Es una
pintura al óleo sobre lienzo de 277 x 642 cm, que podríamos considerar de
estilo Rococó. Se conserva en el Museo del Prado de Madrid. Fue realizada en
1786 cuando todavía era rey de España Carlos III, y Goya se encontraba en la
primera fase de formación como pintor de cartones para tapices, según nos
cuentan algunos críticos de arte. Es una escena de descanso laboral después de
una dura jornada de trabajo, en un ambiente amable y cercano que tiende a
idealizar la realidad (las penas ya vendrán solas). El uso de colores cálidos y
suaves contribuyen a este complaciente momento. Según Hauser, en estas pinturas, «El arte se
hace más humano, más accesible, con menos pretensiones; para comunes mortales
ya no expresa la grandeza y el poder, sino la belleza y la gracia de la vida».
En esta composición triangular nos
encontramos con 17 personajes más dos caballos (un tanto reducidos de tamaño)
posicionados en escorzo, para dar una mayor profundidad a la obra; mientras uno
come tranquilamente el otro descansa, al igual que hacen sus amos. Los niños
que cierran el vértice superior dan un toque de dinamismo al ambiente relajado
del lienzo, una vez terminada la siega. Un bebé es alimentado por su madre, y
otro juega con su padre. A la izquierda, tres sonrientes jóvenes quieren
emborrachar a un desarrapado muchacho con el vino de su bota. El único segador
que permanece en activo con rastrillo en mano, lo encontramos a la derecha de
la imagen, antes de que el amenazante cielo tormentoso se ponga en acción y
acabe con esta calmada y encantadora escena campesina. También cabría destacar
el enorme trabajo realizado, como demuestra la gran cantidad de gavillas
cosechadas. Por último, un enorme y viejo castillo concluye el fondo izquierdo
del cuadro.
R.R.C.