El conjunto del éxtasis de Santa
Teresa fue realizado en mármol entre 1647 y 1651, constituye el centro de la
capilla Cornaro, en la iglesia de Santa María de la Victoria en Roma, en el que
la estructura arquitectónica y la decoración forman con el grupo escultórico un
todo unitario. En este proyecto, Bernini desarrolló todo su talento e
imaginación, pues contó con la financiación necesaria para ello. La
representación del drama se plasma de manera escenográfica en el centro de la
capilla: el grupo de Santa Teresa y el ángel se revela bajo una luz celestial
realizada en bronce, en un nicho lujosamente articulado sobre el altar. Esa
misma luz celestial parece inundar la bóveda de la capilla, en la cual los
ángeles aparecidos entre las nubes adoran al Espíritu Santo. A ambos lados se
abren dos cavidades, a manera de palcos en los que se asoman miembros de la
familia Cornaro. El visitante no ve la totalidad de la capilla hasta que se
sitúa frente al grupo de Santa Teresa, que se encuentra situado al fondo de una
oquedad en forma de proscenio. Situado ahí, el observador ve el éxtasis de la
santa como por medio de una revelación, y mirando hacia arriba ve la gloria
divina.
El
grupo nos muestra a la santa desvanecida, sin fuerza, literalmente arrebatada,
sobre una algodonosa nube de sólido
mármol sin pulir, con una textura diferente al de las figuras, por cierto, la
representación de una nube es algo insólito en la escultura, no así en la
pintura. La santa se recuesta hacia atrás a la vez que parece doblarse hacia
delante y levantarse como impelida por una fuerza sobrenatural. Bajo los
pesados párpados se revelan los ojos cegados, sus labios están entreabiertos
como si estuviera emitiendo un quejido,
en el que se entremezclan el placer y el dolor. Parece bastante claro que el
ángel ya ha traspasado su corazón con la flecha flamígera. La mano izquierda
cuelga insensible mientras sus pies están suspendidos en el aire. Aparte de la
cabeza, pies y manos, se ve, más que cuerpo, una masa de ropaje en forma de
cascada que ni la cubre ni la deja del todo visible.
El
delicado ángel contrasta con la santa en todos los aspectos. En posición
vertical frente a la diagonal del cuerpo de santa Teresa, su rostro angelical
sonriente la observa, a la vez que con su mano toma el manto para clavar de
nuevo la flecha en su pecho. El cuerpo asexuado del ángel está parcialmente
desnudo; un ropaje pegajoso de formas llameantes, absolutamente distinto al tejido
áspero del manto de Santa Teresa, parece ceñirse a la parte inferior de su
cuerpo. Bernini recurre al pathos
helenístico para expresar el estado de ánimo de la santa (recuérdese el rostro
del Laoconte comentado en otra entrada de este blog).
El
personaje esculpido es Santa Teresa de Jesús, famosa escritora mística y
doctora de la iglesia católica que fue muy pronto canonizada, tan solo treinta
años después de su muerte en 1582. Aquí se representa un episodio narrado por
la propia Santa en uno de sus escritos, cuando cuenta que un ángel le atraviesa
su corazón con un dardo de oro, siguiendo sus propias palabras: “Veíale en las manos un dardo de oro largo,
y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter
por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me
parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios.
El dolor era tan fuerte que me hacia lanzar gemidos, mas esta pena excesiva
estaba tan sobrepasada por la dulzura que no deseaba que terminara. El alma no
se contenta ahora con nada menos que con Dios. El dolor no es corporal sino
espiritual, aunque el cuerpo tiene su parte en él. Es un intercambio amoroso
tan dulce el que ahora tiene lugar entre el alma y Dios, que le pido a Dios en
su bondad que haga experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento...”
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.