martes, 5 de marzo de 2013

Los Jardines Colgantes de Babilonia

     
     Fue una de las siete maravillas del Mundo antiguo, de la que no ha llegado nada hasta nosotros, e incluso, algunos entendidos han afirmado que no existieron nunca, entre otras razones, porque el Historiador griego Herodoto, después de visitar Babilonia en el siglo V antes de J C. ni los menciona, al igual que ocurre con los textos babilónicos. Pero esta no es, ni mucho menos, la tesis mayoritaria, pues tenemos información suficiente transmitida por las fuentes antiguas, que atestiguan su existencia en la vieja capital del Imperio neo-babilónico, concretamente datarían del siglo VI antes de J.C., y fueron mandados a construir, según el historiador griego Beroso, por el rey Nabucodonosor II, para complacer a su esposa Amytis procedente de la región de Media, en donde abundaban las montañas y las zonas arboladas, lo contrario de lo que ocurría en su nuevo hogar, dominado por llanuras y espacios secos. Así que, para evitar la nostalgia de su país de origen, y como prueba de su amor hacia ella, su esposo le hizo construir estos espectaculares jardines privados, ya que no estaban abiertos al pueblo en general, junto a su palacio de residencia a orillas del rio Eúfrates, de donde se supone que tomaban el agua para su riego y, una vez elevada a la parte superior de los mismos, se iniciaba el descenso a través de arroyos que recorrían las distintas terrazas. Sobre como subían el agua a unos veinticinco metros de altura que se cree que tenían, es una cuestión para la que se han propuesto diversas hipótesis y no está aclarada.
     
     No duraron mucho tiempo, ya que con la caída de este Imperio por la acción de los medo-persas, en el mismo siglo VI antes de J.C. se fueron abandonando progresivamente hasta su desaparición. Cuando Alejandro Magno conquistó la ciudad dos siglos después, nadie hacía caso de ellos y estaban en ruinas.  Según el geógrafo griego del siglo I a. de C. Estrabón: “Éste consta de terrazas abovedadas alzadas unas sobre otras, que descansan sobre pilares cúbicos. Éstas son ahuecadas y rellenas con tierra para permitir la plantación de árboles de gran tamaño. Los pilares, las bóvedas, y las terrazas están construidas con ladrillo cocido y asfalto.” Respecto al término colgantes, hay dudas, pues en griego se citan con la palabra Kremastòs  que significa suspendido, y más tarde, se traducen al latín como pensilis, que viene a significar terrazas, lo que nos hace pensar en unos jardines que se encontraban suspendidos sobre unas terrazas construidas a tal efecto.
     
     Pero no es Estrabón la fuente más interesante para el conocimiento de estos bellos jardines, sino el historiador griego Diodoro  de Sicilia del siglo I antes de nuestra Era, que utilizando información que transmitió otro colega suyo: Ctesias de Cnido, que los vio personalmente, nos indica que el jardín medía unos ciento veinte metros de largo,  que ascendían como una montaña en terrazas superpuestas, de forma, que daban la impresión de unas gradas de teatro, y que la última terraza se encontraba a la misma altura que las murallas de la ciudad. Aquí se plantó todo tipo de árboles y arbustos que recreaban la vista del observador, tanto por su proporción como por su belleza. Para finalizar, tan sólo añadir que el historiador judío del siglo I después de C. Flavio Josefo, también nos dice que tienen forma de montaña y que están cubiertos de plantas de todo tipo, atribuyéndoselos a Nabucodonosor II.   

Nota: a la derecha de la imagen, un pintor del siglo XVI recrea los jardines. El Etemenanki al fondo.   
        R.R.C.