En una tablilla cuneiforme encontrada en la ciudad de Uruk en la antigua Mesopotamia y datada en el año 229 antes de J.C., conservada en la actualidad en el Museo del Louvre de Paris, y que recoge un texto más antiguo. Define la existencia de una torre de 91 metro de alto por 91 de lado en su base cuadrada, con una estructura de adobe. En las excavaciones llevadas a cabo a partir de 1913 por R. Koldewey en la ciudad de Babilonia, se descubrieron restos que vendrían a confirmar la información de la tablilla. Concretando: Etemenanki (el templo de la creación del cielo y de la tierra), era el nombre de un zigurat dedicado a Marduk en la ciudad de Babilonia en el siglo VI a. J C. Originalmente de siete pisos de altura, siendo muy escasos los restos que quedan de él en la actualidad. El Etemenanki fue popularmente identificado con la Torre de Babel de la que habla la Biblia, pues hay que tener presente, que los judíos durante la cautividad de Babilonia, que tuvo lugar entre los años 586 hasta el 538 antes de nuestra era quedaron, probablemente, impresionados por las construcciones que allí contemplaron, y en esa época ya existía este zigurat que formaba parte del Esagila, el templo de Marduk, dios nacional de Babilonia. Así que, no resultaría extraño que identificaran este colosal monumento con la torre de Babel, de la que habían oído hablar a sus antepasados y que situaban entre los ríos Tigris y Eúfrates, igual que otras historias bíblicas, como el episodio del famoso Paraíso Terrenal.
Respecto a la etimología de Babel, en el
lenguaje bíblico significa confusión, ya que Dios, siguiendo el génesis, ante el
orgullo que manifestaron los hombres construyendo esta arquitectura, decidió
confundir sus lenguas, para que no se entendieran entre sí y, de esta manera,
evitar que lograran su objetivo de construir una torre tan alta que alcanzara
el Cielo, y se dispersaran cautivos por el mundo. Sin embargo, en
el lenguaje babilónico, este nombre significa “Puerta de Dios”, nada que ver
con lo anterior.
Probablemente, el Etemenanki ya existía a
comienzos del segundo milenio antes de J.C., incluso antes del reino de
Hammurabi, pero a principios de siglo VII antes de C. el rey asirio Senaquerib
afirma haberlo destruido, con el resto de la ciudad de Babilonia. A pesar de
ello, los reyes del Imperio neo-babilónico Nabopolasar, y especialmente su hijo Nabucodonosor,
reconstruyeron de nuevo la ciudad en menos de cien años, incluida la famosa
torre. Lo cual, fue presenciado por los judíos en cautividad cuando fueron sometidos por
este segundo rey, hasta sus liberación por el rey persa Ciro I, que acaba con
la dinastía de reyes neo-babilónica y permite al pueblo elegido regresar a su tierra
en el 538 antes de C., y comenzar con la tarea de construir de nuevo el Templo
de Jerusalén, que Nabucodonosor había arrasado. La torre fue destruida de nuevo
por el Rey Jerjes en el año 479 a. de C. Cuando el gran historiador griego
Heródoto la visitó, ya no pudo ver más que ruinas, como narra en su primer libro
de Historia.
Contaba con siete pisos de altura, que
iban disminuyendo de tamaño conforme se ascendía. Sobre cómo estaba dispuesto el ascenso, los
estudiosos plantean diversas hipótesis: una de ellas afirma que las rampas
circundaban la construcción por el exterior de los pisos superiores, y escaleras situadas en un frente en las plantas inferiores. Con una combinación de escaleras y rampas se accedía desde la base a la cumbre, en la que se encontraba un
santuario dedicado a la divinidad, que no formaba parte de la construcción,
sino que era como una especie de tienda montada a tal efecto, en la que no había estatua y a la que sólo
tenían acceso los sacerdotes autorizados. Siguiendo a Heródoto, esta capilla se
ubicaba sobre la séptima plataforma. Luego la altura de este zigurats estaba muy por encima de la media de otros, ya que estaba dedicado al dios Marduk, principal divinidad de Babilonia.
R.R.C.