Se trata de un óleo sobre lienzo
de 2'30 x 1'75 m, realizado entre 1600 y 1601, para la capilla Cerasi.
Desechando la posición frontal tradicional, Caravaggio quiso presentar el
cuerpo de Pablo desde un punto de vista heterodoxo y subjetivo, escorzándolo
casi ortogonalmente. Aunque el cuerpo de Pablo está dispuesto en ángulo recto
con el caballo, forma un ángulo ligeramente oblicuo con la superficie del lienzo,
que se corresponde con el leve giro del caballo hacia el fondo por el lado
derecho.
Los
brazos de Pablo, con las manos alzadas con anhelo y los dedos tensamente
separados, parecen pugnar por salir al encuentro de la visión celestial de
Cristo y abrazarla. Este ademán es la única indicación externa de que Pablo ha
sentido y visto la aparición divina. Pablo aparece con los ojos cerrados y da
la sensación de ser derribado por una luz penetrante, potente, que es el único
testimonio de la presencia de Dios. La posición hacia arriba de los brazos se
contrapone dramáticamente a la dirección de la luz, en un gesto equívoco de
rechazo del rayo cegador y de aceptación o abrazo de la fe y de la voluntad
divina que lo produce, rayo que es canalizado por los brazos hacia el pecho,
donde ha de conmover y penetrar en el corazón de Saulo. Así, la luz, unida a
los gestos, contribuye a resaltar el patetismo de un momento culminante de gran
efectismo teatral.
Para
que el espectador comprendiese mejor el suceso, Caravaggio toma como modelo de
Saulo a un hombre del pueblo con el que se habrían de identificar las humildes
masas populares. Además, el pintor asocia claramente el caballo con el milagro
de la conversión por medio de la luz que ilumina intensamente casi todo su flanco.
También cae dicha luz sobre la frente arrugada del viejo y en algunas zonas de
sus piernas desnudas. Pero la mayor intensidad se concentra en el flanco del
caballo. El flanco va cambiando de color desde el castaño oscuro de la grupa,
pasando por el más claro amarillo pardusco de la zona media que se aleja hacia
el fondo, hasta los cuartos delanteros, de un tono amarillo claro.
Caravaggio
llena la superficie pictórica de un lado a otro del marco con la masa del
animal, que no es paralela al lienzo, sino que se vuelve en pequeño ángulo
hacia el fondo. Su energía plástica queda fuertemente realzada por ese escorzo
relativamente ligero dentro del angosto espacio y el fondo oscuro.
MANUAL DE HISTORIA DEL ARTE