La escultura
romana es esencialmente retratista. La afición que tenían los romanos a guardar
las imágenes de sus antepasados (“imagines maiorum”) en su casa, favoreció y potenció
el gusto por el retrato realista. Plinio nos habla de las imágenes de cera que
tenían los romanos, pues hacían mascarillas de los muertos, para obtener la
imagen positiva en este material. Éstas eran llevadas en procesión al foro, con
el fin de que estuviesen presentes en el elogio del fallecido. La práctica de
la mascarilla acabó determinando el influjo del muerto sobre la escultura.
A imitación de las imágenes en cera se
hicieron las de mármol, que son las que conocemos hoy en día. Lógicamente, las primeras
no se han conservado.
El grupo escultórico que vemos está
realizado en mármol en el siglo I a.C., tiene una altura similar al
tamaño natural de 1,65 metros y se conserva en Roma, Novo Capitolio. Representa
a un hombre entrado en años en donde no hay concesiones al idealismo, presenta
su rostro arrugado como corresponde a su edad, lleva las dos cabezas-bustos de
sus hijos fallecidos en la guerra prendidas con sus manos, la de la derecha la
sujeta posada sobre una columna y la otra la mantiene sobre el brazo izquierdo
en una actitud tensa. La columna va
decorada con temática vegetal, y su altura llega a medio cuerpo de la figura;
ésta viste con manto de abundantes plegados, recogido a la altura de la
cintura, en donde el uso del trépano (instrumento que sirve para horadar)
resulta evidente. En el busto de la mano izquierda se aprecia el nacimiento de
los pliegues del vestido; la figura se apoya en un pie y flexiona el otro en
una actitud bastante relajada. Los rostros, el de la figura central, duro y de
pómulos salientes, orgulloso de sus vástagos que han dado su vida por la patria,
y el de los bustos con expresión más suave, son auténticos retratos.
La caracterización del personaje viene
dada por la toga (que cubre una túnica que se sujeta con fíbula), que es el
símbolo del patriciado y que indica su acceso a la magistratura. El retrato con
las imágenes de los antepasados es la expresión del “ ius imaginum”, reservado
a la “nobilitas”. En el siglo I a. C. el patriciado recobró sus
prerrogativas y el retrato con el atuendo patricio era símbolo de importancia
social, política y de casta.
La línea vertical configura la obra, marca
la simetría y el desarrollo ascendente del conjunto, que sólo se quiebra por
los ángulos del vestido en el recogido de la túnica y en la postura de la
figura con marcado contraposto en las piernas, las cuales, podemos ver gracias
a la técnica de los paños mojados utilizada, pues la toga, al pegarse a ellas,
deja transparentar su anatomía. También, produce la sensación de un leve cojeo
en su pausada marcha. Por último, el punto de vista principal es frontal, como
normalmente corresponde a esta época.
R.R.C.