lógicamente, La Motte se ofreció como
mediadora para la compra del collar y Rohan cayó en sus redes. El cardenal
negoció con los joyeros, dicho sea de paso, consiguiendo un buen trato, ya que logró
un buen precio y pagar el primer plazo medio año después. Inmediatamente confió
la joya a La Motte para que se la entregase a la reina de su parte. Como era de
esperar, hasta aquí llegó el collar.
Cardenal de Rohan |
Madame La
Motte, junto con su marido, desmontaron rápidamente este tesoro y se
repartieron las valiosas piedras. Él se marchó a Londres con su parte del
botín, pero ella cometió el error de permanecer en París y hacer ostentación de
lo robado, efectuando compras desorbitadas e incluso utilizar parte de los
diamantes para que le montasen sus propias alhajas para lucirlas. Pero este
enredo no podía durar mucho tiempo sin que se descubriese, pues el cardenal
veía que María Antonieta no le hacía ni caso, y por otro lado, los joyeros
estaban deseosos de recibir el pago prometido. Cuando uno de los vendedores fue
a visitar a la reina para ver qué pasaba, la operación urdida por el matrimonio
de La Motte se vino abajo.
Se celebró un juicio público, que la falsa
Madame utilizó para verter un torrente de mentiras y acusaciones sobre, en este
asunto al menos, inocente reina, presentándose como una víctima de ella,
aprovechando la mala reputación que tenía entre los parisinos de: frívola,
caprichosa, ramera, engreída y un largo etcétera. La gente desengañada del
régimen la creyó. El cardenal quedó exonerado de cualquier responsabilidad,
pero Jeanne de La Motte no tuvo tanta suerte. La sentenciaron a ser duramente
flagelada y marcada con un hierro incandescente, como si de ganado vacuno se
tratara, con la letra V (voleuse en francés) de ladrona. Además, estaría de por
vida en una cárcel para mujeres. No sé si para mejor, o para peor, al poco
tiempo alguien la ayudó a escapar a Londres en donde se encontraba su marido,
que no quiso saber nada de ella. Unos años más tarde, en 1791 murió al caer, o
la tiraron, aún no está claro, desde un edificio de la capital británica y así
acabó sus días.
El propio Alejandro Dumas escribió una
novela titulada El affaire del collar de la reina. El
escritor vienés Stefan Zweig calificó este hecho como “una de las farsas más
destacadas de la historia”. El cine también ha llevado a la gran pantalla este enredo,
con una buena puesta en escena y una brillante interpretación de sus
protagonistas, que consigue retrotraernos a ese caldeado período previo a la
Revolución francesa.
El Collar de la Reina que nunca fue de la
reina y, sin embargo, lo pagó como si de un desmesurado capricho suyo se
tratara. Su desprestigio era tal, que nadie la creyó. Cuando los gobernantes
viven al margen del pueblo y se comportan como si los problemas que padece no
fueran con ellos, pierden toda la credibilidad. Y si además, se aprovechan del
poder que le ha sido otorgado para enriquecerse, creerán a cualquiera, por
indigno que sea, antes que a sus propias autoridades. La Revolución francesa se
hubiera dado de todos modos, pero ¡qué duda cabe! que este asunto, del que no
se suele hablar cuando se exponen las causas del acontecimiento que inicia la
época contemporánea, trazó su comienzo, encendiendo la mecha de un polvorín a
punto de estallar.
R.R.C.
APÉNDICE (23-julio-2019)
Los Pechos de María Antonieta
APÉNDICE (23-julio-2019)
Los Pechos de María Antonieta
¡Vaya con los pechos de María Antonieta!
Que se convirtieron en tazones de porcelana poco antes de la Revolución
francesa; cuatro de ellos conservados en el Museo Nacional de Cerámica de
Sèvres, en París. Según nos cuenta la tradición y chismorreos de la época, sus
tetas sirvieron de modelo para obtener estas maravillosas piezas de artesanía;
en las que un trípode, compuesto por tres elegantes cabras con toques de color,
servía de base para sostener un fino cuenco, para lo cual se elaboró un molde
de cera que se obtuvo del pecho de esta caprichosa reina. Se les denomina jattes
tétons, a estas piezas conseguidas de esta curiosa manera. La cerámica de Sèvres
se fundó con el apoyo de Luis XV y Madame de Pompadour a mediados del siglo
XVIII en Francia.
Fue su inconsciente marido Luís XVI el que
asombró a María Antonieta con este delicado regalo, que, por otra parte, no
tiene nada de original, ya que otros personajes históricos utilizaron los
pechos de sus esposas o amantes, según los casos, para reproducirlos en copas y beber en estas cautivadoras obras.
R.R.C.