Es la parte
más importante de la fórmula que con pequeñas variantes se viene utilizando
desde el siglo XV (Renacimiento) en adelante, cuando la Iglesia católica
anuncia a la ciudad de Roma y al mundo la elección de un nuevo papa, tras el
cónclave celebrado una vez fallecido el anterior. Esta notificación hecha en
latín (idioma oficial de la Iglesia católica), se manifiesta desde el balcón
principal de la basílica de San Pedro del Vaticano.
La fórmula completa, una vez traducida al
español, dice como sigue: “Les anuncio una gran alegría: ¡Tenemos Papa! El
eminentísimo y reverendísimo señor, Don (nombre anterior a la elección), el cardenal
de la Santa Iglesia Romana (el apellido correspondiente) quien se ha impuesto
el nombre (el que utilizará para su pontificado). Por cierto, es opción del
elegido mantener su mismo nombre, tal y como se hacía en los primeros siglos de
la cristiandad, hasta que llegó a la silla de Pedro el papa Juan II, cuyo
nombre de pila era Mercurio, un dios pagano romano que no le parecía adecuado
para el representante de Cristo en la tierra, y eligió para su pontificado el
nombre de un predecesor llamado Juan. Si profundizamos un poco más, el mismo
Jesucristo cambió el nombre al que se considera primer papa: a Simón, al que
llamó Pedro. Por respeto, ningún otro pontífice quiso llamarse igual, aunque no
hay ninguna ley que lo prohíba. El cambio de nombre del que es elegido
pontífice se interpreta como que, a partir de ese momento, inicia una nueva
vida y rompe con la anterior, ya que ahora se debe al mundo. Recordemos que la
palabra católica significa universal.
Volviendo a la fórmula completa para la
elección de un nuevo papa, sugiere bastante un par de versículos del cap. 2 del
evangelio de San Lucas, donde nos informa que el ángel dijo a los pastores que
se hallaban en el campo: “No temáis, os traigo una buena nueva que será motivo
de gran alegría para todos; hoy os ha nacido en el pueblo de David un Salvador,
que es el Mesías, el Señor”. Respecto a ¡HABEMUS PAPAM! Tenemos que tener
presente que es una frase latina que se adapta a la sintaxis de esta lengua, en
donde una misma palabra cambia de forma según la función que desempeña en la
oración. Empezando por la última, papam, hace de complemento directo y, por lo
tanto, tiene que estar en acusativo (ya que en latín existen declinaciones) y
se consigue añadiendo una m final a la palabra. Habemus es primera persona del
plural del presente indicativo del verbo habere, infinitivo que equivale al
verbo tener en nuestro idioma. En consecuencia, Habemus Papam lo traducimos por
“tenemos papa”. Si papa no llevara la m final, sería incorrecto, al no cumplir
su función gramatical.
R.R.C.