Es el primer
santo de la cristiandad proclamado por el propio Jesucristo en la cruz
momentos antes de morir, cuando le aseguró, siguiendo el evangelio de San
Lucas, que antes de que acabara el día estaría en el paraíso con Él. Como
todos sabemos a Jesucristo se le crucificó en el Gólgota situado en las afueras de
Jerusalén, acompañado de dos ladrones: uno a su izquierda que no se arrepintió
de nada y estuvo haciéndole reproches a Jesús, conocido como el mal ladrón; y
otro a su derecha, que reconoció a Cristo como el Salvador y le pidió que no se
olvidara de él cuando estuviese en su reino, conocido como el buen ladrón.
Los evangelios canónicos, o sea, los
cuatro que aparecen en el Nuevo Testamento, ni siquiera mencionan su nombre, en
algunos de los evangelios denominados apócrifos, no reconocidos por la Iglesia,
por ejemplo el Protoevangelio de Santiago escrito a mediados del siglo II por
un cristiano procedente del paganismo, ya que desconoce las costumbres judías, se
refieren a él como Dimas. Además de darnos su nombre, José de Arimatea añade que era de origen galileo y que tenía
una posada, atribuyéndole numerosos robos, pero a la vez, nos lo presenta como
una especie de Robin Hood que atracaba a los ricos para favorecer a los pobres.
Otros evangelios como el de Nicodemo, o el Evangelio Árabe de la infancia también lo mencionan brevemente, y los datos que nos aportan son del todo deficientes
y poco o nada creíbles.
La crucifixión parece que tuvo lugar el
viernes tres de abril del año 33 de nuestro calendario, cuando Jesucristo debía
andar cerca de los cuarenta años, si tenemos en cuenta que nació entre el 4 y
el 7 antes de nuestra era. Un error que se cometió en el siglo VI por Dionisio
El Exiguo, que fue quién estableció el calendario cristiano, ha dado lugar a la
contradicción de tener que decir, que Cristo nació entre el 4 y el 7 antes de
Cristo. Por lo tanto, si sumamos su año de nacimiento al 33 de la crucifixión,
estaba rozando la cuarentena por esa época. De los tres crucificados, Él fue el
único que fue clavado en el madero, mientras que los otros dos ejecutados a
ambos lados fueron atados a sus cruces hasta la muerte, como era habitual
entonces. La excepción se hizo con Jesucristo, lo que indica que para sus
verdugos cometió delitos mucho más graves.
Si del buen ladrón sabemos poco, del mal
ladrón sabemos casi lo mismo. En los evangelios apócrifos se llamaba Gestas. Se
limitó a insultar a Jesús desde su cruz y no mostró signos de arrepentimiento
por los delitos que había cometido. Los hechos que le atribuye José de Arimatea
en el Protoevangelio de Santiago son mucho más graves que los que refiere a
Dimas. Lo describe como una especie de psicópata muy violento desde el
principio de su vida y, por lo que podemos deducir, nunca se arrepintió de
nada.
En la iconografía se les representa a
ambos de muy distinta manera. Mientras que Dimas mira a la cara de Jesús y
mantiene una actitud serena, el mal ladrón no lo mira, muestra signos de dolor
y se contorsiona en la cruz. En ciertas pinturas aparece un ángel acompañando
al buen ladrón y un demonio al malo.
Después de leer lo anterior, entenderemos
mejor la cruz de la iglesia Ortodoxa que presenta tres barras horizontales al
gran madero vertical. La barra superior se destina a colocar la inscripción que
Cristo tenía sobre su cabeza, en donde se explicaba el motivo de su condena; la
siguiente barra horizontal y la más larga iba destinada a sus brazos,
extendidos a lo largo del travesaño para ser clavados a la altura de las
muñecas; y la tercera barra representada en una posición diagonal, simboliza
al buen ladrón en su parte más elevada y al mal ladrón en su parte más baja.
Aunque a lo largo de la entrada he
terminado escribiendo sobre los dos ladrones, en mi intención primera sólo
estaba el referirme al bueno, y por este motivo, he decidido mantener en su título sólo el
nombre de él: Dimas, o mejor: San Dimas.
R.R.C.
Nota: Imágenes bajadas de Internet.