En el Génesis, el primer libro de la Biblia, nos encontramos con la historia de José, el hijo más amado del patriarca Jacob, el penúltimo de sus doce hijos habidos de su relación con cuatro mujeres, dos de ellas con rango de esposas y otras dos concubinas. Los menores José y Benjamín eran hijos de Raquel, su mujer preferida.
Desde los diecisiete años, José ya era
pastor de ovejas junto con sus hermanos, que no tardaron en aborrecerle hasta
el punto de retirarle el saludo. Su conducta se explica por la predilección que
el padre siempre mostró por él, como prueba el hecho de regalarle una preciosa
túnica de manga larga que lo distinguiese de los demás Detalles como éste ayudaban
a crear un abismo insuperable entre José y sus hermanos. Además de manifestar,
el propio José, una clara prepotencia frente a ellos, hasta el punto de tener
que reprendérselo el padre, y que no hacía más que aumentar el odio que sentían
por él. Las consecuencias no se hicieron esperar; pronto empezaron a conspirar para deshacerse
de su hermano cuando se encontraban pastoreando en Dotán. Entre sus malévolos
planes se pensó en el asesinato, pero su hermano Rubén que era el mayor, y
precisamente por ello, creyéndose responsable de todos, mostró su desacuerdo y
propuso echarle a un pozo, como así se hizo, con la idea de salvarle después y
devolvérselo a su padre.
Poco después, pasaba por allí una caravana
de mercaderes ismaelitas, o madianitas que se dirigían a Egipto, y se lo
vendieron por veinte piezas de plata. A continuación, sus hermanos tomaron la
túnica que Jacob había regalado a José, la desgarraron y la mancharon con
sangre de cabrito para mostrársela a su padre, con la mentira de que había sido
despedazado por un lobo.
Una vez en el país del Nilo, los
mercaderes lo vendieron a Putifar,
eunuco del faraón y jefe de su guardia (aunque según otros textos bíblicos no
era eunuco, ya que era jefe de coperos). Enseguida José ganó la confianza de su
dueño. Éste se desentendió de todo y lo puso al frente de su casa y demás
posesiones, que pronto empezaron a prosperar.
Más tarde, la mujer de su señor se fijó en
José, nada raro si tenemos en cuenta que era apuesto
y de buena presencia, según dice el texto bíblico, y las mujeres de la alta sociedad egipcia de la época
estaban ociosas, lo que contribuía a su conducta adulterina, que si no era
frecuente, sí se daban bastantes casos, tal y como sabemos por documentos y
narraciones egipcias de este período. José rehusó acostarse con ella pese a la
insistencia de la mujer día tras día. Llegó hasta el punto de arrebatarle la
ropa y tener que salir corriendo fuera de su casa, ante lo cual ella lo acusó
delante de su marido de querer violarla; y él la creyó. Enfureció, como es lógico,
mandó prenderle y lo envió a la cárcel. Y aquí detengo mi historia, que
continúa durante varios capítulos más del Génesis, en los que se narran otras
cuestiones distintas sobre la vida de nuestro protagonista, de las que en esta
ocasión no vamos a tratar.
La historia de José, como tantas otras del
Antiguo Testamento, no es admisible a la luz de la crítica histórica actual.
Estas narraciones hay que verlas e interpretarlas de otra manera; si queremos
comprenderlas, pero no son hechos históricos tal y como hoy los entendemos. La
podemos considerar en palabras del exégeta Maximiliano García Cordero, “como
uno de los mejores fragmentos de la literatura universal”. Todo el relato (que
aquí no aparece en su totalidad) le hace pensar en una historia
providencialista y moralizante, que pudo surgir en los círculos sapienciales de
la corte de Jerusalén en tiempos del rey Salomón hacia el año mil antes de J.C.
Y que fue insertada en el
relato yahvista por el redactor del Pentateuco*, situándola entre las narraciones referidas a los Patriarcas del pueblo
judío, y su salida de Egipto, tendiendo un puente entre ambas situaciones.
Siguiendo con nuestro exégeta, ésta y otras muchas tradiciones sobre los
orígenes de Israel han de entenderse como confesiones de fe. Serían historias
idealizadas que tienen todo el aspecto de una novela histórica de carácter
religioso, fundamentada sobre determinados hechos difundidos por la leyenda.
Por otra parte, tenemos una historia
similar anterior en la literatura egipcia, que hacía las delicias de la clase
alta y cortesana del país de los faraones, que data de la XIX dinastía, hacia
el siglo XIII antes de J.C. y cuyo argumento es casi idéntico a éste. Por ser
más antigua que el relato bíblico, no es descabellado pensar que el redactor
de la vida de José tuvo presente el pintoresco cuento egipcio, del cual nos
ha llegado una copia en buen estado en el Papiro D'Orbiney, conservado en el
Museo Británico. Tanto en el epílogo como en la dedicatoria se menciona al
príncipe y futuro faraón Seti II. En resumen dice:
Los hermanos Anpu y Bata viven como padre
e hijo, ambos de una sola madre y de un solo padre. El mayor tenía una casa y
una mujer, mientras que su hermano menor estaba con él como criado. Además era
un obrero excelente y no había otro en todo el país, pues los dioses estaban
con él. Su aportación fue decisiva para el progreso de los bienes de su hermano
mayor. Todo iba bien, hasta que un día, éste le mandó que trajese simiente de
la arquería y encontró peinándose a la mujer de Anpu, (su hermano mayor). Le
pidió que se diese prisa en darle la simiente para regresar al campo. Pero ella
entabló conversación con él adulándole con bonitas palabras, con objeto de
entretenerlo y que olvidase el motivo de su visita. Le propuso acostarse con él
durante una hora a cambio de regalos. En su respuesta enfurecida, Bata le echó
en cara que ella era para él como una madre y su marido como un padre,
negándose a sus pretensiones y regresando a la faena con su hermano, sin
comentar nada de lo sucedido para no perjudicar a la esposa.
Sin embargo, la mujer sintió miedo de verse
descubierta en sus palabras, se embadurnó como si hubiese sido maltratada, y
cuando regresó su esposo acusó a su hermano de proponerle acostarse con él, y
ante su negativa la golpeó para que no contara nada. Su marido la creyó, se
puso como una fiera y se escondió detrás de una puerta para matar a su hermano
menor con un cuchillo en cuanto volviera. Su hermano lo vio y salió corriendo… La historia continúa, pero aquí concluyo. Con lo expuesto, es más que
suficiente para comprobar la similitud y, probablemente, dependencia del relato
hebreo con respecto del egipcio. Pero este asunto no es capital; lo importante radica en la
interpretación que hagamos de ambas narraciones.
Empezando por la última, está creada en un
contexto histórico determinado y con fines claramente propagandísticos.
Relaciona la familia de Ramsés con la esfera divina, justo antes de la
coronación de Seti II, necesitado de este espaldarazo. Así pues, se ha
planteado la hipótesis, de que el papiro perteneció al faraón Seti II, y es una
sátira política que pone de manifiesto las dificultades que tuvo con su ¿hijo? Amenmeses que, tras un breve reinado, pasó sin pena ni gloria a la historia, después de
haber dado un golpe de Estado contra su ¿padre? y legítimo heredero al trono, el
ya mencionado Seti II, que mandó borrar el nombre de su hijo de todas partes y
destruir cualquier recuerdo de él, e incluso, pudo ordenar la profanación de su
tumba.
Retomando las opiniones de García Cordero,
la historia de José es una narración didáctica y moralizante, basada en una
situación histórica que pudo ser real. Pero lo capital es el punto de vista
moral, destacando las virtudes del protagonista que se exhiben como modelos a
seguir: magnanimidad ante las injusticias; fidelidad a la autoridad doméstica y
nacional; castidad conforme a las normas que Dios impone al pueblo elegido. Todo ello basado en el temor de Dios, de quién acata sus misteriosos designios.
Es Dios el que dirige todas las acciones de José. Él mismo lo confirma cuando
le dice a sus hermanos: “No sois vosotros los que me habéis enviado aquí”,
porque “el mal que habéis querido inferirme, Dios lo ha cambiado en bien”.
En conclusión, la mano salvífica de Dios
se encuentra presente en todo el relato bíblico. José actúa como lo hace porque es voluntad de
Dios. Los misteriosos designios que la divinidad tiene dispuestos para su
pueblo, son patentes en éste y otros relatos del Antiguo Testamento.
Por último, ha sido un tema muy repetido
en la Historia del Arte. Una muestra de ello es la imagen que inicia esta
entrada de “José y la mujer de Putifar”, pintura al óleo del sevillano Antonio María Esquivel realizada
en 1854. También tenemos ejemplos en el mundo de la música, como podemos
comprobar en el vídeo que aparece al final de estas líneas, que es un fragmento
de una película cómica basada en números musicales de la conocida zarzuela del
mismo título: “La Corte de Faraón”, que narra episodios de la vida de nuestro
personaje en Egipto. Vean lo, un poco de humor siempre es bueno para la salud.
*Se puede consultar otra entrada de este blog-mayo de 2013- con este título para una mayor claridad de la frase anterior.
R.R.C.*Se puede consultar otra entrada de este blog-mayo de 2013- con este título para una mayor claridad de la frase anterior.