Ya que
estamos en el mes de la Semana Santa, me ha parecido oportuno traer al blog
este cuadro, que trata sobre lo acaecido a medio día del primer Viernes Santo
de la historia. Es un
óleo sobre tabla de estilo romántico del pintor academicista francés Jean-Léon
Gérôme, realizado en 1867 con unas medidas, más bien pequeñas, de 63,5 X 98
centímetros y se encuentra expuesto en el Museo de Orsay de París. El título de
la obra recoge las últimas palabras que, según San Juan en el capítulo 19
versículo 30 de su evangelio, pronunció Jesús cuando hubo tomado el vinagre que
un soldado romano le acercó a su boca en una esponja. Y habiendo inclinado su
cabeza entregó el espíritu al Padre. Estas fueron sus últimas palabras
antes de morir: consummatum est (recogidas en la Vulgata latina), se acabó
todo, todo está cumplido, donde Jesús alude a que ha satisfecho la voluntad
divina.
En esta obra podemos ver el Gólgota, lugar
de la crucifixión de Jesús, junto con otros dos ladrones de la época con los
que compartió día y lugar de ejecución. Sin embargo, no vemos a los
ajusticiados, tenemos que conformarnos con las sombras que producen sus cruces
y sus cuerpos proyectados, aunque sólo el de Jesucristo vemos en su plenitud, los
cuales marcan una ruptura iconográfica con la forma tradicional de representar
el tema, sobre el árido y desangelado suelo de esta parte de Jerusalén, al que
por cierto, podemos ver al fondo de la imagen con cierta dificultad, como
queriendo indicar que este hecho nada tiene que ver con la ciudad santa del
judaísmo, y partir de ahora también de la nueva religión que acaba de iniciar
su camino. A la vez, un espeso velo negro podemos observar que se cierne sobre
el desolado paisaje, ya que la naturaleza misma parece estremecerse por lo que
acaba de suceder, los árboles del primer plano, que se muestran huidizos y
espantados, dan testimonio de ello. Un pequeño grupo de personas asiste, a lo
lejos, al fúnebre acontecimiento.
Para esta representación, el autor emplea
una perspectiva extraña, un punto de vista bajo que nos conmueve y entristece,
el entorno, tanto terrestre como atmosférico no puede ser más descorazonador.
Los contrastes de luces y sombras y la manera de repartirse la luz por la escena
acentúan el dramatismo. Esta forma novedosa de abordar el tema, le valió al
artista multitud de críticas. Con este cuadro, Gérôme reanuda su obra
histórica. Enfoca la pintura desde la verdad
arqueológica y topográfica, comprobado por sus numerosos viajes a
Oriente y Tierra Santa, según nos informa el comentario que hace el propio
Museo sobre ella. Pero no es sólo un asunto de reconstrucción y de veracidad,
se trata de fomentar el poder de evocación del Evangelio, siguiendo con la
publicación museística.
R.R.C.