Nos han
llegado muy pocas esculturas del período en el que este faraón gobernó Egipto
hacia la mitad del tercer milenio antes de J.C. No obstante, en el museo
egipcio de El Cairo se expone en una de sus vitrinas una pequeña estatua
sedente de siete centímetros y medio de altura, tallada en marfil policromado
que representa a Keops, el constructor de la Gran pirámide de Guiza. Fue
hallada sin cabeza en 1903 en el Templo de Osiris en Abydos por el arqueólogo
Sir Flinders Petrie, y años más tarde fue
recompuesta, al encontrarse la cabeza en un mercado de antigüedades. Desde el punto de vista artístico presenta una escasa relevancia, pero es la única estatua que conservamos de
este faraón de la IV dinastía, que siempre se recordará por su monumental tumba.
Ataviado con la corona del Bajo Egipto se
encuentra sentado en su trono, con la vista al frente y los brazos pegados al
cuerpo, portando en su diestra el flagelo símbolo del poder, mientras la mano
izquierda reposa sobre su rodilla en una posición típica de las estatuillas
reales. A la altura de su pierna derecha aparece un cartucho parcialmente
destruido con su nombre, lógicamente en escritura jeroglífica: Jufu.
Resulta
paradójico que al constructor de lo que durante milenios ha sido la obra más
grande del mundo, la pirámide que lleva su nombre, se le represente al mismo
tamaño que una figura de ajedrez, y que esta miniatura sea la única
escultura que ha llegado hasta nosotros de tan importante personaje. R.R.C.