Son varios
los escritores que se han ocupado de este rey de Lidia del siglo VII a. C.,
antiguo reino que abarcaba parte de la península de Anatolia en el Mediterráneo
oriental. También han sido varios los artistas que se han interesado por este
singular personaje, como es el caso del autor de la imagen que acompaña esta
entrada: el pintor francés Jean-Léon Gérôme, con un estilo académico y
refinado. En adelante, me limitaré a exponer lo que nos dice el historiador
griego Heródoto en su primer libro de Historia, en los capítulos 7 al 13.
Candaules, último rey de la dinastía de
los Heraclidas, estaba muy enamorado de su agraciada esposa, hasta el punto, de
perder la razón por ella. Lógicamente, pensaba que era la mujer más bella del
mundo, algo, que no le había confirmado el subordinado de más confianza, Giges, al que solicitó que la viese desnuda para despejar cualquier
duda. Era una norma en este reino que nadie, hombre o mujer se expusiera
desnudo a una tercera persona, y recriminó a su rey semejante petición. Pero este insistió y le proporcionó la forma “segura” de poder ver a su reina sin
correr ningún peligro. Consistía en llevarlo a la alcoba a la hora de dormir y
esconderlo detrás de la puerta, y poder ver a su mujer desnudarse y meterse en
la cama con el rey. Mientras tanto, el subordinado abandonaría la habitación, con
la mala suerte de que fue visto por la reina, aunque esta se hizo la disimulada
y no dijo nada hasta el día siguiente, que mandó a unos criados de confianza
para que llevasen a Giges ante su presencia.
La reina le ofreció dos opciones: morir él
por verla desnuda y actuar contra las normas de Lidia; o asesinar a su marido,
casarse con ella y convertirse en el nuevo rey. No le dio más salidas y, ante
ello, prefirió la segunda oferta a regañadientes, mostrando su profundo
desacuerdo. La reina le reveló la forma de llevar a cabo su acción. Mientras su
esposo dormía, ella misma le proporcionaría la daga con la que le mataría. Como
así sucedió.
Con esta
propuesta Candaules perdió a su bella esposa, su reino y su vida. ¿Se puede ser más tonto? Además, se
dio un cambio de dinastía en su país, los Mérmnadas, pues Giges fue confirmado
por el oráculo de Delfos, con lo que evitó discusiones y disturbios por su
ascenso al trono de Lidia.
En fin, lo expuesto hasta aquí vendría a
ser uno más de los pasajes novelados que Heródoto incluía en sus narraciones,
con un estilo sencillo y claro; e incluso, con una advertencia de tipo moral
que sus lectores deberían tener siempre presente. Lo más probable es que el protagonista de
nuestra historia tuviese dificultades para mantenerse en el poder y fuera
depuesto por Giges, un alto mando militar.
R.R.C.