Veinticuatro siglos antes de que naciera Jesucristo, en la
ciudad-estado de Lagash, en la antigua región de Mesopotamia, alcanzó el trono
real y gobernó durante unos diez años Urukagina. Previamente tuvo que desalojar
del poder al anterior rey Lugalanda, que ayudado por su esposa y un gran número
de sacerdotes, cometieron toda clase de tropelías y abusos contra el pueblo
indefenso, cargándolo de impuestos difíciles de asumir. En esta situación de
enormes dificultades y atropellos de los más poderosos contra los más débiles,
hace su aparición el nuevo rey, que, trató de dar la vuelta a la situación con
todos sus medios, para lo cual elaboró un código legal, prácticamente el más
antiguo que se conoce. Lamentablemente, no nos ha llegado su texto, pero se
sabe de él gracias a las referencias y citas encontradas en otros documentos
cuneiformes (la escritura de la época). En esencia, este código suponía una
reforma social en la práctica, en el que se trataba de dotar a la sociedad de
un mayor nivel de libertad y sobre todo de igualdad. En definitiva, de
favorecer a los más débiles y de protegerlos de la prepotencia de los
poderosos.
Samuel Noah
Kramer fue una de las principales autoridades en historia de Sumeria. La fama
le llegó gracias a su labor de recopilación de historias sencillas, tal y como
aparecían en las tablillas cuneiformes, publicadas en su obra de
divulgación La historia empieza en
Sumer. Libro muy ameno, claro y entretenido, en el que narra historias de
diferentes hechos de los que por primera vez se tiene noticia. Entre estas
historias destaca la que lleva por título el mismo que aparece acompañando
estas líneas y, como protagonista, el compasivo gobernante.
Siguiendo la
mencionada obra de Kramer, a Urukagina pertenece el honor de haber restablecido
la justicia y de haber devuelto la libertad a los ciudadanos oprimidos. Bajó
todos los impuestos y eliminó los más sangrantes. Destituyó a inspectores y
recaudadores de impuestos que ya no hacían falta. Además, puso fin a la explotación
y a los malos tratos de que eran objeto los pobres por parte de los ricos, como
podemos ver en el siguiente ejemplo: «La casa de un hombre humilde era vecina
de la casa de un hombre "importante", y el hombre
"importante" le decía: "Quiero comprártela." Si al hombre
"importante", que estaba a punto de comprar la casa, el hombre
humilde le decía: "Págame el precio que yo considero razonable", y si
el hombre "importante" no se la compraba, este hombre
"importante" no debía vengarse del hombre humilde.». Limpió,
igualmente, toda la ciudad de usureros, de ladrones y de toda clase de
criminales. Tampoco permitió que las viudas ni los huérfanos fuesen víctimas
fáciles de los «hombres poderosos».
Por desgracia
para la ciudad de Lagash, este buen rey sólo estuvo en el poder diez años,
hasta que Lugalzagesi, rey de Umma, la tomó por la fuerza y unificó por primera
vez toda la región de Sumer. Acabando de esta manera con la etapa de
reformas populares, de las que no sabemos
nada sobre la eficacia y utilidad de las mismas. De la gran derrota que le
infligió la ciudad rival del norte, Lagash ya no se repondrá jamás. A otros
reformadores posteriores también les ocurrió lo mismo, y fueron borrados de la
historia por otros gobernantes con menos
escrúpulos, con el único pensamiento de servirse a ellos mismos y a su horda,
olvidándose de todos los demás. Sin embargo, las reformas de Urukagina y sus
consecuencias sociales, no dejaron de causar una profunda impresión en los
antiguos «historiadores».
R.R.C.