Me refiero a Psusennes I, faraón de la XXI
dinastía egipcia que aconteció entre los siglos XI y X a. de J.C., y con ella
dio comienzo el Tercer período intermedio de Egipto, que se prolongará hasta
mediados del siglo VII anterior a Cristo, quedando el país del Nilo dividido en
dos zonas políticas: una al norte dirigida desde Tanis y otra al sur con
capital en la vieja Tebas. Además, no sólo eran independientes entre sí, pues en
muchas ocasiones también fueron rivales. Por otra parte, mientras que el
gobernador del norte ostentaba el título de faraón, el máximo representante del
poder tebano era el Sumo Sacerdote de Amón, pero en la práctica era el rey del
Alto Egipto, de hecho, fue durante esta dinastía cuando más poder acumuló,
llegando a poseer hasta dos tercios de las tierras de los templos de todo
Egipto, entre otros muchos bienes. Así que, era tan poderoso como el faraón
que gobernaba los territorios del norte, si no más. Prueba de ello es, que
Psusennes I era hijo del Sacerdote de Amón Pinedyem I, mientras que otro de sus
hijos heredó su cargo, con lo cual los dos gobernantes que coincidieron en
Egipto en esta época eran descendientes suyos: el faraón Psusennes I en el norte
y su hermano el Sacerdote de Amón Menjeperra en el sur. Como vemos, al final,
como ocurre ahora entre la casta política española, todo quedaba en familia.
Respecto a la duración de su reinado,
depende la fuente histórica que consultemos, pero las diferencias entre ellas
no son significativas. Como ya he escrito sobre este faraón en otras entradas
de este blog, mantendré las fechas de reinado que en ellas indiqué: entre el
1039 y el 991 a. de J.C., por lo tanto, gobernó durante un largo período de entre
cuarenta y cincuenta años la zona norte
del país sobre la que extendió su dominio, pues, tampoco en este asunto
hay acuerdo. No obstante, el tiempo real en el que efectivamente ejerció el
poder, se tuvo que ver necesariamente reducido, debido a una artritis que sufrió
los últimos años de su vida, con fuertes dolores de espalda, que lo
inhabilitaría para ejercer las funciones propias de su cargo, según revelan los
análisis forenses a los que han sido sometidos sus restos hallados en un
sarcófago de plata.
El descubrimiento de su tumba se llevó a
cabo por el arqueólogo francés Pierre Montet
en 1939, en la necrópolis de Tanis, capital del Bajo Egipto en este convulso período. Se encontró intacta,
aunque muy cerca de ella se habían producido saqueos, pero la de este faraón no
se vio afectada, convirtiéndose en una de las pocas tumbas reales descubiertas
hasta hoy que se han mantenido libres de asaltos y pillajes, lo que aumenta
considerablemente el valor de este descubrimiento. Si este hecho no ha sido tan
conocido, y no digamos si lo comparamos con la tumba de Tutankamón, es porque
el hallazgo se realizó justo el año que comenzó la Segunda Guerra Mundial. En
septiembre de 1939, las tropas de Hitler invadieron Polonia y los
acontecimientos bélicos se desarrollaron muy rápidamente. El mundo estaba en
otra cosa, los descubrimientos arqueológicos, por importantes que fueran,
tendrían que esperar mejores tiempos.
En su enterramiento se reutilizaron dos
sarcófagos de granito: uno exterior de color rojo y otro interior de color
negro, dentro del mismo se introdujo un tercer féretro de plata, que contenía sus restos momificados y ricamente engalanados con objetos de oro y piedras de
adorno; su impresionante máscara funeraria, sortijas, pulseras,
pectorales, etc. Prefirió la plata al oro para el ataúd que debía de conservar
su cuerpo para la eternidad, de aquí el nombre con el que se le suele llamar a
este faraón. Tenemos que saber que este metal precioso se tenía que importar
desde muy lejos, con lo cual se encarecía muchísimo en Egipto, y el trabajo
artesanal de la plata planteaba más dificultades que el oro. Todo ello indica
que fue un hombre con un gran poder, que supo mantenerlo durante muchos años y
falleció probablemente de muerte natural.
El nombre
de trono (Nesut Bity) de este faraón, ahí va: Aajeperra setepenamon, que se
podría traducir como: Grande es la
manifestación de Ra, elegido de Amón. En el cartucho real que se inscribe,
el verbo ser no aparece, o sea, ateniéndonos al contexto hay que incluirlo en
la traducción. Advertimos el disco solar (Ra);
seguido de un signo que representa una columna (aa), que en este caso debemos
descifrar como grande; el famoso
escarabajo egipcio (jeper) que significa: manifestación;
después observamos la divinidad con dos plumas altas, cetro y barba (Amón) y una línea quebrada (n) que
actúa como genitivo indirecto e interpretamos como: de; y termina con la representación de una azuela con taco de
madera (setepe), abreviatura de: elegido.
Para concluir, tan solo señalar, que el término faraón procede del griego, por
lo tanto, no es así como llamaban a sus reyes en Egipto. En jeroglífico, se
escribía con un rectángulo abierto por la parte inferior que podríamos
transcribir como: per; más el signo que representaba una columna: aa, es decir,
la palabra faraón en jeroglífico sería: Per-aa.
Breve comentario al final de la entrada* |
Nota: para una mayor comprensión en lo
que se refiere a este último párrafo, en el que trato de explicar el nombre
egipcio del faraón, remito al lector a otras entradas del blog sobre este mismo
soberano, o Tutankamón, escribiendo el nombre de uno u otro en el buscador que
hay en la derecha. En la imagen superior aparece el Nesut Bity en el cartucho
de la izquierda (el expuesto anteriormente) y el Sa Ra en el de la derecha.
Nota II: como una mera cuestión anecdótica,
recordar que en la famosa película “En busca del arca perdida” de Indiana
Jones, el Arca de la Alianza se busca y al final se encuentra precisamente en
la ciudad de Tanis.
R.R.C.
*Breve comentario de la última imagen (26-7-2018):
APÉNDICE FARAÓN DE PLATA
Hay que
tener presente que Psusennes I además de faraón ostentaba el cargo de Sumo
Sacerdote de Amón en el norte del país, tal como nos indica la inscripción
jeroglífica de una patena hallada en su tumba, en donde podemos leer: “Larga
vida al buen dios, Señor de las Dos Tierras, Sumo Sacerdote de Amón, rey de
dioses, elegido de Amón. Psusennes” Lo cual suponía que recibía los impuestos
del templo que este cargo conlleva, igual que hacía el representante de Amón en
el sur, es decir, en Tebas. Ambas fuentes de riqueza le permitieron trasladar
la ciudad próxima de Pi-Ramsés piedra a piedra a Tanis, una de las localidades
más grandes de Egipto. Precisamente, Pierre Montet pensó que estas dos ciudades
eran la misma, por la cantidad de elementos de la primera que encontró en la
segunda. Además de la tumba de Psusennes, descubrió en Tanis las sepulturas
intactas de Amenemope y Sheshonq II.
*Breve comentario de la última imagen (26-7-2018):
Formaba
parte de la colección de brazaletes de oro del conocido, precisamente, como El
Faraón de Plata. Es una de las 22 pulseras que llevaba en sus brazos, cuando
fue descubierta su tumba intacta por el arqueólogo francés P. Montet en Tanis,
en la excavación de la temporada 1939-40. Una maravillosa obra de
los orfebres egipcios de hace más 3000 años, elaborada con oro y piedras de
adorno incrustadas como: feldespato verde, cornalina y lapislázuli, que dotan a
la pieza de un gran atractivo merced al colorido y al contraste con el dorado
metal. Expuesta en las vitrinas del Museo de El Cairo, aún mantiene su elegancia gracias a su excelente
estado de preservación.
Cabe destacar que impresionan los dos
cartuchos coronados por ostentosos discos solares hechos en oro, que contienen el
Nombre de Trono a la izquierda y el Nombre de Nacimiento a la derecha de este
faraón (conocido por su denominación griega: Psusennes I). Dos planchas de este
valioso material elaboradas en forma oval, y divididas en bandas paralelas
contienen las celdillas para introducir las piedras talladas ya mencionadas. No
podía faltar el enorme escarabajo egipcio de lapislázuli que todos conocemos, y
que podemos divisar por los dos lados de la fotografía; representante del Sol
naciente y símbolo de la resurrección en la religión egipcia.
R.R.C.