Es un óleo sobre lienzo de 280 x 336 cm. pintado en Aranjuez (ciudad situada a unos 50 km de Madrid) en 1800 por Francisco de Goya y expuesto en el Museo del Prado. Lo que más interesa al artista es captar la personalidad de los retratados, fundamentalmente de la reina, verdadera protagonista de la composición, y la del rey, con su carácter abúlico y ausente. Goya, a diferencia de Velázquez en Las Meninas, ha renunciado a los juegos de perspectiva pero gracias a la luz y al color consigue dar variedad a los volúmenes y ayuda a diferenciar los distintos planos en profundidad. Utiliza un tipo de pincelada suelta y amplia, que a veces se reduce a simples manchas de color
Los personajes se distribuyen formando tres grupos, de los que Goya queda al margen. De izquierda a derecha aparecen don Carlos María Isidro, el autor (en último plano), el príncipe Fernando (luego Fernando VII), doña María Josefa, la prometida del príncipe (con el rostro vuelto por ignorarse todavía quién sería), doña María Isabel, la reina María Luisa (tiene en este momento 48 años, la vejez en esa época y ha tenido doce partos), don Francisco de Paula, hijo de los reyes (según comentaban algunos, con un parecido indecente a Manuel de Godoy, el Primer Ministro), el rey Carlos IV (es un anciano de rostro bondadoso y algo pánfilo, un ser débil pese a que está casi enterrado por símbolos de poder, esas condecoraciones que le cubren el cuerpo), don Antonio Pascual, doña Carlota Joaquina, don Luis y su mujer, doña María Luisa, con su hijo Carlos Luis en brazos.
Aquí se confirma el profundo cambio experimentado en la pintura de Goya, reduciendo todo aquello que es superfluo en un retrato y concentrándose en el estudio de los caracteres individuales. Utilizando con gran sabiduría las luces, que de las sombras del fondo pasan al centelleo rutilante del colorido de los trajes en primer plano, crea esa falta de profundidad tan característica. La línea compositiva es frontal, muy neoclásica, pero sabiamente interrumpida por la reina y sus dos hijos menores que se destacan en el centro; para romper este posible alineamiento ha utilizado una línea sinuosa para los pies de los personajes que, ocultándose unos detrás de otros, destruyen la frontalidad. Una vez más, Goya ha querido unir su nombre al de Velázquez, uno de los pintores que más admiró, imitando a las Meninas en la introducción de su persona como protagonista de la obra.
Por otra parte, habría que considerar el aspecto crítico tan unido a esta obra: los rostros, de gran realismo, dejan traslucir sus caracteres individuales, pero es la posición de la reina, eje de toda la composición, desplazando a la figura del rey a pesar de estar situado éste en un plano anterior, donde se resume la genialidad de Goya, que, interpretando el sentir popular, ha sabido concentrar todos los elementos en una sola dirección, que es la figura de la reina, sin romper con el protocolo.
Concluyendo, este cuadro es un libro de historia de España, un ensayo académico sobre las postrimerías de la monarquía absoluta borbónica. Es una vieja forma de mostrar la fuerza de la realeza, alineando padres, hijos, nietos, avisando que los reyes no se mueren porque tienen sucesores. Es una obra maestra de la pintura histórica y del retrato psicológico.
Manuales de Arte. Adaptado por R.R.C.