Procedentes
de la mastaba de Meidum, estas dos estatuas
sedentes de bulto redondo fueron halladas en 1871 en las excavaciones
dirigidas por Mariette, aunque en el momento del hallazgo se encontraba ausente
y fueron los obreros los que las encontraron después de un gran susto, cuando
los ojos de cristal brillaron en la oscuridad al recibir la luz de los candiles
que estaban utilizando. Es interesante destacar que nos encontramos, probablemente, ante el más antiguo retrato femenino localizado hasta ahora,
pues la antigüedad de estas esculturas sentadas en sus blancas sillas se
remonta a los comienzos de la IV dinastía faraónica, dos mil
seiscientos años antes de J.C. En la actualidad, se encuentran expuestos en una
de las salas del Museo de El Cairo.
Son dos estatuas que nos parecen vivas,
sus grandes y almendrados ojos acristalados las llenan de vida. El tono de su
piel es diferente, ya que tanto la escultura como la pintura egipcia guardaban
ciertos convencionalismos, como el color ocre oscuro para los hombres y otro
más pálido y amarillento reservado para las mujeres. El material utilizado en
su ejecución es la piedra caliza policromada. Los dos se representan al mismo
tamaño, poco más de ciento veinte centímetros de altura, e incluso ella mide
uno más, detalle importante si tenemos en cuenta el principio de jerarquía que
observaremos en adelante en el arte egipcio, en donde los personajes más relevantes
se representaban a mayor tamaño. No olvidemos que Rahotep era sacerdote y
general. Por lo tanto, en este caso, el hombre y la mujer se complementan
perfectamente y aparecen tratados con la misma dignidad.
Son característicos del arte de esta
época la actitud hierática que presentan ambos personajes, así como la rigidez y, en consecuencia, la falta de movimiento que podemos observar en todo su
cuerpo en detrimento de un mayor naturalismo. La ley de frontalidad es
patente, ya que al artista no le interesan otros puntos de vista. El estudio anatómico
es todavía muy escaso, especialmente en la mitad inferior de los cuerpos, sin
duda, lo mejor cuidado por el autor son los enigmáticos rostros que presentan,
los ojos bien maquillados, el coqueto bigote del general, un cabello partido
por la raya, y el adorno sobre el mismo que porta la esposa con esa banda
floreada. El detalle del collar en el cuello del esposo rompe la monotonía del
color uniforme del cuerpo. Mientras que impresiona por su riqueza cromática,
tamaño y pedrería, la enorme gargantilla en el cuello y pecho de la esposa.
Por último, esta pareja de estatuas tiene una función religioso-funeraria, para sostener el alma del difunto en el más
allá. Por lo tanto, no estaban concebidas con una finalidad estética, ni para
ser contempladas por nadie, de hecho, aparecieron en la tumba de la pareja.
R.R.C.