Fidias, tomando por base lo real, fue quien consiguió
remontarse a más altura ideal. Sus obras nos deparan seres de equilibrio físico
y moral, que viven una paz interna, dueños de sus pasiones. Animales, dioses y
hombres alcanzan sublime grandeza. Fidias ha sido el intérprete de la majestad
de los dioses. Por eso su arte se ha comparado con frecuencia con el sistema de
las ideas de Platón, medio siglo posterior, y por eso es el que de manera más
pura encarna lo que llamamos el ideal de belleza clásico.
Se trata de un
friso realizado en bajorrelieve, de un metro de altura, que rodea por completo
la parte alta de la cella del templo, a lo largo de doscientos metros. La
representación escultórica de esta ceremonia comienza en el vértice donde se
unen los muros occidental y meridional, y adopta allí mismo dos direcciones
opuestas: hacia la izquierda en los lados oeste y norte, hacia la derecha en el
lado sur, y en ambos sentidos en la fachada oriental, donde confluyen las dos
corrientes ante la asamblea de los doce dioses que presencian el desfile del
cortejo sentados en cómodas posturas. La ofrenda del peplo, riquísimamente
bordado por las Ergastinai o doncellas, se realiza en el centro mismo de esta
fachada, encima de la puerta. La corte de Zeus, que aunque invisible para los ojos de los mortales, se reparte en dos grupos de seis dioses a cada uno de los lados de la escena de la ofrenda, de suerte que a la derecha quedan Atenea, Hefestos, Poseidón, Apolo; Artemis y Afrodita con su hijo Eros; y a mano izquierda, Zeus, Deméter, Dionisos y Hermes. Junto a los dioses se encuentra un grupo de hombres en pie, quizá héroes, de noble aspecto, y más atrás las avanzadillas de la procesión, que llena los muros restantes con figuras de muchachas portadoras de ofrendas, mozos con reses y utensilios para los sacrificios, ancianos, carros, efebos y jinetes que ocupan con sus cabalgaduras una buena porción de los muros mayores (N y S) y toda la fachada occidental.
Psicológicamente
la unidad es perfecta: las figuras humanas se mueven discretamente, se vuelven,
hablan sin levantar la voz; todo aparece poseído de un sentimiento grave. El
relieve acusa un modelado plástico insuperable. Los pliegues, llenos de
elegancia y de inteligencia, acompañan íntimamente al sentido espiritual de
cada figura. Como prueba del cuidadoso estudio anatómico, en los animales se
marcan las venas y tendones. Unas dos terceras partes del friso se guardan en
el Museo Británico, desde 1801, en que Lord Elgin despojó al Partenón de esta
maravillosa obra.
MANUAL DE HISTORIA DEL ARTENOTA: Foto del autor.