Es una placa votiva elaborada en piedra caliza en el siglo
XIII a. de C. de Ramsés II como niño. Este
precioso bajorrelieve que se conserva en el Museo del Louvre de París, fue
hallado por Pierre Montet en Tanis, en el delta del Nilo. Con cabeza, brazos y
pies de perfil, y cuerpo de frente son las reglas que siguen tanto el relieve,
como de la pintura egipcia. Sobre su cabeza rapada muestra la habitual trenza
de los infantes de la familia real, además, porta una diadema con la típica
cobra protectora o ureus que solo los faraones podían llevar. Aunque el rostro
lo vemos de perfil, el ojo se representa
de frente para destacar la mirada del personaje, cuestión fundamental para los
antiguos egipcios. También me gustaría destacar el simpático gesto de llevar el
dedo a la boca, algo frecuente en los niños, y en clara referencia al dios
Horus joven. Su torso y vientre permanecen desnudos, mientras el resto del
cuerpo hasta sus pies lo cubre con una túnica de lino profusamente plegada.
Los signos
jeroglíficos dicen lo siguiente: “El Rey del Alto y Bajo Egipto, Señor de las
dos Tierras (La poderosa justicia de Ra, elegido de Ra -Ramsés II-) que se le
de vida como a Ra, eternamente y para siempre”. Hay que reconocer que los
jeroglíficos dieron resultado, pues gobernó 67 años y vivió casi 90, que para
aquellos tiempos era una eternidad. Por algo eran las palabras de los dioses.
NOTA: Aunque
vida eterna y para siempre nos puede sugerir una redundancia, con frecuencia,
los jeroglíficos que hacen referencia a dichos términos se muestran juntos.
Según el egiptólogo Christian Jacq, “la eternidad” es cíclica, con la presencia
de la tierra; y “siempre” es una eternidad luminosa con la presencia del Sol.
NOTA II: Jeroglíficos coloreados por el autor.
R.R.C.