Veinticuatro
siglos antes de que naciera Jesucristo, en la ciudad-estado de Lagash, en la
antigua región de Mesopotamia, alcanzó el trono real y gobernó durante unos
diez años Urukagina. Previamente tuvo que desalojar del poder al anterior rey
Lugalanda, que, ayudado por su esposa y un gran número de sacerdotes,
cometieron toda clase de tropelías y abusos contra el pueblo indefenso,
cargándolo de impuestos difíciles de asumir. En esta situación de enormes
dificultades y atropellos de los más poderosos contra los más débiles, hace su
aparición el nuevo rey, que trató de dar la vuelta a la situación con todos sus
medios, para lo cual elaboró un código legal, prácticamente el más antiguo que
se conoce. Lamentablemente, no nos ha llegado su texto, pero se sabe de él
gracias a las referencias y citas encontradas en otros documentos cuneiformes
(la escritura de la época). En esencia, este código suponía una reforma social
en la práctica, en el que se trataba de dotar a la sociedad de un mayor nivel
de libertad y sobre todo de igualdad. En definitiva, de favorecer a los más
débiles y de tutelarlos de la prepotencia de los poderosos.
A esta época corresponde la expresión Ama-gi, así suena la palabra más bonita
de la escritura cuneiforme sumeria, que, traducida literalmente, significa
“retorno a la madre”, pues hacía alusión a la manumisión de esclavos, es decir,
liberar esclavos para que pudiesen volver a sus casas. Por lo tanto, es un
término unido inevitablemente al concepto de libertad, y así apareció en un
texto de arcilla del 2300 a. C. en la ciudad-estado de Lagash. Que se sepa, es la primera vez que encontramos por escrito la idea
de libertad, que tanto escuchamos en nuestros días.
Por último, al igual que la cruz ansada
egipcia es el signo más famoso de la escritura jeroglífica, Ama-gi es, probablemente, la expresión
más conocida y usada de la lengua sumeria.
R.R.C.