“Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la
historia”. No lo digo yo, el entrecomillado es del alemán Humboldt,
de una sabiduría inmensa y padre de la Geografía moderna. El 30 de noviembre de 1803 zarpa del
puerto de La Coruña un barco que dio la vuelta al mundo, por decisión del rey
de España Carlos IV, para que llevase a todas las tierras bajo su dominio la
recientemente descubierta vacuna de la viruela por el médico británico Edward
Jenner. Una de sus propias hijas ya había padecido esta enfermedad. El rey,
aconsejado por su médico Francisco Javier Balmis ordenó y corrió con los gastos
de la expedición. El problema era cómo conseguir que llegase en buen estado a
América la vacuna, después de una travesía de dos meses sin recursos de
refrigeración. Pues bien, Balmis tuvo la feliz idea de trasladar a unos 20 niños
huérfanos de entre 3 y 9 años para que
transportasen el virus (la vacuna contra la enfermedad) en sus propios cuerpos, es decir, que hiciesen de
recipientes adecuados a falta de otros medios. Al cuidado de los niños se encontraba la enfermera coruñesa Isabel Zendal. El proceso que puso en marcha
fue el siguiente: se le infecta al primer niño el virus activo de la viruela vacuna* para que
desarrolle la dolencia; ésta le generará lesiones en la piel llenas de pus, y
antes de que se cure, se le extrae la pus para contagiar al siguiente niño; y
así sucesivamente de chiquillo en chiquillo cruzará el Atlántico (tras una parada en Canarias), para
arribar en el continente americano: Venezuela, Colombia, Ecuador…; hasta llegar
a Filipinas. Estamos ante la primera vacuna que se descubrió y, posiblemente,
el primer viaje más altruista, o si se prefiere, le primera expedición
sanitaria de la historia. Una de las mayores hazañas llevadas a cabo por iniciativa española, y que no merece una sola mención en las clases de Historia
que reciben nuestros jóvenes.
Es cierto que fueron los españoles los que
inconscientemente llevaron el virus de la viruela al Nuevo Mundo. Y también su
remedio pocos siglos después. Por último, el
navío transportaba todo el material médico necesario para el éxito de la operación.
Se llamaba María Pita, en honor de una heroína que defendió La Coruña de los
ataques ingleses en el siglo XVI.
*El virus de
la viruela que transmitían las vacas a los humanos hacía que desarrollasen la
enfermedad, pero no era mortal para nosotros y tenía consecuencias mucho más
leves y llevaderas. Como consecuencia, los que se infectaban con este virus
animal se quedaban inmunizados del virus de la viruela que contagiaban las
personas, que sí podía ser mortal en un 60 % de los casos o más.
Nota: La foto que
inicia el post es Francisco Javier Balmis; le sigue un monumento a Isabel Zendal; y la tercera imagen es una escultura levantada en el puerto de La Coruña a estos
"pequeños" héroes huérfanos.
R.R.C.