Es la obra más conocida del pintor
neoyorquino fallecido en 1967 Edward Hopper, que abrazó el estilo Realista
americano en pleno siglo XX. Este cuadro pintado en óleo sobre lienzo de
mediano tamaño: 84 cm x 1,52 m, se encuentra expuesto en el Instituto de Arte
de Chicago. Su título original en inglés Nighthawks, lo podemos traducir por “Halcones
de la noche”, pero he preferido optar por la denominación con la cual es conocido en español: Noctámbulos.
Observamos una construcción típica
norteamericana conocida como Diner: o restaurante prefabricado; una especie de
bar; casa de comida rápida…, que el artista pudo ver en su barrio natal de Manhattan, un establecimiento desaparecido en la actualidad. La tela es de 1942, muy poco después de la
perturbación y desconcierto que provocó el bombardeo de Pearl Harbor en la
población estadounidense. Llama la atención el uso magistral que hace de la
luz, con esa iluminación fría típica de los tubos fluorescentes, que se
presentaron al mundo por primera vez durante la Feria Mundial de Nueva York en
1939, ejercieron su influencia en el pintor. La calle y el edificio de enfrente
que permanecen oscuras, se iluminan gracias a la intensa luz que deja pasar la
enorme vidriera curvada que cierra el Diner del exterior. Nada hay en el
espacio urbano que desvíe nuestra atención, ya que se encuentra completamente
vacío. Salvo una caja registradora que podemos ver en la construcción de
enfrente, con persianas medio bajadas que no permiten divisar su interior.
Si nos centramos ahora en el habitáculo del
bar vemos a los que, posiblemente, serían los últimos clientes del día, ya
avanzada la noche, de ahí el título del cuadro. En primer lugar, el camarero
vestido con uniforme blanco afanado en los últimos quehaceres de la jornada, y
al igual que los pocos consumidores que todavía se mantienen en el establecimiento,
absorto en su propio pensamiento. Nadie habla, nadie gesticula, nadie expresa
nada. El aislamiento de los personajes es total, incluso la elegante pareja que
vemos al fondo están juntos, pero cada uno embelesado en lo suyo. No vemos el
rostro del cliente que aparece de espaldas al espectador, pero le podemos
presuponer sin riesgo a equivocarnos, la misma actitud que a la pareja
anterior. Se encuentran en un espacio sin salida, tanto el camarero que no
tiene abertura para abandonar su lugar de trabajo, como los clientes, pues lo
único que observamos es una puerta interior del local.
El autor siempre se ha mostrado reacio a
opinar sobre sus cuadros, como les pasa a otros artistas, Picasso, por ejemplo.
"La respuesta a todo está en el lienzo..." dijo Hopper cuando le
preguntaron por sus obras. La soledad y la falta de empatía del hombre moderno
en la gran ciudad es lo que parece que nos quiere transmitir. Cuanto más
pobladas estén nuestras urbes, más solos y necesitados de esa empatía se
sentirán sus pobladores. La falta de comunicación entre ellos será total, como
podemos comprobar, no solo en este, sino en otras obras del pintor.
Por último, y guardando la prudente
distancia entre este autor y el Expresionismo de Edvard Munch, ambos
manifiestan una intensa preocupación por el hombre en el espacio urbano, cada
vez más aislado cuanto mayor es el avance de la civilización y el tamaño de
las ciudades. Aunque el pintor noruego hace hincapié en el miedo, en la
enfermedad, e incluso, en la muerte.
R.R.C.