Mira por última
vez las joyas que no se podrá llevar con ella a la otra vida, un collar que
sostiene con su mano derecha capta su atención, un profundo sentimiento de
melancolía recorre todo su cuerpo, pero no por la alhaja en sí, sino por los
recuerdos que ésta le evoca. En esta escena las joyas no tienen un valor
material, como en tantas otras ocasiones en la vida de una mujer, son momentos
del pasado, rememoraciones, vivencias, sentimientos encontrados en multitud de circunstancias,
en fin, la vida misma. En una de las salas, por cierto, no de las más
concurridas del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, se encuentra expuesta
entre otras muchas estelas funerarias, esta lápida monumental de la bella
Hegeso, fechada hacia finales del siglo V antes de J.C. en pleno clasicismo
griego. Las otras losas de piedra que le acompañan también muestran relieves
de gente joven, bien porque morían a edades tempranas, bien porque preferían la
juventud del personaje para que le acompañara en su última morada.
La escena
representa el momento en el que una esclava de pie, en su función de doncella,
le muestra el joyero a su dueña que aparece sentada en una elegante silla. El
relieve es de tal belleza, que en un primer momento nos pasa casi
desapercibida la diferencia de tamaño entre las dos mujeres, piensen por un
momento que si la señora se parase, la diferencia de altura entre ellas sería
desmesurada, máxime, si tenemos en cuenta que en el arte griego, el hombre
aparece representado con los mismos cánones independientemente de su
importancia social, e incluso a los dioses se les representa con mediadas
humanas, es decir, un rey o un dios no necesita aparecer como un superhombre. La
sofrosine, así es como llamaban los griegos a la plasmación de la belleza
física y el equilibrio espiritual, aparece muy bien reflejada en ambos
personajes, complementada por la unidad psicológica que transmiten las dos.
Otra cuestión a tener en cuenta en esta hermosa escena es el tratamiento que
el artista concede a las telas y cómo se adhieren a los cuerpos, especialmente al
de la señora sentada, que al unirse a su figura dibujan su anatomía, pues el
mármol se vuelve transparente y podemos ver sus contornos. Esta técnica se le
conoce con el nombre de “paños mojados”, ya que recuerda a un tejido húmedo
pegado al cuerpo, desarrollada por el gran escultor Fidias en este mismo siglo.
De autor
desconocido, emplea el mármol para la realización de este bello relieve de un metro y medio de altura, para representar
una escena de la vida cotidiana, con una elegancia y destreza técnica
insuperables. El momento lo sitúa dentro de un espacio arquitectónico. También
cuida al máximo el detalle, como podemos comprobar en la ya mencionada silla en
la que aparece sentada el personaje principal y en el escabel donde reposan sus
pies. Hay que recordar, que durante la segunda mitad del siglo V antes de J.C.,
Atenas se convirtió en el centro de producción de lápidas como la que estamos
describiendo, para la gente que tenía el poder adquisitivo suficiente que le
permitiese adquirir alguna de ellas.
R.R.C.NOTA: FOTO DEL AUTOR