Conjunto:
Las pinturas del
Panteón de los Reyes de San Isidoro de León son una de las mejores obras del
románico español. En el pórtico de tres naves cubiertas con bóvedas de aristas
que Fernando I mandó construir en 1053,
los pintores castellanos decoraron las bóvedas y parte de los muros con varios
compartimentos, divididos por gruesas líneas negras y rojas. Estas pinturas se
realizaron durante el reinado de Fernando II, en el último tercio del siglo
XII.
En la bóveda
central luce el tema clásico del Pantocrátor y el Tetramorfos. La pintura es de
tal calidad que iguala e incluso supera a la de San Clemente de Tahull, convirtiéndose
en el mejor ejemplar de España. La aureola mística del Señor, sostenida por los
cuatro evangelistas descansa sobre un fondo de luminoso cielo, cuajado de
estrellas. Los evangelistas no aparecen como es usual -hombres sosteniendo el
símbolo animal-, sino en figuras mixtas, con cuerpo humano y cabeza del animal
simbólico que los caracteriza. Las franjas de colores planos que se utilizan
para rellenar los fondos, se convierten ahora en dos chorros luminosos que se
cruzan diagonalmente tras la figura del Pantocrátor con el clásico libro
abierto en una mano y el gesto de bendición en la otra.
Otras escenas
representadas en las bóvedas son:
-Degollación de
los Inocentes, en la cual los soldados que blanden espadas contra los niños
desnudos como el conjunto más dramático.
-La Última Cena,
que divide el espacio con una estructura arquitectónica; un arco peraltado
resalta la presencia de Jesús, quien señala la traición de Judas, y las figuras
se distribuyen a ambos lados y tres de ellas delante de la mesa. La disposición
ofrece una riqueza de grupos y posturas inusual en el arte románico.
-El Apocalipsis.
-Un tramo con
varias escenas: Beso de Judas, Prendimiento...
Detalle: La
anunciación a los pastores
La Anunciación a
los pastores es la escena más famosa del panteón de los reyes de San Isidoro de
León, por su ingenuo sabor bucólico. Un
ángel surge sinuosamente de la arista de la bóveda y hace el anuncio, secundado
por dos pastores, uno tocando un cuerno y otro un caramillo, mientras un
tercero, sorprendido, no deja de dar de beber a su perro. Esparcidas por la
escena las ovejas pacen, dos cabras topan sus cuernos, otras mordisquean
arbustos o levantan sus cabezas para contemplar el prodigio; algunos arbolillos
ponen la nota del paisaje y separan los grupos.
Debemos resaltar
en esta escena en primer lugar la nueva concepción del espacio; los personajes
se rodean de un cierto halo de distancia, no están cuasi adosados como en la
mayoría de las composiciones románicas, y la curvatura de la superficie permite
al pintor obtener unos tímidos efectos de lejanía. Aquí se recurre a la fórmula
de rellenar una bóveda cuadrangular repartiendo en cuatro sentidos los grupos,
los cuales, a pesar de ello, no dejan de subordinarse a un conjunto unitario.
Las figuras son flexibles, se doblan, se vuelven, en la pelea de cabras la
vitalidad es perceptible en cuernos, pezuñas y patas.
La técnica que se
utiliza es el temple, con cierta riqueza cromática, señalada por el predominio
del almagre, ocre y negro, que se combinan con el azul, el verde, el amarillo y
el carmín oscuro.